domingo, 10 de abril de 2022

“UN HÉROE”, EXTRAORDINARIA

 


He aquí cómo una historia, muy bien narrada y dialogada, en apariencia cotidiana y mínima, de manera maravillosa al paso de la misma, con el desenvolverse de sus ingredientes narrativos, va creciendo y atrapando al espectador en su deriva hasta erguirse como extraordinaria fábula simbólica sobre la verdad y la mentira en la vida, como potente y sentida radiografía de una sociedad integrista e hipócrita hasta las trancas. Destaca, a mi modo de sentir, la excepcional humanidad con que el director acierta a componer a su protagonista: un hombre bueno pero no santo, que cuando quiere redimirse con la verdad, o con la mentirijilla, cómo le va aplastando lo Oficial, mucho más falso y destructor que él. Le vemos dudar, alegrarse, querer, apenarse, estallar, emocionarse, su desventura es la nuestra. La hazaña del Director es no perder nunca de vista lo real, los objetos y los hechos concretos que va mostrando, y a la vez dotarlos de un notable poder metafórico: esos inmensos Muros de piedra contra los que chocan las personas, esos espacios físicos de la opresión cotidiana, esa luz, esas sombras, esas redes sociales que más aún ceban el fanatismo, ese rapado final del “héroe”. El pulso narrativo, desengañado pero humanista, del iraní Farhadi nos recuerda las mejores obras maestras de Berlanga, esa mezcla de realismo cínico, compasivo y a la vez poético suyo, y a lo mejor del neorrealismo italiano y de la mejor tragicomedia hollywoodiense, así de universal es el lenguaje del cine grande. Por ponerle un pero a esta gran peli le señalaríamos un exceso de vuelta de tuercas al final para tan estrecho lapso de tiempo teórico, que le resta un pelín de verosimilitud y le impide del todo “posarse” a lo que no deja de ser una muy conmovedora y artística historia.

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