Habíamos anotado ya aquí, con motivo del estelar encuentro entre Belén Esteban y la entonces Princesa Leticia, lo que de simbólico
encerraba la Ocasión: la legitimación y la entronización de la Telebasura entre las principales
instancias sociales. Hasta tal punto la
Telebasura ha impregnado los modales colectivos que, con plena legitimidad cabe ya hablar,
creo, de Sociedades de la Telabasura como
simple enunciado descriptor.
En este sentido, los siempre muy adelantados y progresistas, modélicos,
príncipes suecos, acaban de regalarnos un argumento más a nuestro favor,
subiendo incluso la apuesta: con regia solemnidad hánse anunciado ya las
próximas nupcias del Príncipe Carlos
Felipe con Sofía Hellqvist, a la
sazón –pocas veces mejor dicha la sazón- sobresaliente stripper del reino vikingo. Alcanzó ella la Fama en 1995 como
ganadora de la versión sueca del Gran
Hermano, gloria que vióse poco después si cabe acrecentada tras
graciosamente posar ella en bolas para una revista masculina.
Por supuesto, no ha de verse en esta nota, lector, ningún puritano
reproche moral a los méritos profesionales de la novia, y más si como parece es
esta boda de las trabadas con motivo de amor, siendo este bloguero tan
partidario del mismo, sino estricta constatación de un relevante hecho social,
cuya luz quizás nos ayude a comprender mejor la sociedad que vivimos. Si
tradicionalmente los Príncipes confinaban al anonimato a las barraganas
destinatarias de sus urgencias venatorias o amatorias, acaso constituya todo un
progreso moral el que a una de ellas pública y legalmente se enlace, por más
que el hecho evidencie a la misma vez el indudable ascenso social y la diadema
de respetabilidad burguesa que de refilón los valores de la Telebasura, que en Sofía Hellqvist se encarnan, adquieren.
Es como si la Realeza y la Telebasura, en el himeneo fundiéndose, un
poco se confundieran, y un poco nos confundieran también a todos, que no
sabemos bien si somos ya seres reales, hiperreales, meros replicantes, o
espectadores voyeurs de esa “experimento sociológico” triunfante que un día
nuestra impar Milá a los vientos
proclamara. ¿Y si el príncipe sueco hubiera desposado, por amor, of course, a una feúcha pero muy
diligente bióloga? (No hablo, claro, de Ana
Obregón) ¿Acaso no habría constituido un mejor ejemplo para súbditos y ciudadanos?
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
Jejejenial... un poquito de envidia se entrevé entrelineas ;-)
ResponderEliminarmisael.
un buen blog
ResponderEliminarBolsonxx: no solo es que no se case con una feucha, biologa o no, es que por que lo llaman amor cuando quieren decir sexo (Groucho copyright). Porque la niña esta que cruje, no nos querra convencer que ella está enamorada de el... y los hombres se pueden enamorar, jajajaja.
ResponderEliminarNuestro felipe confundio tambien sexo con amor con su modelo de lencería, menos mal que le reconvinieran a tiempo. Para eso están los padres.
La monarquía se cava así su propia tumba ya que muchos monárquicos de convicción se alejan ante tales hechos.
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