miércoles, 11 de marzo de 2015

... Y Andreas Kümmert dijo NO, sólo soy un pequeño músico

     


  Fue un pequeño momento estelar, una parábola ejemplar para estos tiempos de las CELEBRITIES bobas. Su voz, grave y melodiosa a un tiempo, mueve a asombro, aunque gaste unas trazas contrahechas: retaco, regordete y sonrosado, alopécico y timidote, con gafotas de esas que te hacen ojos de besugo sobre unas rojas  y silvestres barbitas de chivo.
   
    Pues, Andreas Kümmert, ataviado para la Gala como el que anda por casa rascándose la barriga, ganó con su Heart of Stone  la votación entre toda la Alemania espectadora para acudir al certamen de Eurovisión. Y cuando la última campeona, Conchita Wurst, la mujer barbuda, procedió a la lectura del fallo y la teutona presentadora –una rubiota colosal con los pechos apuntando al cielo y un moño vertical y fálico como el mismo Empire State de alto- le abordó micro en ristre con el arquetípico qué-se-siente-en-estos-momentos, Andreas bajó la vista, se ruborizó -sonrosándose así un poco más- y como todo un Héroe de la renuncia, como el inspirado adalid de cierto fracaso que optara por llevar la contraria al signo exitoso de los Tiempos, como un antihéroe de toda la vida, golpeando con un pie sin parar levemente el suelo, simplemente dijo:
     “Lo siento pero… no. No me siento en condiciones. Sólo soy un pequeño músico”.
   
   En efecto, como si hubiera en las puertas de ese Templo de la Celebridad proferido una blasfemia, una parte considerable del auditorio, sintiéndose contrariada, estalló en agrios abucheos hacia Andreas dirigidos, sin que le valiera a éste el haber pedido antes perdón. Más: la rubiota sacerdotisa del moño fálico que presentaba la Cosa, sorprendida, con ojos airados, le encimó –el pobre Andreas, intimidado por tanta mujer, dio un paso atrás- y, a medias enfurruñada, como despechada, maciza personificación ella de la Religión de la Fama, precisamente esta elocuente cutrez vino en directo a reprocharle:
     -“¡Esto es un coitus interruptus de la peor clase!
  
   ¡Eso al pobre Andreas le escupió allí! En esa alevosa exclamación retrataba la teutona conductora el ADN del Reinado de la Mugre: bajo glamourosa apariencia formal, la descarnada remoción de los más bajos instintos, la grosera sexualización de la cultura y la promoción del Éxito instantáneo que convierta a los ciudadanos en masas de simples terminales de hiperconsumo, eufóricas en apariencia.
   
   Cuentan las crónicas del evento, añadiendo gotas de misterio y terror gótico a la historia de Andreas, que cuando aquello acabó, sin participar en la rueda de prensa, “Andreas fue trasladado a su domicilio en secreto”. En fin, si Diógenes una vez a Alejandro Magno, que le ofrecía todo, dijera… apartáos, Majestad, me quitáis el Sol, ahora este genial Andreas a la tectónica teutónica dijo… sólo soy un pequeño músico. Y desapareció hacia el fondo del escenario. ¡Corazón de artista! ¡Bravo!   
    

      

Y esto me escribió Mari Carmen M Marín sobre LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS:
“Cher Jose Antonio, t´est un poéte. ¡Es verdad que tu libro hay que leerlo a la tuya manera…es decir… parsimoniasamente… doucemente… amorosamente. Porque tus historias cortas son pequeñas vidas tintadas de poesía, de una nostalgia impregnada de recuerdos y de humor, y de una cierta ternura. Un poeta en el alma a la recherche … de su ideal de femme?...Historias tristes a veces, humorísticas otras, irónicas aussi y sobretodo, sí, “touchantes”. ¡No lamento en nada haber leído la tuya manera de escribir!

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LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON INFULAS
Amor, humor, ternura, ilusiones
¡Barato!

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