Esta mañanita, sobre mi terraza polvorienta, te lo prometo, esta estrella azul y volandera amaneció. Qué bonita. Cómo si alguien la hubiera bajado sólo para mí. Llenó con su luz mi espacio milanés, claro es. La tomé entre mis manos. Me apresuré luego a llevarla a mi mesa de escritura, al lado de mis cosas. En piyama aún, me dediqué un buen rato a contemplarla. Es preciosa: delicada, leve, con brillitos. ¿Te vienes a verla? El azul es mi color preferido. La sentí, y así te lo anoto aquí, como una premonición, como un presagio bueno, como un heraldo dulcísimo de lo que ya está descendiendo, de lo que ya está viniendo.
Me ha encantado, José Antonio. ¡Algo bueno va a venir seguro!
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Anda, qué alegría, CAMPU, verte y leerte por aquí de nuevo. Muchas gracias, un gran abrazo, amiga mía.
ResponderEliminarAndo un poco desaparecida de este mundo, José Antonio. Pero sigo dando guerra y espero regresar a darla también en algún momento.
ResponderEliminarAhora, es cierto, alejada del ruido (no me refiero a los blogs, por supuesto, sino a las irrealidades disfrazadas de realidad). Me encanta estarlo.
Yo también me alegro de verte, de leerte. Sigue escribiendo.
Gracias por tus palabras, gracias por aparecer, gracias por seguirme y leerme. Prontito ¡mi cuarta criatura! verá la luz. Ojalá pueda contar con tu aliento, amiga mía. Un abrazo!!!
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