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domingo, 5 de agosto de 2012

Grititos de Sharapova, que llegan al alma



   
 Vale, María Sharapova, perdiste el oro ante Serenota Williams. No te aflijas por ello. Llegaste a la final de las Olimpiadas, tantos años después de tu cénit. Es eso lo de verdad decisivo. Tuviste el cuajo, tan precioso, dados el físico y el éxito privilegiados con que Natura y tu esfuerzo pronto en lo más alto te colocaron, de rehacerte, y de recobrar la ilusión necesaria para recuperar esa primera línea de la competición. Ese ha de ser tu verdadero grito de júbilo.
   Nos queda también, para los poetastros con ínfulas, el reverbero de tus gritos removiendo las canchas, que tantas resonancias levantaban, para con ellos elevar siempre dudosos himnos a tu superior figura. Oh, María Sharapova, cuántas semisiestas de sobremesa se poblaron –de mil maneras distintas, confusas y turbias a veces, bien nítidas y apremiantes otras-  del eco singular de tus cuerdas vocales en vibración al golpear la bola.
   Según llegaras tú al golpe, según el marcador navegara, según tu ánimo así lo marcara, podía ser tu grito guerrero rugido, podía ser esforzado lamento, podía ser también sensual acompañamiento a tu cuerpo principesco, como una oscura melodía que al oído elemental del primate sonara a melodía de seducción, la misma música que soñara él arrancar a la amada ideal en la danza misma del Amor.
    
     Al fondo del duermevela de aquellas convulsas semisiestas, esas en las que, tendido sobre el sofá, se abandonaba uno por un instante al sueño, entreabría un momento más tarde los ojos, contemplaba, sin saber del todo bien lo que veía, la pantalla… para volver a ensoñarse, en las que acababan fatalmente entretejiendose las oníricas quimeras con los resplandores del televisor y se llenaba la mente y la sala como de presencias invisibles, estabas siempre tú, María Sharapova, tus restos brillantes, la línea rubia y ágil de tu presencia, tu rostro de rubicunda zarina adolescente, que apenas nunca se descomponía pese a lo extremo que resultara el esfuerzo. Estaba sobre todo, ya digo, la banda sonora de lo que a veces parecía el himeneo de unas nupcias soñadas, que se extendían a veces hasta los confines de la tarde.
     
    Por eso nos gustó mucho verte ayer, María Sharapova, beneficiaria de la plata en las Olimpiadas. Queda ya para nosotros, el coro anónimo de tus planetarios admiradores, a quienes ahora este modesto  bloguero representa,  el oro sonoro y proustiano de tus grititos inconfundibles. Je vos salue, Marie.


Post/post: gracias a BEGO, a Mari Paz Burgos, a Mónica, a Zorrete Robert, a Sonja, por las para mí muy especiales palabras que tuvisteis a bien dejarme ayer, por bloggear a mi lado, GRACIAS.
     

6 comentarios:

Monica dijo...

Quien fuera María Sharapova. No tengo ni idea de tenis, sólo se que se juega con una raqueta y una pelota. Saludos domingueros.

Monica dijo...

Quien fuera María Sharapova. No tengo ni idea de tenis, sólo se que se juega con una raqueta y una pelota. Saludos domingueros.

MAMUMA dijo...

El motivo es que lleva unas zapatillas de dos números menos,y le aprietan los juanetes.

Asociación cultural Poetas de Bailén dijo...

Sharapova da igual que juegue bien o mal, gane o pierda, simplemente hay que verla.

Saludos

Anónimo dijo...

suscribo lo dicho por Risueño

Anónimo dijo...

Así que... al alma. ¡ Venga!