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sábado, 20 de diciembre de 2014

20 años después... qué Cuadro

    


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   Veinte años para rematar un Cuadro de Reyes, de Familia Real en pie, nos parecen demasiados, -acaso sentados también ellos hubiéranlos llevado mejor- pues la propia mano del Tiempo, el cúmulo de gracias y desgracias que a esos modelos Reales pública y notoriamente les ha sobrevenido, y que todos más o menos conocemos a lo largo de esos años, pueblan el cuadro de invisibles turbulencias –una especie de raro poltergeist- que provocan que su visión en manera alguna nos pueda resultar “natural”.  
     
   Es por ello que al asomarnos al soberbio Cuadro (3x3,39 m) nos pasa como al niño de la película esa, que a veces vemos… a los Otros. Nos despistan un poco más las insólitas declaraciones del Artista, que a la pregunta de si se planteó incluir a los entonces maridos de las Infantas, a Doña Leticia y a los nietos de los Reyes, responde que “pregunté y me dijeron que no de una forma contundente, Pensaba incluirlos alrededor del cuadro” (ABC.es 2-12-14) Hubiera sido total, claro, sólo que en esa fecha ni eran maridos, ni había nietos ni Leticia que se sepan.
   
   Miramos también a los modelos veinte años ha, observamos su problemático presente y sin querer pensamos, claro, en El retrato de Dorian Grey, aquella notable indagación de Wilde en la que el retrato servía como recordatorio de la perversión moral de su modelo. Ocurre además que no nos parece este ni un cuadro sarcástico, en la onda de Goya,  ni panegírico, ni siquiera realista, a lo Velázquez para con la Royal Family, quedándose a un medio camino de todo, minimalista y a la vez enfático, que nos lo hace paradójicamente abstruso y difuso. Dice ahí también el Artista que “lo que más me gusta del cuadro es su tono moral, ético; la limpieza y la nobleza que emanan de él”.
       
   ¿Está seguro? ¿No nos parecen estas, excepto la de la Reina Sofía –resplandeciente, que se lleva ella de calle el Cuadro- unas figuras adustas, severas hasta casi ásperas? Don Juan Carlos liofilizado, retraído y algo ausente, en punto de fuga aunque a la vez en el centro, un centro desvaído y corinno, casi en agujero negro diríamos. Doña Cristina masacrada en el tren inferior y en la expresión boba, como si padeciera infección de urdangarinitis avant la lettre. Doña Elena, ceñuda y vinagre, casi altanera y hasta los mismísimos marichalares  de estar allí. ¿Y Don Felipe? Grandote, distanciado, rígido como un estandarte, inexpresivo e irreal, sideral, bañado en una palidez espectral, un Principito de opereta, casi.

   
   Ya digo, es el Tiempo, que a todos, a Reyes y Artistas también, nos trueca en sueño, sombra, polvo, nada… en nada de nada. 


LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen, análisis y UN CAPÍTULO de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)