La FELICIDAD, el contento, la alegría verdaderas de un escritor sin Nombre y sin Padrino, que se autoedita y arriesga sus dineros en la lucha por poder continuar escribiendo libros/libros, son tan fáciles de imaginar que da vergüenza expresarlas. Mi éxito, mi suerte, mi dicha estriba en que quienes me aprecian me pidan mi libro, que para eso es el mismo -creo- bueno, bonito y no muy caro. Sinceramente creo que, para lo que doy, no pido mucho. Es lo MEJOR de mi PERSONA, si es que esta en algo te interesa. Y si va a ser que NO, lo mejor es dejarle al escritor sin Nombre en paz, en la agridulce paz de su orden mendicante. Ya me gustaría, ya, el no tener que andar dando y dando la matraca, y escribir aquí poemas, críticas, relatos y artículos a mi santa bola mientras el libro se vende sólo, pero ese lujo no está a mi alcance. Voy con mi verdad, con mi humilde verdad por delante. Yo entiendo a todos/as, por supuesto, y quiero que aquí se me entienda a mí. Así es que ya anuncio aquí, aun a riesgo, en estos tiempos bárbaros, de no ser bien entendido -pues la IRONÍA presupone la INTELIGENCIA del otro- que a aquel que ose desearme mañana muchas FELICIDADES y no tenga mis 111 ROSAS, le caerán encima de su face setenta veces siete mensajes de promoción de LAS MISMAS, para que sepa bien cuánto se está perdiendo. Dicho queda.
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