¿Sabe Usted, Excelentísima Presidenta de Navarra, cómo asesinaron los heroicos abertzales al marido de
esa viuda, a Juan Carlos Beiro, de
vocación y de profesión nada más que guardia civil? Como a un conejo, a traición lo atrajeron para que retirara una pancarta que escondía la
bomba, cuyo detonador, desde algún escondrijo cercano desde el que le podían
ver, ellos sin miramiento alguno prendieron. Así destrozaron y liquidaron a su conejillo los heroicos abertzales. ¿Sabe
lo que en euskera rezaba aquella pancarta? “Guardia civil, mátalo aquí”. ¿Sabe,
Usted, Excelentísima Presidenta de Navarra, que trece años después, sigue
siendo el de Juan Carlos Beiro uno
más de los más de trescientos asesinatos de la ETA aún por resolver?
Sabiéndolo o no, la Presidenta de Navarra, Uxúe Barcos, decidió este año hacerse presente en el anual recuerdo
que del guardia civil esa viuda y un puñado de valientes vecinos de Leiza –con
un 80% de voto a Bildu- celebran. En Navarra gobiernan ahora los abertzales: los
nacionalistas vascos más Bildu, más Podemos. La Señora Barcos ha puesto el mando de la Policía Foral en manos de
alguien con inclinaciones bilduetarras… Pues allá que se plantó. Podría
pensarse que acudía a abrazar a esa viuda, cuya vida quedó también entonces
tronchada. Podría pensarse, sí.
María José Rama, la viuda,
tan sólo una mujer del común, harta de años reclamando contra todo justicia,
por derecho, con la verdad quemándole el corazón, en sus palabras la interpeló:
“Las cosas han cambiado en Navarra… Hay
personas que hasta hoy nunca habían venido a este homenaje… Cómo es posible que personas que no llaman
al terrorismo por su nombre pretendan honrar la memoria de una víctima… Me
pregunto qué pensaría Carlos si viese que quienes desacreditan el trabajo de
sus compañeros vienen hoy al sitio donde lo mataron, por ser precisamente, un
guardia civil… Me pregunto cómo alguien que se apoya en quienes justifican a
ETA para presidir un gobierno puede venir a un homenaje a un asesinado… Si mis
hijos me preguntan el porqué de todo esto, sólo podré decirles que se trata de
un ejercicio de cinismo… Estoy presente aquí para decir alto y claro a quienes
ahora quieren recordar a Carlos que primero tienen que limpiar su conciencia”.
Quienes escriben los discursos a los Reyes o a los Líderes de la
Humanidad no podrían mejorar esas palabras de una mujer entera y cabal, el
hondo caudal de esa verdad y de esa emoción esenciales. No abrieron pese a ello
ningún telediario, descuida. Ante los medios presentes, la Presidenta de Navarra, política
profesional al cabo, como pudo echó balones fuera. Podía pensarse entonces que
iría a continuación a humanamente compadecerse, a de alguna manera algo de
razón o de sola piedad –de solidaridad con ese dolor- a la viuda del guardia
civil ofrecerle. Podía pensarse. Pero no. Como las imágenes atestiguan, con
extraordinaria frialdad le acercó la mano para, soberbia, allí a la viuda rota
espetarle: “Sólo una cosa: yo tengo la
conciencia muy tranquila. Tú me has interpelado y yo te respondo. La dignidad
de este gobierno está en que aquí estamos”.
En esa marmórea impavidez –el cinismo que María Jose Rama dijo- de la Excelentísima Presidenta de Navarra
para no conceder lo más mínimo siquiera a una viuda rota, en ese perenne y soberbio
monopolio de la DIGNIDAD, en esa
perpetua BUENA CONCIENCIA se
quintaesencia la almendra de la
superioridad moral en que anda siempre melopeica perdida la grey del
Progreso. En ese, pequeño y a la vez enorme, episodio nacional quedó una vez
más –como si el mismo Galdós lo
hubiera escrito- expresada la maldición y la grandeza –representada ésta en la
estampa de esa anónima y valerosa mujer- de la historia española.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
A Armando, un cuarentón de
clase media, un buen día su mujer le señala la puerta de salida de casa. Ella
ha encontrado a otro más alto, más fuerte y más guapo que él. “Aprende a
quererte y los demás te querrán”, le sentencia. Descubre entonces Armando, de golpe, su minusvalía
emocional: un paria en la tierra de los afectos. Ha de salir y abrirse al
mundo. A un mundo que, por temperamento, le es ancho y ajeno. Cómo superar su
desconcierto, cómo sobrellevar esa zozobra, cómo suturar la herida… Cómo
aprender a re-armarse como persona. En las asombrosas peripecias humorísticas,
librescas y sentimentales que le suceden, en ese cúmulo de emocionantes
encuentros y desencuentros… ¿hallará siquiera a medias Armando su lugar al sol?