viernes, 1 de junio de 2012

Tom Cruise y Nicole Kidman, un Deseo como una Catedral


    
   También era una confesión de su mujer lo que literalmente anonadaba a Tom Cruise en la pretenciosa “Eyes Wide Shut” de Kubrick. En el curso de una conversación en apariencia banal,  enojada por un comentario arquetípico sobre la sexualidad y la fidelidad femeninas, Alice (Kidman) le revela una más que tórrida fantasía sexual que experimentó ella un año atrás, de resultas de la cual viene a confesar a Cruise que estuvo entonces en un tris de renunciar a su matrimonio y a su vida muelle sólo por una noche de sexo con un apuesto oficial de marina a quien acababa de ver un instante en el comedor del hotel donde se alojaban.   
   Ha sido, pues, todo sólo una especie de infidelidad mental, que no ocurrió, irreal por tanto,  pero es tal la fulminante intensidad que el contenido de esas palabras reverberan, es tan explosiva la capacidad de recreación que la fantasía dispara en la mente de Cruise, que no puede él evitar representarse una y otra vez la mental escena voluptuosa que Kidman le ha bosquejado, quedando en ese cepo de palabras e imágenes preso y atrapado, torturado y devastado por dentro.
    
   Es como si las palabras de ella, al sólo echarlas al aire, cobrasen visos y consistencia de realidad,  -y de mayor peso en la conciencia, más “reales” por tanto, incluso que las fantasmales peripecias erótico/pornográficas en que el propio Cruise en la realidad de la historia se ve envuelto, que palidecen ante la fuerza evocadora de lo confesado- haciendo así trizas esa fantasía, que no llegó a suceder y que duró sólo un instante, toda la base de ese matrimonio, que ve con pánico abrirse  el suelo a su alrededor. ¿Aconteció el arrebato sexual de la Kidman con el marine? Existió en su mente, y de ahí, a través de la palabra, pasó abrasador y magnificado a la imaginación de Cruise, aniquilándola.
    Asistimos por tanto a la constatación de cómo una realidad estrictamente mental puede adquirir mayor vuelo, incluso eficacia de realidad que la misma realidad, lo que quizás equivale a decir que es la imaginación, la ilusión que alimentan sus llamas, la que sobre todo construye el Deseo. Es como si Kubrick, o mejor, el relato en que se inspira, quisiera sugerirnos que, también en la sexualidad, la imaginación supera a la realidad.
   
    Ocurre también que en la vida es la imaginación inseparable ingrediente de la realidad, y que la embellece o la ofusca, la intensifica siempre. Habría por último que considerar si el aniquilador rapto de furor sexual que revela Kidman, que, en efecto, derrumba el mito de la diferencia con que hombres y mujeres experimentan la pulsión sexual –en el sentido de que puede una mujer sentir, y con la misma intensidad que un rijoso camionero, la llamada apremiante del deseo omnívoro ante la fugaz visión de un bello anónimo- estaba en el texto original, o la coló de matute Kubrick, tan moderno él.
   Al fondo queda siempre también en la historia el poder de la Palabra, que al mismísimo Cruise lleva aquí por el camino de la amargura. 



Post/post: gracias a MAMUMA, a Xad Mar, a Belkys Pulido por dejarme su reflexión y sus palabras, por bloggear en el día de ayer a mi lado, gracias a Ya no vendo mi alma al diablo, a Luis Humberto León Moya, a Angel Campos Rufíán, seguidores ya de este blog, que es también suyo, oxígeno puro las colaboraciones de todos para animarme a seguir escribiendo, GRACIAS.
  
      

4 comentarios:

  1. Las infidelidades mentales existen y muchas cosas mas por que en nuestra imaginacion se encuentra nuestra verdadera libertad....

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  2. Pusieron esta peli el otro día y la ví de casualidad....¡me pareció muy floja José Antonio! Un beso

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  3. creo que todo empieza en la mente, lo que se hace con el cuerpo ya no importa...


    Besos

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  4. Para mí, una película reveladora y sugestiva. Quizás va en contra de la pareja que describes a ratos, aquella de la mano y los besos. Esta lleva consigo una ardentía que no siempre es calma y en el espacio del dolor solos, cada quien se inventa sus propias pomadas refrescantes. Todos somos un poco de los dos casos, ¿o no?

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