La actual esposa del excelentísimo presidente del Partido Socialista Vasco, Doña Rafaela Moreno, importante cargo político también ella allí, no pudo por más contenerse. Al término de la sesión del juicio que por enaltecimiento del terrorismo llevó al Hombre de Paz (zp dixit) al banquillo, y en la que, como testigo de cargo del Pluspacífico Hombre acusado, compareció su marido, creyó verse en la obligación de encimar a la presidenta de la AVT y nada menos que espetarla: “El día que nos maten, no lloréis”. Y si el gran Felipe G, que sostuvo tener una vez en la mirilla a toda la cúpula etarra, si hemos de creerle, decíalo todo “sin acritud”, los testigos de la tremebunda frase de doña Rafaela coinciden en verificar la mucha aspereza con que la misma fue arrojada a la representante de las víctimas del Terror etarra.
Y son detalles espontáneos como éste -como el de su rozagante marido en compartir, y jactarse encima de hacerlo, mesa y mantel en repetidas ocasiones más ancho que pancho con uno de los más sanguinarios jefes etarras en busca y captura, que para vergüenza imborrable de todos presidió además la comisión de derechos humanos en el parlamento vasco- muchísimo más reveladores que cien mil retóricas condenas del atentado de turno del sideral abismo vivencial, simbólico, referencial, de valores, de la más básica orientación, de piel diríamos, que separa a los contemporizadores de los cafres batasunos de cuantos sentimos como propia la causa de los miles de perseguidos, extorsionados, secuestrados, torturados y asesinados por los criminales de la Eta, muchos de ellos, para mayor pasmo, del mismo partido que doña Rafaela. Que es precisamente quien señala y apuntala con su frase la magnitud de esa distancia y el calado de ese foso al proscribir incluso el más natural de los sentimientos humanos ante todo asesinato injusto.
Resulta así delirante e inconcebible que en esos términos se produzca la esposa de Eguiguren nada menos que contra la presidenta de la asociación de víctimas, que es sobre todo la viva memoria de los cientos de asesinados y mutilados por el furor criminal de la banda armada de la izquierda abertzale. No ve doña Rafaela en esa mujer nada de todo lo que con nitidez en su persona se resume, sino un adversario al que increpar, echándole incluso en cara una posible muerte suya -¿amenazados ellos por quién?- precisamente a quien sobre todo ha experimentado en propia carne el muy real y bárbaro asesinato de sus deudos. Hay que hallarse en otro muy impensable universo mental, sin contacto axiológico alguno con el de los millones de españoles restantes que aborrecen hasta la médula a los filoetarras, para atreverse a incordiar así. Recuerda, claro, el escupitajo de doña Rafaela a la abracadabrante sentencia que Zp en su día endiñóle a la madre de Irene Villa. Para ajustarse los leotardos y salir pitando, vamos.
Que no se preocupe la señá Rafaela, que no derramaré una sola lágrima.
ResponderEliminarFeo, muy feo el comentario, Sr Del Pozo. E inoportuno, pues previene de males a quien ya los ha padecido. Hay que ver la de tonterías que tienen que oír estas cuatro orejas- las suyas y las mías - porque alguna gente no deja en paz las lenguas...
ResponderEliminarGracias, aspirante y Cesar, por soplar conmigo. Muchas gracias
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