A propósito del escritor sin Nombre

     

   Me dirigía hace poco en el Blog una amiga en las redes una serie de consejos y reconvenciones que creo necesario, acaso por interesar también a quienes me leen y de verdad me valoran, contestar. “Siempre te presentas como un escritor sin nombre, claro que lo tienes”. Of course que tengo un nombre. No, yo sobre todo me presento como un escritor sin Nombre, que es diferente. Y es que esa es la verdad, y es que es lo que hay, y quien lo quiera entender, mejor para mí. No quiero que ni uno solo de quienes me aprecian y apoyan mis obras se sienta mal por así presentarme, pero es que literal y literariamente es así, y no hay ni trampa ni cartón en ello. Además hago de ello y con ello un guiño irónico y cómplice a cada uno de los que de verdad impulsan mis libros, pues a ellos debo el seguir en el empeño y el sentirme de verdad escritor. “No te hace falta mendigar”. A veces bromeo, es cierto, con que ha pasado uno, como escriba, de fracasati a mendicanti, mas debe verse esto como ironía. No mendigo. Mis libros tienen un precio que marco yo. Yo no voy pidiendo por ellos la voluntad. En cierto sentido en los trabajos cara al público, o cara al Jefe, siempre “mendigamos”, solicitamos, la colaboración de los demás. Hace mucho una buena mujer por el messenger me dijo, “mira, te lo compro por hacerte un favor, porque tengo libros a espuertas”. Me sentó a cuerno quemado al principio, pero luego comprendí la parte de verdad que en ello había. ¿A santo de qué iba a necesitar alguien que de nada me conoce comprar un libro mío? Lo que espero, en lo que confío, lo que alimenta mi esperanza, es que, personas sensibles y con criterio, con las muestras que de mi arte, jejejejé, a diario aquí dejo, sientan curiosidad y hasta “necesidad” de leer mis obras… para poder seguir escribiéndolas. Eso es. “Que la editorial te promocione, que me presente a algún concurso”. Escritores sin Nombre como yo los hay a mansalva, y el que alguna editorial te publique bajo su sello en muy poco, creo, cambia tu suerte, si es que no la empeora, pues la mayoría de estas con sobrevivir bastante tienen, y no pueden invertir en promoción. Incluso en las dos o tres Grandes Editoriales, salvo cuatro o cinco Escritores Consagrados, el resto, incluso los algo conocidos, las pasan ahora canutas, tal es el dantesco panorama global hoy, de nítida regresión cultural,  para la venta de libros. Ya conté varias veces que presenté mi primera obra a una decena larga de editoriales y que, ni sí ni no, sólo el espeso silencio obtuve por respuesta. Ah, pues me autoedito yo, me dije. También al principio me presenté a Concursos… Ahora creo menos en los concursos –salvo alguno muy pequeñito- que en los Reyes Magos, fíjate. “¡¡¡Arriésgate!!!”.   ¿Acaso no me arriesgo más que quienes publican en una editorial? LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS me las autoedité, muy dignamente creo, con ahorros míos. Si no hubiera tenido apoyos suficientes entre quienes me quieren y valoran y haber podido así recuperar mi inversión, no hubiera habido VEINTE RELATOS DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA. Con esos ahorros recuperados volví a autoeditar estos... y si no consiguiera de nuevo esos apoyos, perdería mi ahorro y no habría, claro, próximo libro. Por todo esto, amiga, a menudo digo, sí, que je suis un escritor sin Nombre. (Si siendo Pessoa quien era, decía él ser nada, ni querer ser nada, ¿va uno entonces a decir lo que no es?). “No te acobardes. Tu prosa vale mucho”. Al contrario, creo que autoeditarse es andar bien lejos de acobardarse. Ah, muchas gracias. 

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