La gratitud, esa dimensión azul de la existencia generosa, esa apertura
ascendente del alma que quisiera a una vez
abrazar el mar y los cielos y entregárselos a quien, gratis
et amore, -pocas veces tan bien dicho- mucho nos da y aporta, ese
vibrar del corazón hacia una más humana amplitud. ¿Obtiene el esfuerzo que
insiste e insiste al final su recompensa? ¿Esconden la más de las veces las
empresas humanas la trama de un afán con modesto final feliz, o finiquitan en
un triste acabarse, arrumbadas en medio de la lúgubre ingratitud? ¿El que hoy
la sigue, la consigue? ¿Resulta la gente
al final agradecida con quién debe? ¿O más bien a la postre es torvamente desagradecida
con ellos? Mi teoría misantrópica, my friends, me dice que la mayoría de la gente es, ay, desagradecida. Pero
también sostiene que aún quedan algunas cuantas, un puñado de personas con el corazón grande, esto es, personas agradecidas.
A ellas, a su corazonada buena, fiamos nosotros cuanto hacemos.
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¡Qué hermoso otoño nos estamos perdiendo!
ResponderEliminarEn mi calle todavía hay un grillo que canta. No aguanta mucho, sólo lo que dura la hora mágica de la doble luz. En las jardineras las crasas se muestran orgullosas desafiando al frío que asoma. En los alcorques...en las juntas de las baldosas de la acera resisten las flores silvestres avasallando al peatón apresurado con sus gritos de verde intenso. El solecito de octubre se anima con borrachera de luz temprana y te atraviesa la pupila obligándote a entornar los párpados...pero renuncias al toldo de la mano porque agradeces el regalo que te hace...un amago de despedida.
Gracias al otoño intenso que pugna por hacernos sentir la belleza de la vida.
Gracias también al escritor resiliente.
E
Y tanto que lo es, dear E. Gracias por cantarlo tú tan bien. "Avasallando al peatón apresurado con su grito verde e intenso". Hmmm. Magia. GRACIAS, E
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