Es lo que tiene el acumular sobre uno
un racimo de años ya –tampoco tantos, no se alarme el millón de admiradoras que
en vilo me siguen, podría aún amarlas bien a la vez a todas-, es lo que tiene sobre
todo la memoria, que… nihil novo sub solem, yes. ¿Sabrán las activistas de Femen quién es Susana Estrada? ¿Le rendirán acaso merecidos honores de pionera en
la cosa esta del despelote, o de la reivindicación del cuerpo como reducto
sagrado del gozo, si nos ponemos pretenciosos? Sospecho que no, que lo que a
ellas les va es lo del “sagrado” aborto (ya les vale), el puño en alto y tal y
tal.
Acaso nos sirva la imagen (de 1978,
durante una entrega de premios) para, confrontada con la de las Femen en el Congreso el otro día,
hallarles las siete diferencias del juego. Yo creo que el contraste de ambas
confirma de primeras dadas mi teoría de la creciente chabacanización de la
sociedad: el homo gañanis de mis entretelas, el prototipo canónico de estas Sociedades de la Telebasura.
Así, frente a los cuerpos pintarrajeados con bárbaros mensajes encima y
el griterío destemplado y afrentoso de las Femen,
jóvenes miembras de las generaciones mejor formadas de la Historia, esa cierta
elegancia de autocontención entonces a la hora de dar la nota –el do de pecho-,
incluso esa sonrisa amable, tan valiosas en sí,
en la persona de una actriz de segunda fila, no especialmente cultivada.
Frente a la híspida y grupal acción de comando belicoso de las Femen, el medido gesto estrictamente
individual de Susana Estrada, una
mujer. Frente al calculadísimo mensaje concreto de las Femen, su maquiavelismo escenográfico diríamos, la jubilosa
transgresión sin cálculo de la Estrada, su
simpático happening. Frente a la
crispación que, en un sentido o en otro, en el destinatario buscan adrede las Femen, la risueña benevolencia a que
predispone la ocurrencia de la actriz. Y si de reivindicar lo femenino se
trata, si de ensalzar la vibración de placer que en el cuerpo, con resquicios
de paraíso perdido y encontrado, asoma, lector, cuál es de las dos imágenes más
turbadora y eficaz, cuál denota un mejor estilo, un mayor refinamiento, dímelo
tú.
Por no hablar, lector, de la preparación, de los resortes culturales, de
la acabada personalidad de los políticos de entonces –aunque mucho se pudiera
discrepar de ellos- confrontados a los badulaques de ahora. Quién, oh, tiempos,
nos habría de decir entonces que acabaríamos en un oscuro blog reivindicando la
progresista y luminosa sonrisa de Susana
Estrada. Pues que viva ella, hombre.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
¿A la vez? A todas??
ResponderEliminarGuau.
Aquellas, las de entonces. Las de cuando laTransi, aunque criticables en muchos aspectos, no son comparables a estas pelanas. Aquellas empezan una batalla aunque sólo fuera de imagen. Estaban más por su promoción que por lo de las libertades. Sólo ahora se considera moderno el destete. Se utiliza de la forma más ridícula y hortera.
ResponderEliminarAhora son gente cobarde y sin ideas "nuevas", y las de antes eran valientes.