¡Claro que tenemos sueños baratos, mentecatos!

        

   Ni que las idearan cerebritos antisistema. Pocas campañas publicitarias tan diabólicas y disolventes para el entramado moral de una sociedad que se quiera inspirada en la virtud –y que a ninguno de los Indignados Oficiales del Reino indigna- como la que desde hace algún tiempo por radio, mar y aire difunde el sorteo de la Primitiva. Entiéndasenos bien: no se censura aquí, más bien al contrario, ni la libre iniciativa en la economía, ni las consecuentes desigualdades sociales que de la misma se deriven. Ya la lotería es en sí una radical negación del mérito en pro del simple azar para hacer multimillonaria a unas pocas personas frente al resto.

   No desconocemos tampoco la biempensante coartada “pro social” con que se enmascaran otros sorteos, como la lotería de Navidad o la de la ONCE.  Pero sí nos parece aniquiladora para el cuadro de valores que debe inspirar la vida en sociedad -no digamos si en tiempos de crisis hablamos- la pornográfica proyección de la exaltación de la más cruda y elitista riqueza como la más íntima aspiración del ciudadano de a pie, es decir, la estricta cuantificación materialista nada menos... que de las más recónditas ilusiones de las personas, así como la promoción del horterísima estilo de vida de los Riquísimos como Ideal al que han de aspirar las personas equilibradas.

     ¿Es necesario precisar la terrible frustración resultante –el potencial explosivo de tanto resentimiento colectivo así inducido- en la inmensa mayoría de las personas que al cabo no resultan agraciadas por ese azar, a quienes se ha hecho percibir la cifra esencial de su existencia sólo en las cuantificables posesiones y lujos materiales que hayan podido alcanzar. ¿Con qué odiosa alevosía reduccionista se puede establecer que No tenemos sueños baratos?  ¿Acaso no sabemos más que de sobra que lo más precioso en nuestras vidas es justamente lo menos cuantificable –el sentirse querido, el sentirse y hacerse útil, el conseguir el afecto de los más cercanos, el perfeccionarse como persona, el aprecio por el saber, la cultura y la belleza, todo el ámbito de lo íntimo cualitativo- y las pequeñas ilusiones hechas realidad a pulso? ¿Acaso ignoramos cómo viéronse tantas vidas precisamente arruinadas y destruidas por ese súbito PASTIZAL que aquí se proclama como ardientemente anhelable?

         No se defiende aquí en ningún modo la pobreza. Pero del todo nos resulta inadmisible que con obscenidad taxonomista se deletreen explícitamente como soñados Ideales de la Vida –o sea, de la muerte- para las personas corrientes cada una de las podridas muescas de los Riquísimos. Velerazos, Áticazos, Viajazos, Mansionazas, Cochazos, Avionazos, Piscinazas, Diamantazos, todos muy Mayúsculos, sí. PFFFF! … ¡estar forrao, pero forrao bien forrao!… ponen en la boca derretida de la gente normal, rendida al modelo del riquísimo way of life dominante, a juego, eso sí, con el homo gañanis que las Sociedades de la Telebasura -decíamos ayer- proponen. Vaya sueños… pffff.

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