Sampedro, San Hessel, San Peces, échense a un lado, plis,… pista que va el artista: Eduardo Punset, ese genio inclasificable, abraza también a sus 74 años la causa de los Indignados. “No paréis”, les jalea, conmocionado ante la magnitud de la revolución cultural en marcha. No podrán decir las juventudes de la Indignación que no está seduciendo su formidable lucha anti-capitalista a los más venerables y exitosos ancianos del Sistema. Yo creo que un partido/movimiento que contara con los auspicios de estos veteranísimos mosqueteros, tan best-sellers en sí mismos, arrasaría ahora en las urnas entre el Pueblo. Tienen pues en la mano el cambiar hasta las trancas este podrido mundo y dar paso al suyo, tan humano y tan guay. Que no se quejen entonces, si no lo hacen.
No sé por qué, pero al conocer el video de Punset en la plaza de la Escandalera de Oviedo inmediatamente me acordé del de la Milá toqueteándole los gabilondos a un paje de la Sexta. ¿Por qué? me interrogué a lo Mou. ¿Rebulle acaso en ambos una similar obscenidad? Debe ser la mala uva bloguera que a esta jodida hormiguita refractaria adorna. Hoy como ayer, desgranar ese video de primera es redescubrir la desvergüenza constitutiva de estos elitistas Prohombres, frutos mimados del Sistema, que disfrutan haciendo como que lo odian, posando siempre de Filántropos sumos mientras ordenan a las hormigas enfrentarse entre sí, que merecerían sin duda ser despojados de todos sus privilegios materiales y obligados, como los pobres de verdad, a escardar cebollinos bajo el sol atroz en una ladera del Tíbet maoísta. Así es que, concédeme una vez más tu favor, lector mío, déjalo todo, toma mi mano y aventurémonos entre el espeso manglar del cinismo punsetiano, que no deja de tener la cosa su cenagosa guasa. Vamos allá:
En el principio fue el autógrafo. Sí porque, desde el mismo umbral de la nueva Era que ahora comienza, se contempla al gran Hombre, satisfechísimo de sí mismo, relajado y contento, firmando bajo el acogedor rumor de los aplausos en lo que parece el libro de visitas de la acampada Indignada. Sólo que ya el autógrafo, la huella punsetiana y el tesoro de su salvaguarda, evidencia que es Punset, como diría Orwell, un poco más Igual que los demás iguales, una Ilustre Personalidad en medio de la libertaria Asamblea. “No sabemos ni cómo agradecérselo”, óyese decir, con la voz velada de reconocimiento, al portamicrófonos de la Asamblea, que le pasa ahora el testigo a Punset.
“Oye, muchas gracias por mantener viva una esperanza que LLEVAMOS cultivando desde hace mucho tiempo…”, así arranca Punset la faena, en pie, ataviado con chaqueta y camisa sin corbata, por supuesto, sus finas gafitas profesorales, su tono y gestos característicos de violinista húngaro que desparramara las palabras con un dengue de abeja zumbona borracha de miel, como exprimiendo unas invisibles naranjas en el aire, también como un Ronaldo sólo un poco avejentado que acabara de marcar y brindara el delicioso zumo de su sabiduría milenaria al respetable.
¡Alto ahí!, porque, a pesar de la sonrisa, como quien no quiere la cosa, ha deslizado Punset el plural mayestático que por supuesto le incluye y que niega la radical novedad de la lucha. ¿Os creíais acaso, juventudes de la Indignación, los pioneros de la Revolución que ha de cambiar de raíz la vida y el mundo? Quiá, LLEVAMOS desde hace MUCHO TIEMPO nosotros con la floricultura ésta de la esperanza. “Oiga, don Punset…” quizás debiera uno de esos libertarios interrumpirle, “…pues no puede decirse que le haya ido precisamente mal con ese cultivo, ¿no? ¿Repasamos cuanto usted tiene, el fenicio éxito de sus libros y programitas en la televisión del Sistema, el pastizal que se levanta, acaso su humildísima biografía de ex-ministro de la Derecha, economista del satánico FMI, sus estudios superiores en Londres y París, su bachillerato ¡en los años 50! en la High School de Los Ángeles? oiga, su Eminencia, que no es usted un paria, creo”.
Habla luego de las teorías conspirativas que enseña él a sus nietas y arranca ya así unas sonrisas benevolentes, antes de entrar en el quiz de la materia. “Pensad cómo eran las cosas hace dos mil años, ¿no?...”. Claro, pensad cómo era entonces la vida de los hombres y comparad, pero no va Punset por ahí, no. “Había la Ruta de la Seda, que era… como vosotros, o sea intentaban unir Roma con Oriente, intercambiaban conocimiento, chismorreo, infecciones, genes, y de allí nacía una civilización nueva, una manera nueva de pensar… y en eso estáis vosotros”. ¡Quieto parao, don Punset! O sea que la Spanish Revolution, su esencial aborrecimiento de la libre economía, viene a ser… ¡como la célebre Ruta, abierta sobre todo por la codicia y el ansia de riqueza de aquellos históricos mercaderes que querían a toda costa acrecentar sus ganancias materiales gracias al afán de ostentación de las más acaudaladas familias romanas, deseosas de acicalarse con el preciado tejido! Pos vaya toalla, debiera haber terciado ahí alguno de aquellos idealistas de la Escandalera.
“Ahora tenéis la SUERTE de que gracias a Internet y a las redes sociales…”, pero, don Punset, qué sabiduría es esa que cifra el origen del Intenné en el mero azar, ¿nada tiene que ver con la iniciativa individual?, “…oye, yo he venido aquí, COMO CADA AÑO, tengo la SUERTE…” (y de nuevo el azar poniéndose del lado punsetiano, qué afortunado él en la loca tómbola de la vida) “… que me ponen en jurados, y entonces estoy en el jurado de Ciencia del… Príncipe de Asturias, creo que se llama… (ah, qué ensayado mohín de disgusto entonces, qué truquito de farsante mediocre, esa burda red embustera que atrapa las mudas sonrisas cómplices del Directorio de la Indignación, y es precioso el momento, porque irrumpe además en el plano, vestida de rojo, una esplendorosa rubia de muy generosas formas, risueña y ansiosa por inmortalizar digitalmente al Genio, quién fuera él, leches, y estallan los flashes a su alrededor) “… y no puedo revelar el secreto pero os dejo tranquilos, en el sentido de que… creo que hemos elegido bien el Premio…”, y pone ya pie en estribo Punset para la revolera de la despedida.
“Mil gracias, aah, pensad que hay mucha gente que se acuerda de vosotros, aah (cierra el puño en este punto Punset, adecuando así palabra, gesto y sentido)… aunque os parezca que estáis solos. Gracias”. Estallan ya los aplausos, atruena incluso algún bravo, devuelve él entonces con humildad estatuaria los cumplidos. “Muchas gracias, Eduardo”, le susurra encandilado el maestro de ceremonias de la Asamblea, un poco por debajo del gran sabio. Eduardo guarda la estilográfica en el bolso interior de la chaqueta, se gira hacia el Directorio y por un instante, a sus setenta y cuatro, enfoca con la mirada a la rubia esplendorosa, que a unos metros entusiasmada le ovaciona.
“Creo que debemos un fuerte aplauso… a un esfuerzo brillante”, tercia el speaker y en efecto, sucédese la mansa lluvia de las ovaciones sobre Eduardo que, complacido, baja del estrado y se abre paso, lento y majestuoso entre la masa de los Indignados, que es ahora masa de Enardecidos en torno al sabio, hasta que la marcha triunfal de Eduardo fúndese en plano con la hermosa nuca de una joven morena de pelo recogido en cola que castamente besa la sabia mejilla.
Aún podemos contemplar por un instante más a Punset, señorial y tutorial, firmando más autógrafos, que es que los Indignados se los solicitan sin tregua. Y al final del video, como agitado el Héroe por emociones tantas, don Punset suspira y se desborda… “¡aay! ¡No paréis!, les exhorta con voz desmayada a los penúltimos entusiastas. “Muchas gracias”, óyese decir a uno de ellos, como si la firma del mismo Bob Dylan acabara de conseguir. “Nada, encantao”, remacha Punset, y se va. Y luego, más risas de los Indignados y ese plano final, que recoge, con la atormentada caligrafía del genio, su cultísimo y central imperativo: “No paréis”. Y olé.
Video de la cosa en
http://youtu.be/FYReCuj6ksM