Observa si no los videos virales,
los tuits más tuiteados, los face más gustados, la inmensa mayoría de la producción en las redes. Descontadas
las simples terminales oficiosas de
partidos políticos o empresas, una de
dos: o la insoportable levedad del ser chorras
–todo tipo de dudosas hazañas por cuenta del homo gañanis de turno- a la vez furiosamente
narcisista, o el concentrado y torvo resentimiento del hater –homo odiator- que ni siquiera es capaz de soportar un nombre
propio.
Así es que el leitmotiv que, aliado con la Telebasura
dominante, sobre todo impulsa las redes sociales -producto también de
su vertiginosa tecnología, que fulmina toda distancia y que exige más un eslógan
que un razonamiento, es decir, que impide toda reflexión, el medio es el mensaje, que MacLuhan hace la tira ya dixit-, empuja
hacia esta estricta dicotomía: o lo inane que va de guay, o el esputo verduzco del rencor.
Ojalá entonces una simpleza mía
aquí bastara para llevarte a lo más elaborado y genuino mío, a mi libro. Si
elaboras algo trabado y argumentado, con la necesaria extensión que lo complejo
demanda –no digamos si no te acompaña además en el viaje el salvoconducto
fetichista de un Nombre- con dolor
observas que pasa por completo desapercibido, ignorados del todo el tiempo, el
saber y el trabajo que en el empeño pusiste.
Emites en cambio una gruesa astracanada y… al punto notas mil y una
cabezas girarse sobre ti. Y como al cabo
escritor
sin Nombre eres y como sea necesitas que en ti se fijen… pues sin querer te
vas hacia lo facilongo, que es también más cómodo. ¡Esforzarse conspira en
contra de tu escritura! ¡Está es la cuestión, éste es hoy el mondongo!
“Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. SE VAN A REÍR HASTA LLORAR CON ESTE LIBRO, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”. "Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.
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Qué tal José Antonio?
ResponderEliminarCómo va ese libro?
Bueno, pues, para mí lo más dramático de todo lo que conlleva la existencia de las redes sociales es la aparición del nuevo ermitaño. Esos seres humanos que, teniendo la oportunidad y el acceso, renuncian al gregarismo absurdo, al soma electrónico. Pero entonces no son nadie, no son nada, nadie les conoce, nadie les apoya ni les rechaza; son la figura misma de la no existencia.
El rebaño electrónico es cruel, y la vida actual es un erial social. Eso de que todo el mundo está conectado es una mentira que disfraza la absoluta soledad del ermitaño contemporáneo.
Saludos
Un ermitaño
Interesante reflexión, ermitaño. Gracias. ¿Mi libro? Va. Pronto el segundo, a ver qué tal. Saludos
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