Gasta, incluso a los 70, un espeluznante aspecto patibulario,
-patillotas de bandolero bajo la calva, estrafalarios colgantes sobre ambas
orejas ensartados, espesote mostacho mediocanoso en herradura- redundante todo en él, pues es un tipo en
verdad patibulario: 17 crímenes sobre las espaldas adornan sobre todo a este Carnicero. Icónicamente es el Abuelo
ideal de los filobatasunos ejemplares de las CUP, con quienes ahora el aseadito mayordomo que parece Artur Mas políticamente se amanceba. Ha tenido a bien el matarife etarra
conceder una sonada entrevista a Ángeles
Escrivá en EL MUNDO 20-10-2014,
por lo demás muy ilustrativa del horrible presente que atravesamos.
Sin duda los años en prisión han
servido al carnicero etarra para aprender, también él, como los populistas
extremistas tan exitosos hoy, a hacer sus jueguecitos con las palabras, es
decir, a definir la Realidad a su conveniencia. Así destaca, brutal, su
principal speech: “Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado”. Viene a ser él, vamos,
como el degollador de la Yihad, que el bestiajo etarra no quiere quedarse
atrás, y muestra también pujos teóricos tras los que “burocratizar” sus
cobardes gatillazos. Hacía años que no escuchábamos esta prototípica
justificación terrorista: sólo soy el marchoso administrador de una sentencia
que la Suprema Organización a la que pertenezco en justicia estableció, viene a
decirle a sus víctimas el verdugo etarra. “Cuando ejecutas es cuando lejos de obtener
un lucro personal, encima, vas a tener que pagar con la cárcel o con lo que
sea. Por tanto, yo no he asesinado a nadie”, “razona” el anti-sistema y exterminador etarra, cartesiano
a su psicópata manera.
“No creo en el arrepentimiento… Nada, nada, volvería a hacerlo, como una Alaska de los etarroides
en aquella Movida. ¿Has pensado alguna vez en tus víctimas? “No”.
¿Cuántos hijos tienes? “Ellas tienen ¿eh? Yo no. Uno en Méjico,
otro en Hendaya y otro en Capbreton”, pormenoriza el prolífico etarrón.
“No
tengo ningún inconveniente en reconocer el daño causado pero que el Estado me
reconozca sus hechos porque el que me ha empujado es él… para mí es el Estado
el terrorista, el que obligó a esa Organización a tomar una serie de
decisiones”, tan ancho el asesino, en libertad por Estrasburgo, teoriza,
calcando la canónica justificación etarra. Quién osa decir ahora que ha
reconocido el mundo etarra su derrota.
Y, oh, dudosa novedad, ha internalizado la mar de bien el Carnicero de Mondragón los populistas argumentos
Indignados tan en boga hoy: “los que roban 60 euros sí, esos van a la
cárcel y pagan ocho años, pero los que roban miles de millones qué… eso de
ponerse a pegar tiros lo ve la Organización que toma la decisión, o el Pueblo…
Yo no soy quién para decirle a los escoceses qué tienen que hacer (¿a quién nos recuerda esto
último, lector?) ¿Para qué han servido tantas muertes? “Para lo que ves hoy. Vete a
Álava. Hay más Pueblo, más consciente, más politizado”. ¿Pudo ser
contraproducente la política de asesinatos? “En los últimos tiempos sí porque
no eran acciones asumidas por el Pueblo. Y tú si estás en la lucha es porque el
Pueblo, más o menos, te está empujando, no porque seas el Mesías.
¿Cómo ves
la situación? “Digamos que esperanzadora… Voto a Bildu, aunque no soy de los partidos
que lo forman. Ellos rechazan la lucha armada. Yo no, yo rechazo cierto tipo de
lucha armada. Yo no puedo cerrar el futuro a generaciones venideras. Es su
decisión, no la mía… Somos el movimiento de liberación y la comunidad
internacional lo sabe… Lo único real es que, mientras el resto
construía, aun con defectos, vosotros matabais a inocentes. “Esa
es tu opinión”.
Con ese airoso relativismo remata el angelical
Carnicero de Mondragón la interviú,
de quien para más inri sabemos que ya otra vez, al inicio de la democracia, se
benefició de una amnistía concedida
por ese Estado tan terrorista que, a medias con el Pueblo Vasco Indignado, le
empujó a al menos diecisiete veces matar, y a miles de veces darle vivas a las
muertes que ejecutaban sus colegas. Que él, inocente total, querer, lo que se
dice querer matar, él no quería, oiga.
Otro que se iba a pudrir en la cárcel. misael.
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