martes, 14 de diciembre de 2021

LA DOBLE VERDAD DE VERÓNICA FORQUÉ

 


El 12 de marzo de 2018 escribí aquí:

Pues dijo ella (Descanse En Paz) en EL PAÍS (9-3-2018):
“Me obligo a LEER, porque Netflix y Movistar enganchan mucho”.
Pero que muy bien dichas las dos cosas, Verónica. Si acaso debiste añadir –nadie es pluscuamperfecto- LEER... LIBROS, porque mantienen fértil la imaginación. Lo audiovisual apabulla, nos postra. La lectura de libros nos catapulta, eleva y tensa nuestra facultad sensitiva. Ah, y leer en las redes sociales sobre la pantallita no cuenta, eso es más que nada escaneo y picoteo visual. Leer es otra cosa. Es, en efecto, poner los cinco sentidos en ello. Aunque sean sólo diez minutos al día. Hay que, eso es, obligarse a leer, como a los niños -las Sociedades de la Telebasura nos infantilizan- autoimponerse ese deber, que lo expresaste muy bien, Forqué.
Matar marcianos o lo que sea, alinear peras con manzanas, fisgotear obscenidades de figurantes de reallity, reenviar memes reenviados, en fin, picotear aquí y allá los mil y un jueguecitos que las pantallas a todas horas nos proponen, actividades difusamente placenteras todas, que apenas NADA exigen de su consumidor, hacen de la lectura por comparación una actividad insoportablemente aburrida. ¿Has visto en los últimos veinte años a alguna Celebritie, espejo en el que se miran y remiran las muchedumbres replicantes, con un libro-libro bajo el brazo? Todos los elementos intelectuales que la lectura implica y demanda resultan contraindicados a las diversiones reinantes: las palabras escritas, los cientos de páginas atiborradas de palabras solo, son ya en sí una abstracción, que necesitan por tanto una interpretación, es decir, una mediación, una distancia, y leer EXIGE una ardua cadena de actividades cerebrales en desplegado proceso y sistemático ejercicio, uff: concentración mantenida, intimidad, silencio, paciencia, imaginación… y, a poco que en la lectura se avance, criterio, reflexión, sentido y SENSIBILIDAD, en fin, cierta elevación espiritual para ser capaz de degustar y enaltecerse intelectivamente, y crecer así por dentro con lo que no dejan de ser frutos del espíritu, los libros -sobre todo los mejores, claro-. Hoy hay que OBLIGARSE a leer, a leer libros, claro. No tenemos nada que perder, sólo nuestra burricie.

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