(2º DÍA DE LA FERIA DEL LIBRO EN MADRID: BALANCE
En el día de ayer por esta caseta azul desde la que a diario escribo, que me saludaran y tal, es decir, confesadas, hubieron 48 visitas, y 6 de ellas quedaron además, según propia confesión, encantadas. Bien: de esas 48 personas, 16 tenían ya de antes mis VEINTE RELATOS DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA. Una ilusión y un placer saber de nuevo de vosotros, amigas/os míos. Las 32 restantes... se lo están pensando. Yo supongo.)
El tal Salman Abedi, terrorista psicópata hasta el colmo de hacerse él
mismo explotar el cuerpo con tal de asesinar despiadadamente al mayor número
posible de jóvenes indefensos, conciudadanos suyos, asistentes a un concierto
-22 asesinados y más de 50 malheridos logró- contaba sólo 22 años y había
nacido en el mismo Manchester. Era
pues, diríase, un manchesteriano más. Sus padres, libios, llegaron al Reino
Unido huyendo del régimen criminal de Gadaffi.
Esos son los datos esenciales sobre el bárbaro ejecutor de la masacre.
Lo que sobre todo evidencia la
feroz matanza –sólo una más de muchas similares- es que, desde hace mucho
tiempo, las sociedades occidentales no
socializan, no disciplinan, no educan e instruyen a sus ciudadanos en los
valores y en los méritos que en su seno le son propios, fruto de su progreso
histórico: la tolerancia, la
convivencia, la autocontención, la repulsa frontal a la violencia como medio
para resolver los problemas sociales y políticos, la central reivindicación de
las sociedades democráticas como las menos malas de todas las conocidas.
Ésa es la urgentísima tarea a acometer de manera eficaz y sostenida en todos y
cada uno de los medios en los que los miembros de las sociedades occidentales
se impregnan hoy de valores sociales.
Obsérvese, para mayor muestra del fiasco socializador, que precisamente
los padres del tal Salman habían
escapado de una férrea dictadura y habían encontrado y conseguido una
oportunidad inmensa para desarrollar una vida próspera, pacífica y en libertad
aquí, por lo que, si los mecanismos legitimadores de la sociedad de acogida
funcionaran bien, por elemental lógica antropológica hubieran debido transmitir
a sus hijos la gratitud hacia el Reino Unido y la visceral repulsa a toda forma
violenta de vida. Ese escandaloso vacío
socializador –que va mucho más allá de un cursillo sobre educación para la ciudadanía, a menudo además
trufado de aciagos buenismos y relativismos culturales- es el que aprovechan los
cerebritos de la Yihad para moldear con su mandanga psicopática el social
sentido de pertenencia que los individuos para su existencia necesitan.
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HUMOR Y AVENTURAS acerca de la condición humana enamorada… y desenamorada,
en muchas de sus vertientes, cimas y simas, con la emocionante recreación de
las más perturbadoras encrucijadas a que nos arrojan los sentimientos
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escandaloso vacío socializador"
ResponderEliminarNo lo creo yo así. La sociedad está transmitiendo valores, happy flower, pero valores: que si la cultureta LGTTBI, que si el clima, que si el disfrute, que si el relativismo moral, que si el consumismo y el Madrid, que juega esta noche.
Hay transmisión de valores, infravalores, pero hay transmisión. Siempre es así, aunque sólo sea transmisión por proximidad.
Anónimo admirador.
Es verdad, aunque me refería sobre todo a que las sociedades democráticas, desde hace mucho, acogen y difunden más el discurso de quien las aborrece que el propio suyo que las legitima. Saludos. Gracias.
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