martes, 4 de octubre de 2022

ADIÓS, LOCO DE LA COLINA, ADIÓS

 


El Loco era para mí entonces -jovenzuelo universitario a oscuras en la cama- una radio pequeñita puesta al oído para no despertar a los demás en la madrugada hasta las tantas que, al reclamo trabado de su voz y de sus músicas, hacía de la noche un remanso de estrellas fulgurantes y de poesías candentes, un mar en calma en el que florecían palabras sin prisas como rosas de ensueño para la imaginación desatada. Un estilo único y culto, refinado y romántico, al tiempo vibrante, torrencial y sosegado. Hacía Quintero de la radio eso, un sueño bonito en la inmensidad de la noche estrellada. Y fue Quintero de los poquísimos que consiguió, tal fue su genio, que la televisión –pese a que, inevitablemente, lo convirtió en personaje- no fuera con él del todo televisión, esto es, que pese a la dictadura de la imagen concreta en que consiste, que te maniata, reduce y aplasta, no perdiera del todo esta su aroma de sugestión y diálogo. No era preciso estar en todo de acuerdo con él, ni con todo lo que hacía tampoco. No sé si hoy, en medio del voraz y grosero picoteo visual tan en boga, ese tiempo pausado tan suyo habría hallado tanto eco como entonces. Por aquellas noches enfebrecidas de la radio al oído, que te convocaban a ser mejor y más sensible persona, gracias y hasta siempre, Loco de la Colina.


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