Siempre me pareció una muy sugestiva convención
la de instaurar, justo antes de la cita con las urnas, el sacro espacio, que
por lógica debiera ser blindado en un sosegado silencio por todas partes, del Día de Reflexión… sobre todo si así
fuera en verdad.
El sólo imaginarlo ya es en sí hoy
toda una Utopía: tras la berrea y el
tam-tam horrísono de la campaña, tras el tigre histérico e imparable de la
actualidad que cada día, sin apenas digerirla, cabalgamos, tras el vértigo
instantáneo que propician las babélicas redes
sociales en las que a la mínima con las vísceras nos disparamos, cada
ciudadano, apartados los media y los mentideros todos,
apartados prejuicios y mezquinos intereses propios, en soledad recogido en un
rincón propicio, deliberando a solas consigo mismo y en conciencia durante unas
horas los pros y contras del más recto y
razonado sentido de su voto.
Silencio, pues: se reflexiona.
Mi reflexión, discutible, por supuesto: ¿Conoces, lector, alguna
sociedad en la que los ricos sean más numerosos que los pobres? Ergo, los
sistemas políticos basados en el principio un
hombre (y una mujer) un voto por fuerza llevan implícita en la lógica
automática que les mueve el triunfo de la socialdemocracia… mientras el Sistema
aguante.
Sea con falsos ropajes liberal-conservadores o socialistas, la fórmula un hombre (y una mujer) un voto en
condiciones normales da socialdemocracia,
es decir, clientelismo, burocracia y omnipresencia estatal.
Jamás los liberales doctrinarios, que sitúan a la persona enfrentada a su
propia e individual responsabilidad podrán conseguir –y ya lo siento yo, que
tengo al liberalismo no fundamentalista, por prometer menos que ninguna otra
Ideología, como la menos mala de todas ellas- ganar unas elecciones. El
instinto colectivo alcanza la mayoría de las veces también a comprender que el socialismo duro en la práctica ahoga
las fuentes de riqueza y prosperidad, y bajo grandiosas proclamas demagógicas,
reparte sólo opresión y miseria. Ergo, socialdemócratas totus suum. Y como acostumbra a decirse hoy, acaso para
enmascarar con una mueca cómplice la ardua tarea de cavilar y escribir más, y
pasar así pero ya a otros hedonismos más inmediatos, ahí lo dejo.
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Estimado Jose Antonio, una vez más, no puedo por menos que identificarme con todo lo que escribe. En mi modesta opinión, hoy por hoy, no hay en la prensa escrita un articulista tan inteligente agudo y divertido como Ud.
ResponderEliminarGracias, Alejandro. Ojalá tuviera cien amigos y seguidores como tú. Un abrazo
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