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viernes, 23 de marzo de 2012

Un beso soplado (y CUATRO)

   
   Sonó antes que el mío el disparo de su mando a distancia –ese  estilete de luz abriendo las tinieblas del aparcamiento-   y me alcanzó también, pese a caminar de espaldas y cabizbajo, el guiño naranja de los enormes intermitentes de su Mercedes ClaseE Cabrio, rojo flamante, sí. Puede que otro más avispado se hubiese olido antes esa tostada. Yo me quedé… traspuesto. ¡De modo que era esta rubia zorrangana del ascensor la hija de la Gran Rusia que con todo el morro del mundo -vete a saber con quien había estado después la noche entera dale que te pego al ejercicio del fornicio- había ocupado con su cochazo durante todo el tiempo la plaza del vecino de las canillas peludas!
       
   Arranqué mi utilitario tras ella con furia y mucho chirriar de neumáticos, como el que despierta enfadado  de un mal sueño, como en una película mala también. Quería así expresarle a la rubia voluptuosa mi protesta por su descaro, mi humana solidaridad con el hombre de las canillas, lo injusta que es la vida, yo que sé.  Se abrió delante del Mercedes ClaseE Cabrio el portón principal de la salida. Se ve que al  sagaz mecenas de la eslava, auténtico deus ex-machina en la sombra de las mediocres vidas que  en ese instante allí se agitaban, ni un detalle se le había escapado. Sí que era ese bribón el genuino novelista  de nuestras vidas. Aceleré a tope, para no despegarme ni medio metro del trasero del Mercedes Classe E Cabrio de la rubia flamante mientras subíamos la rampa.
     
    Al llegar arriba activó ella con serenísimo gesto el repliegue del capó, que la descubrió entonces con una majestuosidad impropia a todas luces de nuestra urbanización, quizás también para mejor terminar de secar su dorada melena que por un instante ondeó frente al viento mañanero,  y antes de incorporarse con un violento acelerón al tráfico de la calle,  aún le sobró tiempo para desde el retrovisor –la miraba yo allí queriendo poner ojos de Charles Bronson en el mirar- lanzarme desde la palma de la mano un beso soplado. Un beso que olía, este sí, a fragancias de burdel.





5 comentarios:

ATENEA dijo...

Bueno, al final ha resultado ser ella la dueña del Mercedes. Me ha gustado mucho este relato, cómo le has ido dando cuerpo e intriga dejando cada capítulo en el momento más adecuado.
Estupendo!!!
Abrazos!!!

Winnie dijo...

¿sabes que tendrías que escribir más relatos?...buen cierre y ya nos has aclarado la historia para "descansar" tranquilos el finde...jaja Besos

Anónimo dijo...

Se veía venir la cosa. No tendrá Usía algún político verbenero por vecino???.
Saluditos.

Monica dijo...

Imaginé que terminaría usted subido en ese Mercedes y con su melena al viento. Por fin podré dormir tranquila. Feliz fin de semana. Saludos

Lectora dijo...

Se veía venir, pero usted siga ojo al dato, porque si la eslava choni llegó con su propio y tremendo coche a lo mejor vuelve a verla, en tal caso debería procurar que el mafioso cornudo ruso no los encuentre en el ascensor.