Yo, te lo confesaré aquí, por mucho que el bochorno apriete y agobie, no
dejo ya nunca al acostarme la ventana del dormitorio abierta, porque la misma
llega hasta el suelo, y una noche de hace dos años y tres días mientras yo
dormía tan ricamente, un monstruoso y verduzco saurio de más de cien kilos y
unos dos metros de largo, que no sé cómo ni desde dónde se había deslizado por
el único palmo de persiana que dejaba yo izado, se arrastró y se retrepó hasta
mi cama, que me despertó aquel sórdido y compacto arrastrarse en la oscuridad,
y vi la luz diabólica de sus horribles ojos saltones enfocándome un instante, y
en la negrura de la noche se precipitó y atacó con saña el bulto de mi cuerpo
aterrado, y con sus horripilantes fauces –al fondo de las cuales se veía una
rosácea y palpitante embocadura- quiso devorarme las entrañas y los ojos y allí
mismo despedazarme, y bueno, aunque sí alcanzó en una de sus furiosas dentelladas
a averiarme un poco el corazón, el fenomenal aullido de puro terror que tampoco
sé de donde saqué yo, consiguió poner en fuga y hacer virar sobre sí aquellas
patazas, y a pesar del coletazo terrible que aquel infernal engendro me propinó
en la cara con su retirada bajo la persiana, aun petrificado dejé al menos de
sentir encima de mí aquellas tan pétreas como repulsivas escamas y su bocaza de
espantosos y mayúsculos piños en sierra buscándome la cara y los higadillos entre
la penumbra, y bueno, ya te digo, prefiero desde entonces recocerme durante las
noches de verano, que total, comparado con aquello,
es nada, la verdad, y creo también que confesándotelo y confesándomelo aquí de
vez en cuando, consigo sacarme aquello
un poco de la cabeza, un poco.
Y estoy convencido también de que, si te gusta escribir, aunque sea sin
mayores pretensiones, mis VEINTE RELATOS
DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA te servirán de inspiración y te aportarán
ideas, modelos, motivos, recursos y
maneras concretas para que también tú –o
a quien pudieras regalarle mi obra- te atrevas a emprender la aventura de
escribir un libro.
12 E por correo ordinario a la
dirección de España que me digas, no tiene por qué ser tu domicilio, puede ser
la de cualquier local público que conozcas, el que sea. 15 E por correo certificado. Personalmente
dedicado. Solicítamelo en josemp1961@yahoo.es
El prodigio aquí no es que un dragón de Komodo entrase por tu ventana para devorarte (como aquella escolopendra gigante que te succionaba las entrañas en otros momentos blogueros). Aquí el verdadero prodigio es tu imaginación. ¡ Ríete tú de Don Alonso Quijano!
ResponderEliminar“Del buen suceso que el valeroso don José Antonio del Pozo tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura del Dragón de Komodo, con otros sucesos dignos de felice recordación”.
( Con el permiso de Don Miguel, tomo el título del capítulo VIII de la primera parte de su prodigiosa novela no por muchos leída y por muy pocos releída)
¡ Excelente post!
A
¡Buena memoria! Jejejé, gracias por el comentario, y por nada menos que asimilarme a Quijote y a Cervantes. ¿Gracias!
ResponderEliminar¡Por fin!
ResponderEliminarSe acabaron las estampas hospitalarias y me alegro un montón. Ya se te veía otra carita en las líneas del post.
¡Hale! A los quehaceres de siempre y no bailotees mucho no sea cosa que...bueno, más vale prevenir.
Saludos
A
Gracias, A
ResponderEliminar