Encuentro de una gran crueldad el que nos adelanten el Tiempo una hora. ¡Como si no corriera de por sí desbocado ya éste hacia el Fin! Sé que luego nos la devuelven, pero el daño hecho está ya. Deberían siempre, al contrario, cada seis meses ordenar el retrasar una hora los relojes, detener el odioso por inclemente tic-tac-tic-tac-tic-tac... Por decreto establecer esa ilusión. Esta noche, un decir, a las dos estábamos tú y yo amándonos. Hmmm, el rumor azulado y lunático de tus besos. Nos dijeron de pronto que eran ya las tres. ¡NO! De golpe nos habían robado una hora. Debieron decirnos que era la una, y entonces, el alborozo y el alboroto desatados en nuestros corazones por la buena nueva, en volandas nos hubiera asegurado llegar a las dos, y a que nos dieran incluso las tres, amándonos aún. Y tronchada al amanecer encontraríamos la Luna.
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