Si a poco de levantar el Muro de
Berlín, acaso sellándolo con un beso -que decía la canción-, pasmaron al
mundo entero Honecker y Breznev, tan
talluditos ya ellos, con este
atornillado beso de película guay –es de ver la disposición verdaderamente
hollywoodiense de las cabezas, el cañón de luz que les estalla a los dos sobre
los rostros, purificándolos, los bien cerrados ojos de ambos partícipes, signo
éste de concentración y esmero sumos, el empuje entrante como de oso del uno y
la rendida aceptación entreabierta del otro, esa simétrica inclinación de las
testas en los tortolitos claroscuros, que hasta parecen oírse alrededor
primorosos los violines-, no estaría de más ahora, digo, que para rubricar la próxima fundación del Oasis, es
decir, la elevación de un nuevo Muro,
la indudable pareja política del
momento, Artur Mas y David Fernández de
las CUP, protagonizaran un similar e inmortal ósculo ante las cámaras.
Si siempre se ha dicho que hace la política extraños compañeros de cama,
acaso lo de esta extraña pareja –el
prototipo ejemplar de la alta burguesía catalana políticamente amancebado con
el cachorro probatasuno comunista e internacionalista para más inri apellidado Fernández- rebasa lo imaginable. Con qué
ilusionada unción aplaudió el airado Chico de la Sandalia la solemne firma por Artur de la Consulta Masiana, con qué conmovedora fidelidad
ha refrendado cada uno de sus pasos, cuántas veces y con qué balsámica
solicitud, cuando las internas querellas con el increíble Junq habían avinagrado el rostro de Mas, acudió Fernández en
compañía de Artur, evitándole las
amarguras de la soledad… ¿Acaso no contemplamos ahorita a Fernández de las CUP nada menos que presidiendo, responsabilizándose por tanto de que llegue la misma a
buen y seguro puerto, la delicadísima, para Mas y para CiU, barca de la comisión parlamentaria
encargada de difuminar los fantásticos latrocinios del clan Pujol? Siempre les
quedará Andorra, claro.
Decía Musset que “el beso es
el contacto de dos epidermis y la fusión de dos fantasías”. Y no se podrá decir
que precisamente de fantasía anden bajos Artur
y Fernández. Escribió, inmortal, Bécquer
aquello tan bonito de… “Por un beso… yo no sé qué te diera por un beso”.
Pues ea, como para sellar el Muro facieron Honecker
y Breznev, que lo mismo hagan por el suyo Mas y David. Que se besen así, sí.
Esa foto debería ser repartida entre todo el empresariado catalán: el chaval alpargatero con el mayordomo mandamás hablando con mucha cercanía. Así considerarán los empresarios el precio que tienen sus apoyos y silencios en la causa nacionalcatalanistal. misael
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