lunes, 23 de julio de 2012

Flores de Diane


   

    Diane, Diane, no has llegado desde tan lejos para tan rápido esfumarte. Deja antes que esparza por mi blog algo del aroma invasivo y sutil  de tus palabras, que lo vistan de su prestancia, como si volcara sobre todo él  un contenedor de pétalos que de una belleza prestada esta vez lo engalanaran hacia lo hondo:
   “Mi madre no terminó sus memorias. Recuerdos. Recuerdos perdidos. Recuerdos inacabados. No me di cuenta. Estaba demasiado ocupada para advertir la importancia de que emprendiera la tarea de escribir unas memorias, o para ayudarla dándole ánimos. No sé ni si llegué a leer la carta de mi madre. Me contenté con dar por supuesto que se había librado de la carga de criar a sus hijos y que ahora tenía todo el tiempo que necesitaba para entregarse a sus ambiciones artísticas. Por supuesto, me esforcé por no saber qué sucedía. Tenía cosas más importantes en qué pensar”.
   “Al abrir un par de cajones para preparar unos bocadillos de queso calientes, encontré una cubertería grasienta: el resultado de la plaga que iba construyendo barreras en el cerebro de mi madre”.
   “Ser adaptado es empezar la vida con una pérdida. La pérdida nos ayuda a aprender a afrontar las despedidas. De hecho empezar sabiendo algo que los demás deberán aprender tiene sus ventajas. Ya tendrás las herramientas para ser más abierto a las múltiples formas del amor”.
   “¿Por qué nos crearon con sentimientos de amor, para que nos quedemos con semejante vacío cuando aquellos de los que nos hemos enamorado desaparecen de nuestra vida? No sabré la respuesta hasta que me muera y me una a quienes se han ido antes que yo: Jack, mi madre, Mary, Sadie, Cyrus el gato, y probablemente yo, la próxima”.
   
   “Hoy, antes de abrir el ordenador en el aparcamiento, he revivido uno de mis recuerdos preferidos. Woody y yo estamos sentados en los escalones del Museo Metropolitano, que acaba de cerrar. Observamos a la gente que sale del edificio con pantalones cortos y sandalias. Al sur los árboles están plantados en filas paralelas. El agua de la fuente sube veloz despidiendo gotitas que casi alcanzan los escalones donde estamos sentados. Miramos a las señoras de cabellos plateados y vestidos con estampados rojos y blancos. Separamos a los ratones de los hombres, a los turistas de los neoyorquinos, a los del Upper East Side de los del West Side. El vendedor callejero de pretzels nos vende una masa retorcida con grumos de sal encima. Hacemos los comentarios habituales sobre los chalados y nos imaginamos cómo debe ser vivir en un ático de la Quinta Avenida con vistas al Met. Nos reímos y decimos las mismas cosas de siempre. Nos cogemos de la mano y nos quedamos en silencio mientras el sol empieza a ponerse. Es una tarde perfecta. Con Woody hubo muchas tardes perfectas”.
     
   Y bien, Diane, muchas gracias por tus memories. Te debo, para cuando se pase el jaleo este de la Revolución pendiente que nos traemos en España, te debo yo un poema.


Post/post: gracias a Trecce, a Mónica, a NVBallesteros por dianekeatonear conmigo, por bloguear ayer a mi lado, GRACIAS.


    

3 comentarios:

  1. A mi también me encanta Diane y soy asiduo seguidor de Allen. Gracias por la reseña de sus memorias de tu anterior post, me llamó tanto la atención que la próxima que me acerque a una librería no dudaré en buscar el libro. Un abrazo.

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  2. Gracias por este relato, y por informarnos de cosas que alimentan el espiritu de personas cultas amantes a la lectura. Saludos desde Colombia.

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  3. “¿Por qué nos crearon con sentimientos de amor, para que nos quedemos con semejante vacío cuando aquellos de los que nos hemos enamorado desaparecen de nuestra vida?" Ciertpo, no es fácil encontrar una respuesta- Magnificas memorias. Saludos

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