domingo, 18 de agosto de 2019

En el del Moro, un agujero verde





  Pues que ayer, en el del Moro, nos internamos por el sendero de las Minas y, tras sortear unas cuantas, de repente llegamos a un lugar muy estrecho en el que el follaje y el enramado, de frondosos que eran, por arriba se enlazaban entre sí a ambos lados del camino de tierra haciendo túnel, y de la frescura y de la umbría que regalaban nos hicieron detenernos, claro. Era bien extraño, porque, estábamos a tres patadas del leviatán madrileño, que era a esas horas un monstruo ruidosísimo en plena escabechina con el mazo de la calorina, y en este perdido andurrial del Moro, no, no habíamos esnifado nada, bobadas,  nos sentíamos sanos y salvos, encapsulados en un país otro, en una burbuja distinta… así es que sin querer, reos del deleite, cerramos los ojos, desplegamos un silencio sagrado e impenetrable, silencio, silencio, silencio y… zas, sí, fue como entrar… en un agujero verde, no negro, verde, pero también ajeno a las convenciones del espacio-tiempo, del porqué y del para qué, del siento-luego-no-insisto, no ohhhmmmm, sino sólo oooohhhh, pues era muy apelotante, y no fue necesario ni que entrelazáramos las manos para los que íbamos entrar en íntima conexión, no ya entre nosotros, sino con el todo Todo, con el Universo entero y verdadero, y notamos cómo, sin decir nada, en la mente se nos telegrafiaban las mismas seráficas visiones que todo lo englobaban desde, por decirte algo, la luminosa Plaza Mayor del Tomelloso a las nevadas laderas del Annapurna, que casi hasta frío sentíamos en aquel agujero verde del Campo del Moro al que sin duda habíamos caído, que casi hasta teníamos miedo de hasta adonde la cosa nos estaba llevando, sólo que éramos a la vez incapaces de abrir los ojos… hasta que de pronto un Patrol verde irrumpió a toda leche allí y nos hizo aterrizar, y una voz de mando nos impelió “estamos cerrando, vayan desalojando”… así es que abrimos los ojos y fue un todos a una responderle al civil de los ojos verdes… “claro, Agente, lo que usted mande, Agente”, y un poco como ángeles expulsados de un Paraíso verde de allí hubimos de abrirnos aunque… con una muy buena sensación en la boca, la verdad.   
  

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ARGUMENTO
La aventura y el itinerario cotidiano de un soñador irónico, de un sentimental cabal, de un solitario ilusionado, de un fabulador a ras de tierra, a la busca del tiempo ganado, a la búsqueda de los afectos perdidos, afanado a la tarea de como oro en paño anotar, recrear y rescatar lo mejor y más granado de sí y de cuanto le rodea, de ponerlo así a salvo del Tiempo voraz y del rudo Ruido. En círculos concéntricos, más desveladores que dantescos, la singladura irónica y emocionada de ese vivir, de ese sinvivir, de sus pasos y marcas: la amistad, la paternidad, el amor y el desamor, el mordisco de la soledad y los preliminares de la vejez, el mundo de la noche con sus mujeres fatales o magistrales, el deporte y la escritura, su duda y su ternura, el paso y la luz de la estaciones, todo lo que puede aprenderse en los viajes del Metro… la misma vida a chorros y a corros en los más vivos colores registrada. ¿Logrará mantener su lugar al sol?

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