jueves, 13 de febrero de 2014

¿Y quién imputa a las Hijas de Chávez?

      

   Las Hijas de Chávez, el Bienamado Espadón de la extremista progresía patria -de la española, digo- en las mejores esencias del socialismo educadas, diez meses después del hecho biológico, se resisten a abandonar La Casona, la presidencial Mansionaza. Qué espectáculo tan bello (diría Boris) para el Mundo, y tan apenas glosado, que nos están brindando esas niñas,  por las que una misma heroica sangre redentora de los Pueblos y de la Humanité corre, fíjate. La mayor, Rosa Virginia, está casada con el actual Vicepresidente del país, como tú lo oyes. La pequeña, Rosa Inés, mientras los venezolanos por ley tienen limitados los dólares que pueden poseer, gusta de fotografiarse, y subirse así de enjoyada a las redes sociales, con impresionante fajo de los mismos a modo de abanico sobre la cara, dejándoles libres los ojos, tan vivos.
   
   Se dan en fin, acaso nunca mejor dicho, las Hijas de Chávez una vida padre, fiestorro va fiestorro viene en las mismas caras del Pueblo, tan necesitado, tú me escuchas. Cuando Maduro les susurra “y bien, ya, mis lindas niñas, quizás va acaeciendo ya la hora de dejar la casa”, debe a ellas caérseles al unísono la risa floja, como si le devolvieran un tácito “va, cállate ya, huevón, que si no es por nuestro Padre padrone de qué tú vas a estar acá, bobo plomizo, ya aléjate”.
     
  Sorprende, bueno, no, no sorprende nada, que los abnegados Indignados universales, celebrities y del común, que tanto aquí en redes le zurran a la nuestra Infanta –culpable para empezar, desde luego, de haber elegido al arribista Urdangarín  y de no haberle mandado al cuerno cuando se supo de los bochornosos correítos- , el atronador silencio que al caso de las depredadoras Hijas de Chávez guardan, tan sensibles de consuno ellos a la más pequeña injusticia en el Planeta. Se retratan de nuevo, claro.

   
   El desparrame dilapilador de las Hijas de Chávez, tan ricas ellas, hace recordar, en fin, la sabrosa anécdota que en su día su muy revolucionario Padre protagonizara con Sean Penn, otro ricachón del celuloide ante él derretido.  Prometió solemnemente Penn ante su anfitrión que educaría a sus hijos Hopper y Dylan “como socialistas y revolucionarios”. “Más bien los educas para que sean médicos”, le respondió en público burlándose Chávez en Maracaibo, quizás molesto ya de tan pegajosa servidumbre. Podría ahora Penn decirle algo lacrimógeno a esas niñas, o devolvérsela doblada al interfecto (más vale que simplemente las hubieras educado tú, farsante), algo así. Pero francamente no creo que el multimillonario Penn esté por decirle ese sí a estas niñas tan ricas. Anda, Sean, no seas así y llévatelas a Hollywood, hombre de Chávez.




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

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