Verás, lector, si aprecias la
literatura, si las palabras que escribo por dentro alguna vez te estallan, si
conoces a alguien que merezca o que sepa paladear el valor incalculable de la
escritura pura, en ese caso, querido lector, trátase tan sólo de conjugar, casi
como en una oración, el verbo regalar.
Mira:
Regálame-regálate-regálale-regalémonos-regalaos-regálalos…
el mío libro, claro.
Me preguntaban ayer, “bueno, vale,
¿pero tu libro de qué va?”. Me hubiera gustado contestar lo de Woody
Allen a propósito de “Guerra y Paz”: “Va de
Rusia”. Decirle yo: “Va de las ilusiones”. Pero
esos lujos le están vedados al bloguero anónimo que va por los ríos desbordados
del Twitter mendigando aquí y allá su desconocida mercancía.
Tuve entonces que pensarlo. Mi libro cuenta la historia de un cuarentón
al que su mujer le señala la puerta de salida de la casa. Descubre entonces su
minusvalía emocional. De cuanto le ocurre después, cuando ha de salir al mundo,
ajeno y anchísimo, para superar su zozobra, para engañar a su desconcierto. De
lo duro que se le hace ese aprendizaje elemental de la supervivencia afectiva.
De cómo hallará en la propia escritura, a trancas y barrancas, la brújula que
le permita hallar al cabo una imagen aceptable de sí mismo, y levantar así el
muro de la obturación interna que le impide ver la belleza y el propio absurdo
del mundo y de la vida, que es lo único que tenemos. De eso, de esas ínfulas.
Porque a mí parecer un libro íntimo, no tanto porque nos revele interioridades
escabrosas, sino porque sobre todo consiga con desnudez hablarnos como al oído
de los paisajes esenciales del alma de quien lo escribió, es también uno de los
más acabados símbolos por los que alguien ofrece al Otro –a quien físicamente no tiene delante, al que de otra forma
difícilmente podría hacerlo- la propia mano. Esto soy. En estas
historias –no en forma de un discurso, sino con destreza encarnadas en
personajes vivos a los que les ocurren cosas, a quienes sorprenden los avatares
amargos o alegres de la vida- late la urdimbre sentimental que hasta aquí me
trajo. Quiero ponerlas en común contigo. Quiero revivirlas a tu lado.
Puede que te reconozcas también en ellas. Aquí tienes mi mano, tómala.
Estréchala. Entrelaza la tuya con la mía.
¿De qué va?
ResponderEliminarVa de lo que todos los del baby boom somos. Va de lo que aquella educación nos dejó de bueno y malo. Va de que no nos educaron para las separaciones. Va de que pensábamos que el amor era para siempre. Va de una generación, que por la educación familiar y escolar que le tocó, se crio y creció con una sensibilidad social extraordinaria; con preocupación por los demás y curiosidad por lo distinto. Va de una generación esperanzada pero algo miedosa.
El libro, al contrario de otros muchos, no defráuda, y además de dejarte pensando muchas veces, lo más increible es que a poco que bajes la guardia te partes de risa.Ya saben... esa risa tonta que nos entra cuando nos reimos de nosotros mismos.
-Muchas gracias, don Napo, por tan precisas cuanto preciosas palabras al mío libro dedicadas. Gracias por pedírmelo e impulsarlo.
ResponderEliminarUn abrazo