jueves, 30 de abril de 2015

¡1501! Es eso, eso es, mon ami

     


   Con este van ya mil quinientos un textos míos a los vientos de este blog lanzados, de muy distinta naturaleza además, pues este trovador todos los palos frecuenta (relato, artículo, crítica, poesía), aunque cada uno de ellos con una común y alta autoexigencia adobados, mil quinientos uno, detrás uno de otro, unos seis mil folios, que se dicen pronto, mi particular Decameron, día tras día, mes sobre mes, año con año, que pronto un lustro de la botadura de este blog, que es globo de ilusión, hará.
   
   Quiero celebrar este 1501 contigo, buena amiga, buen amigo, puñado de nobles personas que me cumplisteis la merced que aquí yo ruego: que a cambio de cuanto yo  gratis et amore a diario te doy, me pidas tú LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS, que es lo mejor que tengo y puedo por el momento darte. Poco a poco, sí, mis Historias, mi Bobo, van abriéndose así camino entre los corazones de las generosas personas que me aprecian e impulsan.
    
   ¡Y qué alegría y qué aliento más incalculables cuando recibes y paladeas la preciosa carta que uno de estos amigos virtuales, a quien de nada conoces, a quien nunca jamás viste, me envió, en la que brillan magníficamente expuestas justo las palabras que uno anhela oír. ¡Gracias, mon ami! Estas que siguen:

Estimado José Antonio:

Soy seguidor de sus textos y admirador de su prosa y estoy interesado en adquirir dos ejemplares de su libro “Historias de un bobo con ínfulas”.
Me gustaría, si es tan amable, que me dedicase ambos ejemplares, uno para mi amigo A. F. R. y otro para mí.

Estimado José Antonio,
No me dé las gracias, en todo caso  debo dárselas yo a Ud., 25 € no son nada comparados con la satisfacción y el deleite que me proporcionan la lectura de sus textos.
Un afectuoso saludo.
Alejandro C R


  


SOBRE “LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS”
De las fatigas, de la incomprensión, del desánimo, de las falsas palabras de supuestos admiradores, de lo que cuesta cuando no tienes Nombre ni Contactos uno a uno ir dando luz a los ejemplares de tu libro, aun así dentro unos números extremadamente ridículos, de todo eso sé mucho yo, y tanto,  que a veces me pregunto por qué y para qué seguir con la tabarra. Sólo el afecto demostrado de los que han creído en lo que hago, sólo el férreo convencimiento de que mi obra vale, sólo la lectura de Kafka, de Pessoa, de Bécquer, sostienen mi pobre vuelo. Así es.
   
   Qué le queda entonces al escritor sin Nombre ni Contactos salvo insistir e insistir -resistir y resistir- en las redes sociales, que son lo único con que cuenta, en los amigos que las mismas le procuran, aun a riesgo de ser incomprendido y de resultar pesado, qué le queda salvo perseverar esperanzado y confiar en que poco a poco quienes  aprecian y valoran su afán le soliciten, y lean y regalen su libro, el fruto de sus más inspirados desvelos, de cuanto tiene lo mejor que pudiera jamás darles.

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