Sí, Larra, sí, déjame que te cuente, Maestro, y me dirás luego si es
que no es así. Un día, hará de ello un par de meses, me llegó al correo
electrónico la carta de una Editorial. Era una de las doce
editoriales que sin piedad ningunearon –ni sí, ni no, ni fú ni fá, nada,
absoluto vacío- mis Historias
de un bobo con ínfulas: queeee… habían cambiado el sistema de admisión
de originales y, que si quería enviarles algo, con sumo gusto lo valorarían.
Habrían escrito lo mismo, seguro, a los miles de infulados indocumentados que como yo les enviamos una vez nuestros
manuscritos, y que por el fondo de algún registro de datos les aparecíamos
ahora. Me dije, total, tengo una nueva obra, nada tengo que perder y, oyes, es todo un detalle que, siquiera
estadísticamente, se acuerden de uno. Así es que, unos días después, allá
que les hice mi envío.
Transcurrió algo más de un mes hasta que obtuve respuesta. “Estimado Jose Antonio”, me decían desde
una abstracta Coordinación Editorial, “Tengo
el placer de comunicarme contigo en referencia al manuscrito que nos enviaste
para su valoración. Te adjunto la respuesta del editor. Mi más sincera
enhorabuena. Un saludo”. ¿Placer?
¿Su más sincera enhorabuena? Pero aquello sólo podía significar que… ¡Yújuuu!,
volando que me fui cual Camarón hasta la isla de la adjunta respuesta del
editor. Vamos que nos vamos, exclamé
además por lo bajini.
La carta adjunta, en efecto la firmaba el Señor
“Editor”, con mayúscula esta vez, y con su nombre expreso a continuación, que
no viene al caso poner aquí. La encabezaba con un “Estimado… “, y mi nombre
completo luego, lo que, falto de esa costumbre, no dejó de inflamarle más a uno
las susodichas Ínfulas, esas glándulas literíparas
que a mal traer me llevan. “Me dirijo
a ti (mola esa familiaridad de saque, oyes) con el fin de comunicarte que estoy interesado en editar tu obra”. ¡Nunca unas palabras de amor me
rejuvenecieron tanto como esta estricta comunicación empresarial! Comprenderás,
creo, maese Larra, que aquí se me
dispararan ya al máximo, en auténtico vendaval de fiebre, mis literarias
ínfulas… aunque también, como me restaba más texto por leer y tiene uno ya en
parte su incredulidad hecha úlcera crónica, en suspenso me contuve. A ver, a ver... CONTINUARÁ MAÑANA
Primavera ya,
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¡Por Dios! Don José Antonio, no me haga esta faena.....me ha dejado tan en ascuas que lo primero que haré mañana será entrar a su blog.
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