martes, 24 de noviembre de 2015

Inés Arrimadas, Vargas Llosa y yo

     



   La joven heroína del constitucionalismo español en el Oasis secesionista de Mas -¡libertad! ¡libertad! ¡libertad!, clamaba aupada por los suyos en la noche electoral, como con gracia brincando sobre las aguas- tiene unos inmensos ojos oscuros. A veces recuerda Inés a Ana Torrent en Ana y los lobos, esos licántropos separatistas que a menudo parecen Junqueras, Artur y los tronkos de las CUP. Vista entre esos tipos, a menudo parece también ella, en apariencia tan delicada e inerme,  la lírica niña ante el Frankestein sedicioso en la escena del lago, que sería en el Oasis putrefacta charca.
     
   Es Inés guapísima no, lo siguiente: se culmina en ella la misma hermosura, ya está dicho. Y de frágil, la apariencia sólo, que cuando quiso Mas a golpe de cuadrada mandíbula liquidarla, echándole  en cara la carita de su inexperiencia, se revolvió Inés certera en el parlamento, recordándole que tiene ella más experiencia laboral que él a su edad. A Mas tembláronle ahí las mandíbulas de cartón.
      Tras los resultados, se ha hecho Inés celebérrima en toda España y parte del extranjero. Le llueven las entrevistas, claro. En una del ABC, de esas del género desenvuelto, le inquirían acerca de con quién se iría ella de tapas. Tenía sin duda interés humano la pregunta… y la respuesta, claro, habida cuenta la belleza extrema de doña Inés, y que asimismo cuenta la leyenda que en el parlamento veíanla todos tan tan guapa que nadie se atrevía a tirarle los trastos, por creerla también comprometida, temeraria osadía a la que se lanzó un conocido nacionalista del Junts pel sí … ganándose los favores de doña Inés, con quien mantiene amorosa relación según dice la leyenda. Pues, contestó Inés al ABC que… con Vargas Llosa, le conocí hace poco y es interesante para tener una conversación.
    ¡Con Vargas Llosa de tapas, oh, my God, al leerlo pensé, con lo liado que en sentimientos debe andar el Nobel don Mario pensé, y le lanzas encima ahora tu bomba-bombón, cuando él lo lea, qué nervios, qué ansiedad a lo Nat King Cole no le poseerá, mirá, no le marqués a don Mario metas, que para él, imaginador sumo, no las hay inalcanzables, no bien conoce aún él sus límites, y tras la tía Julia y el carrete de la Preysler es muy capaz el escribidor de arrebatadoramente enredarte, Inés, ya ves que lo es.
     Así es que como en el río Twitter chapoteamos a veces todos, los de arriba y los de abajo, allá que me lancé yo, a hacerme el interesante con doña Inés, a un poco tratar de deslumbrarla con mi discreto ingenio, a, cual pobre antes del sorteo, soñar con lo imposible, que un algo ella me dijera. Y esto a Inés Arrimadas le arrimé, quiero decir, le tuiteé:
   -Ojito, doña Inés, que don Mario anda ahora viagradísimo.

    Y bueno, que es esta la hora en que aún estoy esperando siquiera una pedrea. ¿No le valdría el muá, doña Inés, para irnos y tomarnos unas tapas? Sería esa la Fiesta del chivo no, la de este trovatore, la de este chivito.




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