Había llegado a la Final del Mundial en Copenhague, sí, por su pundonor, por su
superación, por su trabajo, pero todo lo tenía ahora en contra. Empezó perdiendo 6-0. Carolina cedió el primer set. Jamás había derrotado a Li Xuerui, la Campeona inexpugnable. Y
más: desde hacía quince años las asiáticas apabullaban a cuantas rivales se
acercaban. Más allá: en la China cien millones de licencias de bádminton (esa modalidad del tenis en
el que la pelota se transforma a medias en grácil mariposa) frente a 6.800 en
España. Todo olía pues a derrota en Dinamarca.
Pero Carolina Marín, onubense
de 21 años, ojos de azabache y misterio, nuestra sirenita alada, no se arredró.
Plantó cara a Li. Con una
determinación desconcertante desplegó entonces el vendaval de su furia, el fino
tino de su técnica depurada, el alarde de un despliegue físico que alcanzaba y
respondía a cada diablura de la oriental. ¡Qué tres mil delicias contemplar su
recital con la liviana raqueta contra la bola emplumada sobre la pista! La
alada rapidez en las piernas, la inverosímil versatilidad con que maniobraba el
cuerpo para llegar con agresividad a por todas, la pericia de su muñeca maestra
con que una y otra vez desbordaba a Li. ¡Cuánto
corazón desatado sobre la cancha!
Lo consiguió. ¡Ganó! ¡Ganó! Se derrumbó en éxtasis de alegría Carolina sobre la pista. Corrió como
loca luego a abrazarse a los suyos. Se envolvió a la bandera española. Subió a
lo más alto. Sonó el himno español, la música en que nos reconocemos en lo
mejor nuestro. La desbordó entonces la emoción. A muchos se nos humedecieron en
ese instante los ojos con ella. Esas lágrimas hondas, Carolina, quizás se perderán, como todo y como todos, entre la
lluvia inmisericorde del Tiempo, pero al menos aquí, en este mísero blog,
intentamos retenerlas cuánto nos fue posible, para que más así perduraran en la
memoria como testimonio de tu hazaña.
¡Y qué culminación tan hermosa del momento, Carolina, cuando luego posaste para la Posteridad mordisqueando la
medalla del Oro, vinculándola así en cadena impagable de afecto, admiración, y
complicidad a la costumbre de Rafa Nadal,
el tuyo y el nuestro Ídolo! Qué bella
eres, Carolina.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
No sabía nada de este deporte hasta hace un mes, cuando conocí a un cargo de la federación en un curso de inglés. Me alegro mucho porque los deportes minoritarios tengan momentos de gloria. Enhorabuena Carolina!
ResponderEliminarNo sabía nada de este deporte hasta hace un mes, cuando conocí a un cargo de la federación en un curso de inglés. Me alegro mucho porque los deportes minoritarios tengan momentos de gloria. Enhorabuena Carolina!
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