Y lo será pasado mañana, y mientras las personas en España conserven la
razón y la memoria, y la obligada gratitud que se debe a uno de los Mejores de
entre los suyos que tanto nos dio, lo seguirá siendo. La Novena de Nadal en Roland Garros, el himno de su alegría, que es
también la nuestra. Reinó una vez más Nadal,
desembarcó triunfante, y emocionadísimo en lo hondo, sobre la rojiza arena
batida de París. Vivimos y sobre-vivimos con Nadal. Vibramos al unísono con Nadal.
Con él suspiramos, en su vuelo nos lleva, a su lado nos sentimos. Queremos a Nadal, por más que en la vida lo
hayamos tocado, de la misma forma en que acariciamos nuestros mejores sueños,
más reales así que la realidad gris que nos rodea.
Hubiera perdido ayer y en nada, ni en
una infinitesimal molécula siquiera, hubiera menguado la admiración que hacia
él guardamos, pero mejor celebramos aún la Victoria, claro. Más ahora, cuando
cada vez las victorias son más caras, y cómo eso se ve, y cómo se sufre y se
disfruta eso. Y rezuman las mismas -el fruto de mil emociones a la vez batidas,
el desembocar de todos los tiempos pasados estallando de golpe en las sienes-
el dulcísimo regusto que llevan, la íntima conciencia de saber que son ya éstas
las penúltimas y que conviene a fondo paladearlas antes de que todo se esfume y
sólo sombras sean.
Derrotó y doblegó de nuevo, en otra épica contienda, a Jokovic, que es más alto y más fuerte
que él, que reúne más potencia y más técnica tenísticas que él, pero que una
vez más, extenuado y maravillado también él, acaba por rendirse ante la
tenacidad y el corazón batallador de Nadal,
tan descomunales que se miden en magnitudes aún no descubiertas.
Gracias, Don Rafael Nadal, lo
vuestro sí que es un don, por regalarnos ayer otro momentazo de un alborozo
indescriptible, de esos en los que espontáneamente agradeces a las alturas el
estar vivo y haber tenido la oportunidad de coincidir y de convivir con el
empuje, con la garra y la fortaleza mental que hallan en tu persona la mejor
representación imaginable.
Aventamos en tu honor nuestros pobres laureles, los mejores que somos
capaces de entretejer. Nos sentimos más fuertes y poetas contigo, con tu
ejemplo grandioso. Queremos mucho a Nadal.
El vértigo del puma
La garra de la pantera
El coraje de un tigre
El pundonor del Viento
El batallar de un Aquiles
El tesón del elefante
El corazón de un león
La rabia del navajo
El coraje incontenible
de un Hijo de la Selva
que entre ellos hubiese nacido
amamantado con ellos
a su misma sangre aliado,
que su impenetrable fuerza contuviese,
esa jungla que en su pecho brinca
y que a su lado ruge
a cada nueva victoria.
Oh, Nadal, hijo único de España,
indómito Titán nuestro,
cómo mil veces dibujarte
cómo celebrarte
cómo agradecerte
si sólo con palabras
flores mustias
muletas gastadas
juguetes viejos
para cantarte contamos.
Cómo pueden salvo en sueños
dar las hormigas cuenta
de la hazaña de un ciclón
que de sólo una raqueta
brota, brilla y se alimenta.
Un Universo limpio
una música nueva
una playa nunca vista
compondríamos con las manos
para ti si pudiéramos.
Oh, Nadal, héroe de nuestras vidas,
recoge la Copa marsellesa
escápate a Lesotho
trepa la Gran Roca
convócales allí a todos
a los lobos, a los depredadores felinos,
a los gorilas y a las hienas,
a las águilas y a los caimanes,
iza el Trofeo para ellos
elévalo hacia la Luna golosa
que retumbe la Selva en tu honor,
que todos los españoles
ya te llevamos preso
presos de ti también
en lo más dulce del corazón.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Nadal tendrá que regalarte la raqueta!
ResponderEliminarQuince años hace, más o menos, de esto. Un imberbe jovenzuelo se presentó en el club que fue de mis amores para jugar un torneo juvenil que acabó ganando. Buscaba gente mayor para pelotear y allá se presentaron dos de los más inconscientes. Mientras uno devolvía bolas como podía,el compañero, ansioso por entrar en juego, puso en movimiento la suya de tal modo que el jovenzuelo, de nombre Rafael, se encontró con dos bolas yendo una a parar en su hombro gracias a un rápido movimiento de cabeza que logró apartarla del ojo izquierdo. La mirada que el joven le propinó al hombre, quince años mayor que él, le heló la sangre y ya no dio pié con bola desde entonces...
Al final dio las gracias muy amablemente y fuese y hasta aquí ha llegado...
No tengo recuerdo gráfico del momento, maldita sea...
Extraordinaria anécdota, César. Muchas gracias por traerla y escribirla aquí. ¡Has hecho ya así esa gran foto!
ResponderEliminarsaludos
Impresionante y bellísima página para un IMPRESIONANTE deportista cuya heroicidad cabalga tanto sobre lo deportivo como sobre lo humano
ResponderEliminarNo tengo ya adjetivos para elogiarlo después del poema que tu le has dedicado y que deberías hacerle llegar. Un poema tan hermoso, desde tu corazón y tus palabras, como la propia épica de Nadal.
Un abrazo,gran poeta.
Muchas gracias, Chela, eres muy amable
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