viernes, 20 de noviembre de 2015

Nuevas Reflexiones sobre la Violencia de Pablo Iglesias

   



   A su lado Georges Sorel, el ambiguo teórico del sindicalismo revolucionario, era un parvulito. En el principio teníamos este impagable documento:
  Mas, rayo que no cesa, ha querido el Líder Sumo de Podemos abundar de nuevo en el meollo del cogollo del cebollo que presenta ahora nada menos que como número 1 por Jaén, elemento que fue hace un mes condenado a tres años y medio de prisión por propinar un fenomenal palizón a un edil socialista en 2012 en el transcurso de una protesta. Tampoco el propio PSOE ha hecho casus belli de la cuestión, las cosas como son. Imaginemos que fuera el susodicho cebollo un número 1 del PP, Imagine, sí, el agit-prop que el orfeón del progreso hubiera aventado a costa de un candidato palmariamente violento… y fascista, of course.
     Pues llega P  Ig, genio y figura, y dice que se siente “orgulloso de su cabeza de lista” -cabezón de lista mejor habría dicho-, y ya embalado en la dialéctica legitimadora de las palizas, que “en el país de las cuentas en Suiza y Andorra, la condena a un sindicalista, que es un ejemplo de la defensa de los derechos de los de abajo, a mí me hace sentir solidaridad… en este país se hacen leyes que sirven para condenar, para castigar a los que defienden los derechos sociales de todos, y yo estoy orgulloso de que la gente que los defiende se identifique con Podemos, orgulloso de estar con los que luchan”.
     Estas parrafadas mitineras en metralleta son táctica habitual en la que son peritos los referentes de la ultraizquierda –el otro día veíamos en una tv a Beatriz Talegón así también de desatada lenguaraz- en las que, como en una mascletá de ruido, polvareda y furia demagógicas enmascaran la principal cuestión en debate: que ha puesto como número 1 de Jaén a un violento elemento condenado por asestar una brutal paliza a un oponente político. No te endosan tres años y medios por un empujón.
      Además, qué razonares más irracionales y tramposos: como existen Bárcenas, Pujol y tal (de la financiación chavista, de la legitimación de ese Régimen hipercorrupto, del asunto Monedero no hablamos), es justa y necesaria la violencia de los nuestros, que, porque lo digo yo, se desviven por los de abajo, y que encima se manifiesta Él orgulloso de esa lucha, es decir, de esa violencia.

     Pues menudo exiemplo de tolerancia y de virtudes cívicas nos propone ahora mismo el candidato podemita a presidir el gobierno de España. Como ese cañamazo legitimador de su violencia es plenamente coherente con el leninismo esencial que de fondo –por él mismo reconocido- siempre le anima, que subordina siempre los medios a los fines, cómo no pensar luego que sus pañitos calientes ante la Yihad, esa palinodia de las bombas no resuelven nada, hay que dialogar, mucha empatía y tal y tal, no son sino oportunistas y falsas invocaciones propagandísticas, engoladas imposturas tras las que se ocultan, como a propósito de la brutal represión chavista contra la oposición democrática se vio, la nítida justificación, al por mayor o al por menor, de la violencia propia.     





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