Nos
envuelve ya la noche estival
el
sortilegio de embrujo denso
que
su estela consigo trae.
Casi
una invitación a la locura
este
rotundo plenilunio
las
estrellas como al pairo en lo más alto
azuleando
de belleza la negrura
en
el preliminar septembrino
con
requiebros de otoño en el aire tibio.
Si
abro los ojos entonces no
pero
si los cierro…
aparece
tu rostro delicado, ¡SÍ!
Tecleo
mi alfabeto a ciegas…
¡y
sólo me sale tu nombre!
Pasearíamos
en paz y de la mano
bajo
la trama opalescente de las estrellas
sólo
es eso.
Caminaríamos
hasta el claro del parque
municipal
y escaso por el día
selvático
y noctívago ahora
jungla
suave en la que adentrarnos tranquilos,
sólo
es eso.
Nos
azotaría la pleamar de la noche
un
poco el rostro
aunque
sobre todo se ocuparía
en
la comisura de tus labios sabios.
Le
pediríamos parecer a las farolas cholas
atacaríamos
muy bajito
canciones
que creíamos olvidadas.
Iríamos
cogidos de la mano,
ya
no hace tanto calor,
sólo
es eso.
¿Sabes?
Hay flores de colores
que
aún exhaustas del estío
atesoraron
en lo hondo de la corola
una
brizna, una miaja, una pizca
de
su aroma dulce para nosotros.
Le
silbaríamos jubilosos al viento,
sólo
es eso.
Y
ya en el claro
en
la cruz de luz de su redondel
como
un niño granuja
con
el dedo te señalaría
el
clamor en esplendor
de
la luna superllena.
Bajo
ese alud de blancura,
así
tú suspendida,
por
sorpresa de fresa
oh,
mía ricura,
de
besos la cara te abarrotaría.
Era
sólo eso.
El siete de septiembre fue, sí. Tres
años y un mes de blog. Más de novecientos
textos míos ya. A la manera en que yo los hago. Todo ese trabajo. Ahí
están. ¿Y? Me siento como si hubiera escrito entera la Enciclopedia Británica… en vano, la verdad. En octubre del año
pasado, sin contactos, harto del silencio y del desprecio editoriales, me
autoedité LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON
ÍNFULAS. Añadí además en el frente lateral del blog: “Si lo que lees aquí juzgas que
debe ser agradecido, para animar también a que siga siendo posible, pídeme este
libro, pues con el mismo además te entrego un trozo vivo de mí”.
Bueno, los resultados del emplazamiento han sido pero que muy discretos.
No hablo de vender mil ejemplares. Ni la mitad. Ni la mitad de la mitad. Ni la
mitad de la mitad de la mitad siquiera. Ni a eso he llegado. Aún no he
conseguido recuperar del todo los dineros que arriesgué. Es el caso que no dejo
de recibir encendidos elogios. Muchos, muchísimos. Y qué palabras tan bonitas.
El caso es también que el número de visitas diarias al blog es para mí
más que considerable. 731 seguidores en el blog, 3590 en Twitter. No sé. La
estricta realidad es que desde luego muchas
personas observan, pero no valoran lo que hago. ¿Es mucho pedir a quien con
regularidad todo el año lee tu blog que te solicite el libro? Mi libro además
vale mucho más que quince euros, estoy seguro.
Es desalentador. Es amargo. Es descorazonador. Es lo que hay. El chasco
te obliga a reflexionar. A pensar esta desolación. Y, la verdad, lector, no
tengo ni idea de lo que voy a hacer.
Por supuesto permanece y
permanecerá siempre indeleble en lo más hondo de mi ser la gratitud inmensa a
cada uno de ese puñado de valientes que, sin conocerme de nada, han apreciado e
impulsado mi escritura pidiéndome el libro. Si cierro los ojos, creo que podría
decir el nombre de cada uno de ellos. Alguno se ha molestado incluso –y pongo
aquí sólo unas cuantas, pues otras, maldición, las extravié, agradeciéndoselo
por igual a todos- en escribirme cosas tan preciosas como éstas:
Encarni:
“Jose, llevo el Bobo con Ínfulas por la mitad, y me tiene entusiasmada.
A veces no sé si reírme o llorar… me encanta!”
Gaby:
“Ya terminé tu libro, Jose. Lo leí dos veces al final. Me encantó. No
dejes de escribir. Aunque, pobre prota, joer, qué vida.”
Toñy:
“Leyendo la realidad de un libro por 2ª vez para evadirme de la ficción
de la realidad. (las Historias de un bobo con ínfulas)”.
Mati:
“Jose Antonio, estoy volviendo a leer tu libro. Cada vez le descubro
cosas nuevas. Me sienta bien… Gracias”.
¿Su libro?
ResponderEliminarNo se hizo la miel para la boca del asno.
Predicar en el desierto.
Sembrar en barbecho.
Yo me conformaría con su capacidad de escribir y me dejaría la cosa crematística.
Aquí un seguro comprador de su próximo libro.
Sería maravilloso que alguien me dijera esto:
ResponderEliminar" Tecleo mi alfabeto a ciegas…
¡y sólo me sale tu nombre!"
Nuestro nombre en boca del amado puede tener miles de registros, y todos hacen vibrar nuestro corazón.
Un afectuoso saludo.