Sobre la pasarela, bajo la que
discurrían las aguas de un río, como en un altar del horror, quedó yerto y
destrozado el cuerpo de Isabel Carrasco,
presidenta de la Diputación de León. Otra mujer, de 58 años, en insólita
estampa para la historia criminal patria, con un revólver allí la mató, y aun
contra la nuca luego la remató. Como rubricando y exaltando el criminal acto de
puro odio, apurando con regusto esas heces, al día siguiente alguna bellísima persona escribió sobre ese
mismo asfalto la cartela inconcebible: AQUÍ
AYER MURIÓ UN BICHO.
Y también allí, emplazados antagónicamente en aquel terrible instante
“total”, borgiano, el uno por necesidad y el otro por azar, hechos carne y
hueso los prototípicos poli malo y poli bueno de las películas. De un lado,
amarga sombra a pesar de toda su radiante juventud, Raquel Gago, policía local, receptora del arma homicida y
encarcelada por su presunta colaboración en el crimen. ¿Se insiste bastante en
el contradiós, y en el asco de sí mismo, que debiera siempre suponer la
participación en el peor Mal de un agente de la Autoridad, al que se supone una
vida impulsada sobre todo por la natural defensa del Bien?
Mas también allí, en dramático contraste, un policía anónimo y jubilado, su brillantísimo desempeño cuando
nada se lo exigía, sólo el desenvolvimiento de su noble instinto, del espíritu
que movió su profesión y lo conformó, su expuesto desvelo en pro del Bien.
Anótese bien el violento juego de antítesis allí presente: nombre frente a
anonimato, juventud y belleza versus jubilación y vejez, Mal frente a Bien.
Y quizás el corolario de siempre en estos confusos tiempos
post-modernos: no hay color, de nuevo escénicamente la irresistible seducción
del Mal frente al feo aburrimiento
del Bien, tan cansino, tan
simbólicamente jubilado también. Sólo
que en el Bien, en su preservación, nos va el mantenimiento de la vida en
sociedad. Es que sin la virtuosa acción de ese policía jubilado, de quien no
tenemos ni el nombre, acaso los criminales se hubieran salido con la suya. Es
que es necesario proclamar la grandeza, el mérito y, por qué no, la belleza de ese
obrar:
El anónimo policía jubilado atravesaba del brazo de su mujer la fatídica
pasarela. Se cruzó con la que iba a ser asesinada. Escuchó a su espalda las
tremendas detonaciones. Se giró y abrió bien los ojos. Con indecible aplomo
apaciguó primero el sobresalto nervioso que a su esposa acuciaba. Superó él
mismo el lógico cortocircuito de las sensaciones que a todos en casos así nos
asalta y bloquea, como si renaciera en él de golpe el policía en la plenitud de
su saber hacer.
Puede que le diera luego una ojeada al cuerpo ya rematado, pero por nada
perdió de vista a la mujer que a grandes pasos ya se alejaba, la única que podía
haber disparado. Con sigilo y destreza maestros, con férrea determinación, sin
levantar la sospecha de ella, despreciando el miedo en pos de una persona
armada que acababa de asesinar, se decidió a seguirla, a la vez que por
teléfono se comunicaba con la central de la policía. Vio cómo se reunía con
otra mujer más joven, y cómo del lugar ambas se alejaban sin dejar de aparentar
resuelta tranquilidad. Observó así como más tarde la pareja se separaba.
Resolvió continuar el rastro de la mujer de los disparos, hasta que ésta
se introdujo en un coche deportivo, donde, merced a las indicaciones
telefónicas que a la central él había proporcionado, irrumpió el coche policial
que procedió a la detención. Más tarde llegaría allí la joven, también
detenida. Sin la pericia, sin el talento, sin el innato y valeroso impulso a
obrar bien de este hombre, policía jubilado,
cuyo nombre ycuyo rostro ni siquiera conocemos, tan sólo una diminuta gorrita
blanca en la borrosa imagen, es seguro que las criminales por ahí andarían, tan
campantes. Gracias, pues, Señor.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Al poli bueno" se le debe respetar su anonimato, pero merece la medalla al Honor.Hoy estarían especulando sabe Dios que,la política y las luchas internas de los Partidos son malas consejeras, aquí ahí mucho de eso ..saludos..
ResponderEliminarQue esta reflexión ayude a despertar de la pasividad esa parte buena que todos debemos llevar dentro. Que falta hace.
ResponderEliminar-CLAVE, Fran: gracias por vuestra interesante aportación. Saludos
ResponderEliminarCelebro mucho este post, sobre un anónimo policia jubilado que cumple con su vocación protectora hacia la sociedad, para que, a través de tus certeras palabras, tenga ocasión de recibir el agradecimiento y la admiración de quienes te leemos, pero igualmente de todos los ciudadanos de BIEN. ¡Gracias!
ResponderEliminarHola, Chela: gracias por tu comentario, también por el otro que me dejas. Estoy de acuerdo contigo. Y gracias, de nuevo, por pedirme el libro.
ResponderEliminarsaludos
Este caso es rarísimo, se dan tantos elementos insólitos: madre e hija con espíritu asesino, padre inspector de policía, amiga poli que ayuda a madre e hija y por último poli jubilado que presencia los hechos, vamos me dices que es un argumento de una novela y te digo que vaya historia más absurda.
ResponderEliminarSi las señoras llevaban dos años planeando el asesinato bajo su techo tal vez el pater familias debería dedicarse a otra cosa. Muy oportuno el jubilado, incluso demasiado, lo que queda clarísimo es que a la asesinada le tenían ganas, y no solo las asesinas.
Hola, Sonja: muy atinado todo lo que dices, es verdad, una realidad sobresaturada de tremebundas ficciones a la vez. Gracias, una vez más, por impulsar con hechos mi escritura y mi pobre libro.
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