Verás, Fabio,
necesito creer que estás en alguna parte, en algún sitio mejor que este.
Necesito creer que los niños asesinados, todos, permanecéis siempre niños, es
decir, llenos de gracia, en un lugar a salvo de todo mal. Necesito creer que
ningún pesar allí os alcanza, que incluso allí comprendéis la furiosa locura
que tantas veces ataca a los hombres. Quiero creer, Fabio, que estás muy por encima de todos nosotros, invulnerable y
radiante para siempre.
Ya lo sabrás entonces, Fabio:
por mandato estrasburgués, tras unos cuantos años en la cárcel, han soltado a
tu asesino. Si todo crimen es irreparable, el de un niño de dos años, ni con
cien vidas que tuviera podría su
responsable jamás resarcirlo. Si como mínimo hubiera salido de presidio amargado,
con la cabeza gacha y asqueado de sí, si se hubiera hincado de rodillas como un
hombre de verdad arrepentido ante tus deudos para demandarles un imposible
perdón. Ni lo uno ni lo otro. Si al menos todo hubiera acabado ahí.
Un centenar largo de personas lo recibieron en la plaza de su pueblo
como sólo se festeja a un héroe. Cohetes, pasillo de honor, antorchas, vítores,
banderas… incluso alguien mandó repicar campanas en su honor. Quizás el detalle
de las campanas, de su misterioso y sagrado sonar, fue el que más me desazonó. Porque
el sonido de las campanas, el oleaje invisible que propaga su armonía, su
melodioso eco, hacen vibrar el horizonte, se expanden en él, elevan hacia las
regiones más transparentes su música, a todos sin querer nos espiritualizan.
Hay algo tan irremediablemente nauseabundo entonces en recibir al etarra
asesino de un niño haciendo cantar campanas… que dan ganas casi de llorar. ¿Desde
cuándo se ha hecho el inconfundible y alado repique de las campanas para
agasajar al asesino de un niño? Es insoportable ya la sola idea.
Doblan las campanas por tu
asesino, Fabio. Acaso lo nombren
pronto Hijo Predilecto del Pueblo, y
vuelvan a repicar campana sobre campana en su honor, como en el más siniestro
villancico, así las gastan muchos de la izquierda abertzale, que las cosas más sencillas con su odio
envilecen. Puede que incluso ese malhadado día se abra él de pecho en un balcón
ante su Pueblo: “Yo fui uno de los que con mis manos forjé la Independencia de
la gran Euskalherría”. Ah, sí, ¿y qué
fue lo que tú hiciste?, se le escapará a uno que pasaba por allí. Y todos
callarán que lo que hizo fue asesinar de un bombazo a un niño de dos años.
¡Menudo héroe!
Ahora que se cumple el aniversario de Albert Camus, “me resisto a amar una Creación en la que los niños
son torturados”, qué poder decirles que pudieran comprender a esos cafres
kukluxklanescos que ensalzaron a su ídolo. Nada, absolutamente nada. Acordarme de ti, Fabio, sí, obligarme a pensar que en algún mirífico paraje tú moras, despreocupado
y feliz, y hacer sonar bien alegre la
campanita de este mísero blog en tu honor, ding-dong, ding-dong, ding-dong, por
ti, Fabio, niño.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Y a lo mejor, en ese acto del campanario, oculto, estaba el gran campanero ZP, forjador de la libertad de tanto asesino, asignatura ésta de la falta de conciencia que también ha aprobado este Gobierno.
ResponderEliminar¡Menuda independencia la que pueda basarse en la muerte de tanto inocente y la aquiescencia de tanto burro culpable!
Muy buenoooooo!!!!!!!!
ResponderEliminarSeguro juegas con mi hijo Kiko
ResponderEliminarEse que seguro te ayuda hacer travesuras
El se fue porque estaba enfemo
Un treninta de Dicienbre
Y quiero creer en Dios
Pero me cuesta mucho por
Y quiero creer porque es maravilloso imaginaros jugando justos
Y que los que tocan canpanas y celebrar tu muerte querido Fabian
Rindan cuentas ante ese Dios que si existe estareis siempre en su presencia Un beso
Favio, pienso y pienso, y creo que Dios te llevó con Él con el fin de no vivir en este indigno mundo y más concretamente en esta puta España.
ResponderEliminarFavio, este es un país de hombres cobardes. Ni con la ley ni la sangre hemos sabido vengar tu injusta e inutil muerte. No te pido que nos perdones porque yo soy el primero que considero que no me merezco tu perdón. A lo mejor, algún día, un hombre justo y valiente sabrá y tendrá el valor para vengar tu muerte.Y en ese acto vengar la muerte de tantos inocentes.
¡MALDIGO A LOS ESPAÑOLES Y SU COBARDÍA! Pensando en ti me siento nadie. Ser nadie me es más cómodo que ser lo que soy.