Lo dice la revista esa en primera plana. Amancio Ortega es hoy, a sólo meses de cumplir los ochenta años, el
hombre más rico del mundo. ¿Y? No tresspasing, que decía Welles. Quién sabe, qué sabe nadie. Lo
veo, dada la propia abstracción que el dinero es, dado su propio y blindado
hermetismo personal, sobre todo como una silueta en
negro sobre la que cualquiera se creerá con derecho a arrojar sus ideas,
es decir, sus propios prejuicios la más de las veces.
Si nos cuenta la fábula de la maravillosa democracia estadounidense que
allí cualquiera puede llegar a Presidente, la historia de Amancio Ortega es aún más prodigiosa e increíble, sólo que real. Sin estudios, un español, gallego para más señas, partiendo de la más humilde extracción como dependiente desde su infancia, a
base de trabajo, visión empresarial, audacia y prudencia a la vez, y más y más
trabajo y reinversión, sin conexión con
poder político alguno, sin hacer
ostentación pública de su inmensas riquezas, ha conseguido crear y mantener
un fenomenal entramado de empresas en un sector productivo no especulativo,
abrirse paso entre todas las habitualmente consideradas como mafiosas multinacionales del sector,
hasta alcanzar, sin vender sus empresas, la misma cima del Mundo.
Ya, ya sabemos que según la Biblia, jamás entrará Amancio Ortega en el Reino de los Cielos, reservado sólo a los
buenos y mansos de corazón. Sabemos también que muchos, no del todo bien
nacidos, celebrarán en público el día en el que su muerte acontezca, como ya
hicieron a la muerte de su esposa. ¿Cree acaso el Papa
que es sencillo, y sólo propio de un ser desalmado implacable, alcanzar los
logros que Amancio Ortega consiguió?
¿Finge acaso desconocer los inmensos beneficios sociales de todo tipo que esa
extraordinaria creación suya ha supuesto? ¿Cuánto les duraría a los abnegados Indignados
ese pastelito puesto en sus
manos?
Imposible traspasar, ya digo, la férrea coraza tras la que Amancio Ortega se guarece. A este
mísero bloguero faccioso le gusta
imaginárselo como a los grandes toreros, mirando un instante hacia atrás y
diciéndose para sus adentros… ahí queda eso.
Y estoy convencido también de que, si te gusta escribir, aunque sea sin
mayores pretensiones, mis HISTORIAS DE
UN BOBO CON ÍNFULAS te servirán de inspiración y te aportarán ideas,
modelos, motivos, recursos y maneras
concretas para que también tú –o a quien pudieras regalarle mi obra- te atrevas
a emprender la aventura de escribir un libro.
Si vd profundizara en las cosas de Dios descubriria qué quiso decir Jesus cuando la aguja y el camello en referencia a los ricos. Lo aprendido en catequesis de comunion es insuficiente para un adulto.
ResponderEliminarMisael
Nunca me han presentado a Amancio Ortega ni le he tratado personalmente, pero soy testigo de su primea tienda Zara, en Coruña, a dos pasos de mi casa, y he comprobado, como ha trabajado, como invertía en mejorar la empresa, como supo rodearse de personas capaces y creativas, como ha vivido en la discreción, como ha tenido una visión del negocio que ya quisieran tener los más aventajados discipulos de las Altas Escuelas Empresariales de nuestro País. ¡Ojalá hubiera muchos Amancios Ortega!
ResponderEliminarHace tiempo le dediqué una página en mi blog, "los grandes empresarios, ¿nacen o se hacen?" (http://www.jubiladajubilosa.com/2009/03/los-grandes-empresarios-nacen-o-se.html). Creo que en su caso, ha "nacido" pero sobre todo se "hizo". Sobre la base de una inteligencia natural, ha destacado por el esfuerzo y una metodología brillante de ahorro, inversión y forma de hacer negocio. Sus métotos se estudian ahora en las más afamadas escuelas empresariales, americanas y europeas.
Un cordial saludo.
-Misael: gracias, hombre
ResponderEliminar-Chela: Estupendo tu blog, muy lúcida esa entrada. Estamos en lo esencial de acuerdo, coincidimos en esa valoración. Una vez más, gracias de veras por solicitar y elogiar mi libro, ayuda esencial para que este blog siga. Gracias!
Empresario ejemplar es un término difuso; hasta dónde es correcto enriquecerse a través de unos medios de producción que enarbolan la explotación por bandera? Y mantener el grueso del patrimonio en paraísos fiscales? Por supuesto, si consideramos como única ética reseñable aquella basada en los beneficios, nada que alegar. Pero eso es negocio, no ética. De las espléndidas condiciones laborales de sus trabajadores en nuestro propio país, también habría que reseñar alguna cosilla, que será para muchos sin importancia. No es lo mismo crear riqueza que enriquecerse, y serios problemas de conciencia tendría yo si aumentar mi margen de beneficios implicara abusar de mujeres y niños. Pero, claro, que importa ésto cuando se es el hombre más rico del mundo:el dinero nunca tuvo conciencia.
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