Encerrados por fuerza cada uno en su
casa, declarado el Estado de Alarma, el Poder, a lo Gran Hermano orwelliano, a través
de la ventana televisiva entra a casi todas horas en la de todos. Cómo, si no,
tener información de la tragedia. Y la información que casi en bombardeo nos
ocupa es esencialmente, sobre todo en las teles, la gubernamental. No hay precedentes
de una situación de esta gravedad y están por verse los efectos de todo tipo
que la epidemia –con su bárbaro reguero de muertos, enfermos, miedo, angustia e
intenso sufrimiento, que apenas aparecen
en las pantallas- tendrá para la
sociedad, pero no parece caprichoso afirmar –entiéndaseme bien lo que sostengo-
que en cierto sentido es diabólicamente positivo para nuestro país el contar
con un gobierno de izquierdas ahora. Casi con seguridad, vistos otros dramas
históricos anteriores, de haber estado en la oposición, dada su ascendencia
ideológica y movilizadora sobre la mayoría de la sociedad, al menos hasta que
el gobierno de derechas de turno hubiese dimitido acorralado y avergonzado,
nuestra sociedad se hallaría zarandeada y violentada de arriba abajo por un
clima irrespirable de desgarro, ira, y abatimientos mezclados, que pondrían, a
más a más del problema en sí, la convivencia de todos contra los cuerdas. Sin
exagerar un ápice, creo, con los mismos tremendos yerros a cuestas en la
gestión de la epidemia, esos ministros liberal-conservadores deberían vivir
escondidos, para evitar ser linchados por el “Pueblo”.
Como si la pericia para conformar los climas de opinión y movilización
mayoritarios estuviera en el ADN de la Izquierda, los cerebritos
gubernamentales de ahora han sabido también “cocinar” un relato mediático
hegemónico en positivo, en el que las apelaciones e imágenes básicas son el
“Resitiré”, los aplausos, las uves y los cánticos de victoria, la llamada a la
superación, las más pintorescas celebraciones de qué. La maestría en la
ocultación icónica –lo que no se muestra, no existe- del inimaginable dolor
–este sí que sí confinado a la más completa oscuridad- que sin duda está
atravesando de parte a parte el ánimo y el corazón de la sociedad española
resulta del todo portentosa. Cuando el
Ébola, o el chapapote, o el 11-M, por citar algunos casos, con la Izquierda en
la oposición, ese propositivo himno resistidor brilló por su ausencia y los
creadores de opinión dominantes eran todo penar, desánimo, llanto y crujir de
dientes, agonía, vidas tronchadas, imágenes truculentas, trágicas poses,
augurios apocalípticos, cercos de sedes, agresivos escraches y gritos de
¡criminales! Son consumados peritos ellos, desde siempre, en lavados colectivos
de cerebro, si bien lo de ahora, dado el alcance y el calado de la situación y
los dramáticos errores y horrores gubernamentales en la gestión del
coronavirus, desde luego merece nota. Sólo en el contexto de ese descarada
impudicia a la hora de manejar y manipular el inconsciente y el consciente
colectivos puede entenderse el brutal pasote de, justo en medio de la
lluvia cruel de muertos por miles a
diario, dolientes y calientes, concederle al Gran Hermano de Bardem el calentito
chollo de una serie en el prime time de la televisión pública, en la más
cínica apoteosis imaginable del escamoteo, para hacer coñas garbanceras con la
incalculable tragedia que tantísimas vidas ahora mismo está malogrando.
Por curiosidad, porque la serie diario de una cuarentena, os jode tanto a los fachas....
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