Ramoncín, el rey del pollo
frito, ha sido al decir de la canallesca el
Héroe principal –junto a Peret y
Dyango, qué trío del Arte han ajuntado los designios del hecho diferencial,
por la gloria de Artur Mas- del
Concierto por la Freedom de Cataluña
que el sábado abarrotó el Nou Camp. En Ramoncín
cristaliza quizás el mejor símbolo individual de la transformación global que a
lo largo de los años ha operado el Estado de las Autonomías sobre las
mentalidades colectivas. Su sólo ejemplo, su muy oportunista trayectoria, acaso
explica mejor que cualquier otro dato ese suicida –para la nación española-
proceso.
Si apuntó Ramoncín en sus
orígenes maneras de punkarra nihilista que escupía al público, acabó por
eclosionar su figura como uno de los más indudables epifenómenos de la espumosa
“Movida madrileña”. Contenía la
misma una furiosa y sentimental reivindicación de la capital de España,
celebrada como vibrante espacio vital abierto al viento de la libertad, por
contraposición a la imagen antigua o a la caricatura que ya los nacionalistas
querían arrojar sobre ella. “Madrid me
mata”, era el eslogan que resumía –en carteles, en pegatinas, en
conciertos- esa veneración por Madrid.
Se olió bien Ramoncín esa
tostada, y de lo lindo fardó alternando y posando con Umbral y con Tierno Galván,
como si el Muso Oficial de la cosa fuera. Si palpitaría en Ramoncín entonces la
devoción por la capital de España, si derrotaría de su nuevo casticismo, que
incluso se descolgó escribiendo “El tocho cheli” (1993), y aún “El nuevo tocho
cheli” (1996), cual moderno Arniches
redivivo. Se arrimó luego a la “bodeguilla” felipista, cercano entonces a ese
sentir de los primeros pasos felipistas que los periódicos extranjeros llamaban
“el gobierno de los nacionalistas españoles”.
Como ni el punk ni el rock le acabaron del todo de cuajar, en el cuadro
de las incontables piruetas volatineras –siempre pro domo sua- que son la
marca propia de nuestro Mester de Progresía, al calor del Poder probó luego Ramoncín suerte en la TVE (española, sí)
como… ¡presentador de concursos!, y durante un lustro anduvo de lo lindo con
aquella matraca del “Lingo”. ¡Ahí es
nada, de punkarra escupe-espectadores a gentil busto parlante que te desea que
seas muy feliz y tal!
¿Acabarían ahí las Metamorfosis
del prenda, si us plau? No, padre. Quedábanle aún más redobles de escupitajos
en la chistera. El aborrecer en público de la célebre Operación Triunfo para nada le impidió ser jurado en una de sus
ediciones, por lo mismo que aborrecer hoy de la derecha extrema no le obsta
para tertulianear en Intereconomía cuanto puede. Sí, también como tertuliano
profesional ha puesto aquí y allá él sus picas, tal es su polimorfa
inteligencia.
Por llegar llegó Ramoncín
–como bien se ve es la suya la forja de un héroe- a formar parte de la dirección de
la Sociedad General de Autores de España,
de España, yes, prodigiosa cueva ésta, con más sospechosas sombras en sus muros
que las célebres de Grey, y en la
que como sabemos viviéronse extraordinarias dilapidaciones de moneda a vil
troche moche.
En fin, dice ahora Ramoncín
que él votaría por la independencia catalana, y que la bandera española a él no
le dice nada. Dice más, dice que… “soy
de Madrid, pero me siento catalán”, señalando así que, más allá de la
razón, hasta la misma sensibilidad suya se le ha permeado de lo separatista
catalán. Y con gusto le diríamos eso, “tú mismo con tu mecanismo, tron”, y
santas pascuas, de no ser porque ejemplifica el listo de Ramoncín mucho más que un caso personal: el naufragio de la
identidad colectiva, ese escandaloso vacío de lo español que el Frankestein de las Autonomías ha
procurado, y en el que los particularismos egoístas se revuelcan y medran.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
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ResponderEliminarAinssss amigo, a mi es que Ramoncín me cae fatal, con eso de la SGAE y de que nos cobra cosas que no deben, ya se me atraganta.
ResponderEliminarYa acabe la primera parte de la oposición así que estaré de vuelta por aquí un tiempo, hasta que me avisen de la segunda. Un besazo.
Del padel del otro día.
ResponderEliminarDon José Antonio, ese tal Javier podía competri perfectamente sin abandonar a su torpe compañero. Es sólo jugar. El competir teniendo a un compañero que juega peor que tú no le quita nada a la esencia de la competición.
El tal Javier, si es que ese su verdadero nombre, podía ser un hombre importante en ese ambiente de padel al saber todo el mundo que, aún pudiendo, preferiría a su Gran compañero a un buen jugador como compañero.
El asunto en lo individual parece bizantino pero no lo es. La cosa sería el ejemplo perfecto de a donde nos lleva la productividad por la productividad, cosa que está muy bien y defiendo en los negocios pero no en lo cotidiano.
Ser liberal no significa no ser capaz de discernir entre lo transcendente económico-material y lo transcendente cotidianao-vital.
Mire, yo compito en vela, si es que quedar entre los tres últimos los 5 ó 6 últimos años es competir. MI compañero cada año sabe menos de vela y más de cerveza y restaurantes. Nunca se me ha pasado por la cabeza cambiar de compañero o de barco. Somos nosotros los más constantes en el ranking. Al acabar la compteción nunca tenemos que esperar a que los camareros terminen de poner los aperitivos en el club. Siempre están puestos cuando llegamos, cosa que nos da la posibilidad de tener información de cual de ellos está más sabroso. Tenemos a esos superganadores de catadores de pinchos para que cuando llegemos nosotros tener la mejor información al respecto. Eso es ser un ganador.
¿Ramoncín? Que pereza.
ResponderEliminarNunca lo tuve alto, pero cuando él bajo a la Bodeguilla felipista lo borré de la lista de personas dignas. La erótica del poder.
Si lo hubiera llamado cualquier dictador sudaca hoy sería otro de los muchos que defienden aquellas causas.
Dicen que por la bodeguilla, el joven Ramocín hizo de todo y de todo le hicieron. En aquel entonces era guapito ¿No?
Me voy a la playa unos días.
ResponderEliminarHasta la vuelta si Dios quiere.