miércoles, 22 de mayo de 2019

El Día en que Richard Gere y Susan Sarandon lo bordaron


     


   Es una escena preciosa, mérito también del guión y del director. Gere pone toda la guapura de su apostura, que es mucha, mas la actuación la pone Sarandon, que sin ser un bellezón, por mor de su arte interpretativo se nos revela aquí encantadora y arrebatadora de hermosura. Veámoslo (abajo): llega el Hombre sonriente elevándose, izándose diríamos, subiendo una escalera, con la rosa en la mano sobre el pecho, arrancándole la flor justo desde ahí (no vamos a dar aquí ahora nociones de primero de psicoanálisis)… para, en reconciliación,  ofrecérsela a ella.  Y al verlo, inicia ella en plano medio el mágico recital de su actuación: esos medidos gestos de alegre sorpresa y asombro, ese entreabrir los labios, ese único parpadeo, ese sonámbulo paso que hacia él da. Él se acerca lentamente, baja la rosa, quizás para no resultar tan descarado. Se insertan imágenes de la anterior ausencia. Llega ya ante ella, que tiene los brazos cerrados, oponiendo, pues, una última reserva. Buscándole los ojos, le ofrece vertical su rosa. ¡Cómo ella suspira, eleva los hombros y le sonríe con los ojos ahora! ¡Cómo con la mirada del todo expectante  lo abarca! No, aún no le coge la rosa. Como si necesitara unas palabras, las que él de forma sucinta pronuncia. ¡Cómo asiente ella mínimamente con la cabeza! ¡Qué ilusionada lo escruta, cómo con los labios le sonríe, cómo le brillan los ojos! El sabio plano ahora de las compañeras de ella, suspirante una, embelesada la otra, que nos hacen también así más partícipes de la emoción. Más palabras de él, las justas y en susurro. A ella que ya la sonrisa se le desborda, que bambolea la cabeza, estremecida. Entorna los ojos humedecidos, mueve un hombro, le dice algo bonito. Él que le pide… bailar. La sonrisa plena de ella antes, la nariz de él entonces entre su pelo, el suavísimo beso en el rostro, ante el que ella cierra los ojos. Y empiezan a bailar muy despacio, muy juntos. El precioso plano de las manos entrelazándose… hasta posarse sobre el corazón de él. Esos pasos tan bonitos que ellos dos juntos dan en medio de la tienda bajo la mirada conmovida de las compis… y de una mujer que por allí limpia. En fin, el bailoteo mucho más sensual luego ya en la cocina de la casa, en la que acaba él dándole el guiso en los labios… que tampoco vamos a dar ahora aquí más guiños psicoanalíticos… al que sella un beso. Triunfo del amor, triunfo de la rosa, pues, y una Susan Sarandon que… divina es poco.  

Soy escritor. Valora mi trabajo.

111 ROSAS o EL LIBRO DE LAS AGRIDULZURAS. 301 pgs. 12 euros. 
ARGUMENTO
Un cincuentón, un poco a la deriva en el nuevo orden amoroso, buscando su lugar al sol: Ironía siempre, belleza y caos, ilusiones y ternura, risas y lágrimas, amores y traiciones... la VIDA a chorros, my friend.
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4 comentarios:

  1. Un poco curso, si queda, pero bueno

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  2. ¿Cursi? No creo, sería cuestión de hablarlo, pero bueno. Gracias

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  3. Por cierto irás a la feria del libro?

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  4. Iré, iré, Anónimo (es que, sabe, no sé su nombre), iré... si alguien me lo pide.

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