(II)
Aquella mañana de agosto, que tenía un cielo tan limpio que parecía recién lavado, aquella mañana en que me bajé a la calle más temprano que ninguna otra. Había visto por el ventanuco de la cocina a Paula. A Paula y a sus trenzas casi blancas de tan rubias, que se columpiaba a solas en nuestro esmirriado parque, y aunque por nada del mundo me hubiera atrevido yo a decirle algo, sí quería contemplarla de cerca, enfrente de ella, pero sin que me viera. Creo que aún estaba yo medio adormilado, puede que medio sonámbulo incluso, cuando pisé la acera en la mañana inaugural, como si pisara a la vez la endeble urdimbre del sueño de una mañana de verano.
Paula, y el que lo cuenta, también somos tú, fiel lector. Todos fuimos una mañana de verano ese niño y esa niña que se descubren por vez primera mirándose de una forma distinta, contemplándose desde una pureza nueva que algo remueve por dentro al tiempo. Y Paula, aquella mañana de agosto cerró los ojos al tibio sol madrugador, tomó impulso sobre el columpio y se balanceó con ganas. El columpio cobró así más y más fuerza. La catapultó tanto que ella salió al fin volando, con una sonrisa bien radiante en la cara, con sus trenzas rubias en hélice por los aires, con la altitud suficiente en medio de la parábola conseguida, para adecuar la postura y sumergirse hasta el fondo de un río caudaloso, en el que la esperaba, gentil como un principito del agua, y contra pronóstico, porque no parecía ahora un sueño, el pez de colores rojizos y opalescentes, que era tan alto como ella, el pez con el que Paula me había dicho un día que soñaba cada noche.
Y Paula abrió entonces bien grandes los ojos frente a mí, como si no acabara de creerse del todo las burbujitas de aire que de nuestras bocas ascendían hacia la superficie del río de agosto, en el que buceábamos tan campantes.
(III)
Y era también Agosto, durante algunas de sus clamorosas atardecidas, con los últimos rayos del sol colándose como dádivas anaranjadas entre las perezosas grúas, era también agosto el tiempo de los filósofos. Llegábamos allí los infantes traviesos, fatigados al cabo de tanto ardor guerrero que había contenido el día, seco ya el sudor sobre nuestros flequillos apegotados, y nos sentábamos en círculo, con las piernas cruzadas, como los del yoga, sólo algunos con la espalda contra las paredes de ladrillo rojo de algún portal. Nos repartíamos entonces el flash, nuestra ambrosía de héroes homéricos extenuados, la misma que nos elevaba a un dulce nirvana, los flashes vamos, aquella agua congelada en un plástico con polvitos de colores pirotécnicos: de naranja, de limón, de coca-cola, ah, los flashes de menta, ese hielo verde pippermint, el mismo verde de los ojos de Paula, qué sabor tan sofisticado y amargo al principio, qué ricos y qué refrescantes los flashes, por mucho que nuestras madres se empeñaran en decirnos que eran malísimos para las anginas.
Y entonces, saciada la sed, comenzábamos a desbarrar, como si en vez de una pandilla de cansados mocosos de Aluche, fuéramos la mismísima Escuela de Frankfurt en pleno debate, que hasta adorno le poníamos a nuestros conciliábulos de futuro. “Seré ingeniero y viviré en Inglaterra, me casaré con una holandesa y tendré tres hijos y un Morris 1500”. “Pues yo, en Alemania, seré futbolista y mi mujer se llamará Ingrid, y nada de hijos”. “Ya, y con un Mercedes, ¿no? qué listo… me pido Italia, tendré un Mini y seré músico en un grupo de esos”. Desplegábamos esos nombres de extranjeros países, como si Italia, Alemania, Inglaterra, agotasen en sí el más imaginable exotismo en aquellos años. Y nos tomábamos entonces, tan chuletas, otra ronda de flashes para chupar, como adultos que se pasaran un puro, que aún nos quedaban algunos céntimos de la paga del domingo.
No sé bien por qué nos daba por soltar aquellas cosas, pero eran las que aquel verano decíamos, y aquí las quiero traer de nuevo, como una pincelada de verdad más al boceto de un agosto remoto, que vamos planeando de la mano, lector, un verano que tenía el mismo color que el mazacote de membrillo que a veces nos daban para merendar, que parecía un lingote de oro envejecido y blandurrio, como el sol que ya declinaba en remotos resplandores para entonces. “Mañana a las 10, todo el mundo en la plaza”. Y así se acababa ese día la función.
Hago memoria...mi Paula...sí, era extranjera. O forastera. No tenía sentido que fuese una Paula de invierno.
ResponderEliminar¿Flash?. En el pueblo no usábamos de eso, y mira que mi abuelo tenía una tienda de ultramarinos...¡cómo sois los de la capital! Pero sí filosofábamos. Yo quería ser el alcalde, para tener el mejor coche del pueblo y para que a mis hijos nos los cogieran los municipales cuando robasen albaricoques.
Un abrazo
Aquellos setenta días veraniegos eran interminables, desde que amanecía hasta que anochecía,
ResponderEliminarlas ilusiones de nuestras tiernas mentes nos llevaban a mundos de imaginación que expresabamos sin malicia.
Pero con el paso de los años, vemos con lejanía una corta infancia de apenas cinco o seis años, pero recordando siempre nuestros primeros amigos de la niñez.
Saludos.
Todo eso era porque no teniáis una Play Station. De todos modos, es raro que el que prefería Italia no esperase ir en un Ferrari.
ResponderEliminarMe encanta cómo evocas, José Antonio, con esta literatura tan visual e irremediablemente digna de calificarla de gran calidad, los giros y las metáforas... y cómo consigues transportarnos a ese verano de membrillos y sueños intactos y libres.
ResponderEliminarTe felicito, es un placer leerte.
Un abrazo.
Cómo se vuelve a la infancia? Cómo?? Yo daría cada cosa que tengo...
ResponderEliminarPreciosos recuerdos, leyéndote me has traido otros muchos míos de corte similar, la pena es que a mí por las tardes me mandaba a mi madre a bordar, ya sabes aquello de "hacerse una mujer de provecho y bla, bla, bla").
ResponderEliminarBesos
Relatos salen de estas historias de otros tiempos. Me encantan los recuerdos así. Un beso Jose Antonio
ResponderEliminarQue relato mas encantador, lo he disfrutado plenamente
ResponderEliminarNos traes a la memoria, días tan hermosos, donde la inocencia se codeaba con la sorpresa, de descubrir la vida
Esos veranos inolvidables y el despertar al primer amor que jamás se olvida...
Besitos en el alma y feliz semana
Scarlet2807
Todos somos, hemos sido protagonistas de este relato estival. Todos tenemos agostos en nuestra memoria, siempre hay alguna Paula o algún Eduardo danzando en nuestro recuerdo, los flash estaban deliciosos (sólo Dios sabrá lo q contenían aparte de agua helada) y se compartían siempre, el cielo era tan limpio como describes (ya no quedan cielos así de límpios, ni siquiera en agosto), todos hemos fantaseado a cerca de nuestro futuro en países lejanos, jajaja.
ResponderEliminarGracias por traer a mi recuerdo todos aquellos momentos vividos con emoción y entusiasmo.
Un abrazo, feliz semana.
Tengo que confesarte algo:
ResponderEliminarGeneralmente no leo los textos largos de los blogs, porque me cuesta leer en la pantalla ( las letras en papel, ah, esas son otra cosa), pero estas dos entradas tuyas las he disfrutado y las he leído de un tirón y hasta me han sabido a poco. Se te da bien este tipo de escritura, lo repito: deberías dejarte llevar por este otro tú tuyo muchas más veces y dejarnos saborearlo.
Un abrazo enorme y agradecido.
No recuerdo yo ningún Pablo en mis veranos,yo es que era muy pavisosa.Lo que sí te puedo decir es que despues de 30 años he vuelto a comer flashes , me encantan , creo que incluso más que cuando era pequeña.
ResponderEliminarTu remenbranza me da escalofríos
ResponderEliminarde tanto como se parecen
mis recuerdos a los tuyos,
en difernte sexo
pero en sentimientos
y sentidos similares,
qué ternezas
y cuánta dulzura
se fraguaron en esos
veranos
Flag golosina ¡que rico helado! del congelador lo saco congelado, siempre en la cima flag golosina, yo de naranja y menta,y yo flag golosina de limón, haz en casa tus helados, flag golosina flag, así lo cantaban en los anuncios de la tele.
ResponderEliminarUn abrazo
Preciosas reminiscencias, los niños ejercen todo su poder y magia al hablar y se crea mundos nuevos, un abrazo entrañable, me encanto,
ResponderEliminar¡Quién no añora la infancia! Volver a ella a través de los recuerdos me hace sentir bien.
ResponderEliminarLos amigos, las calles de tierra,los carnavales del barrio....cuántos y cuántos recuerdos!
Me encantó tu relato, me emocionó pues me llevaste a mi niñez.
Un abrazo.
pero buenmo mi amigo sos un tipo marvilloso para hacer historia muy bueno lo tuyo
ResponderEliminarte saludo
Aquellos helados largos que parecían no tener fin y que siendo malos para la garganta nos encantaba rechupetear hasta incluso el plástico del final,que dejábamos colgando en la boca mientras saltábamos en la goma y mirábamos de reojo a nuestro observador de las trenzas,sempiternas trenzas amigas hasta la hora de dormir.
ResponderEliminarEl membrillo lo recuerdo como visión,pues jamás conseguí que me gustara su sabor.
Encantadora entrada.
Besos.
BELLOS RECUERDOS QUERIDO AMIGA, AQUEL PASADO QUE NO SE BORRARÁ JAMAS DE NUESTRA MEMORIA PORQUE EN ÉL NOS FORMAMOS COMO PERSONAS.
ResponderEliminarBESITOS
Y GRACIAS POR TU COMPAÑIA.
CARIÑOS MILES PARA TI
PERDON AMIGO, DISCULPA
ResponderEliminarYo pienso en las Paulas de hoy
ResponderEliminar" a mi me pondrán un micro chip con el windows 7"
"pues a mi ya me lo han puesto"
Y no habrán más despertares de preadolescencias azules en el NWO que nos espera.
BÇs
Mi Paula se llamaba Tere y yo podría pasa también por ti en este tierno relato y tan cercano en el tiempo.
ResponderEliminarYo decía que quería ser maestro (de escuela y al final albañil, con gusto) y ella recuerdo que quería ser mujer. Transporta, transporta tu relato a un tiempo grato.
Un abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCuantos recuerdos nos sacas de la memoria...jugabamos en la calle y no teníamos problemas, íbamos descubriendo ese mundo que con tantas ganas queríamos que llegara...
ResponderEliminarHoy es todo tan diferente.
Los niños apenas juegan en la calle y les falta esa ilusión que teníamos nosotros.
Un beso.
Profundizamos el viaje!, esos flashes llegaron hasta mi infancia en la patagonía, (nací en 1988). En Argentina les decíamos "juguitos".
ResponderEliminarUn gustazo colega bloguero.
Dalicia de relato.
ResponderEliminarGracias.
Bello relato para dejar un rastro con sabor a historia...Espero alguna vez pases por mi rincòn y contar con un rastro que no se pierda!
ResponderEliminarEl verano de las ideas...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
buenos dias José ANTONIO ...AQUI DE VISITA Y A DESEARTE FELIZ SEMANA
ResponderEliminarUN ABRAZO
Marina
En el trastero de casa, a simple vista, guardo mi primera bicicleta, la cual tiene las ruedas gastadas a causa del montón de veces que subí el puerto especial de etapa.
ResponderEliminarAhí está. Limpia y reluciente, es desesperada espera para volver a surcar los caminos que ahora son de asfalto.
Un saludo, José Antonio, maestro. Una entrada sublime, como toda la Sonata.
gracias por tu cariñoso comentario en mi blog, he disfrutado enormemente del tuyo!
ResponderEliminarmapi
http://minemine-mapi.blogspot.com/
No soñaba más allá de lo alcanzable, no me seducían los extranjeros, en varones, coches de marca o paisajes bellos.
ResponderEliminarSoñaba con principes sin desteñir, con ser bailarina clásica, escuchaba a Serrat y leía, siempre leía.
Quise ser azafata y volar, quise ser monja y meditar, quise ser madre, quise ser artista, quise muchas cosas, en épocas determinadas.
Quise escribir y lo hice, con poca fortuna para mis jueces de antaño.
Quise ser la que soy y lo conseguí.
Me encanta tu expresión tan primorosa y cómo conduces el escrito.
Felicidades.
-Javir: filosofábamos con el extranjero o con la extranjera, que es lo que recuenta. Otro
ResponderEliminar-Helio:interminables y sin malicia, le voilá. Saludos
-Bucan:así de raros éramos, ya ves
-Gabriela: gracias a miles por decírmelo tan bien, intactos sueños. También es placer leerte a tí. Otro.
ResponderEliminar-Meme: y yo...
-María:y además de conservar aquellos recuerdos, te hiciste una gran mujer. Besos
-Winnie: no olvidarlos. Otro, Winnie
ResponderEliminar-Scarlett:gracias; inocencia y descubrimientos, despertares incomparables a todo. Besos
-Aurora:me alegro de tener entonces recuerdos y sensaciones comunes; es verdad, de qué estarían hechos los flash, pero qué ricos.Otro para tí.
-Laura: gracias por la confesión, si te han sabido a poco me doy por sobrepagado. Gracias por tu elogio. Abrazos.
ResponderEliminar-Cris Ham: ¡has vuelto a los flash! eso es pasión y lealtad. No, no creo para nada que alguna vez hayas sido pavisosa.
-MTeresa:celebro compartir eso contigo también, esa dulzura inacabables que tenía el verano
-José Antonio: sííí, recuerdo perfectamente la cancioncilla. gracias por recordarla y traertela aquí.Otro
ResponderEliminar-Carmen: gracias, amiga, eso es, ellos crean mundos nuevos
-Elsa:muchas gracias, es verdad, hace sentirte bien. Otro
-Milthon:muchas gracias
ResponderEliminar-Marinel: sííí, si, hasta el plástico, es verdad,el membrillo a mí me empalagaba, pero... era lo que había. Gracias
-Luján:nos íbamos formando, cierto. Besos
-jinquer:esperemos que no, hombre. BCs
ResponderEliminar-Juan Risueño: gracias por tu recuerdo, me alegra compartir contigo también parecidos pasados y vivires
-LauraM:están más resabiados, más conocedores de todo y más expuestos a todos que antes. Ilusiones siguen teniendo, creo, sistintas. Otro.
-Juan Ojeda: ¿en la Patagonia también? qué curioso, juguitos, mil veces mejor que flash, claro. Gracias, colega del bló.
ResponderEliminar-Xesús: gracias, amigo, por su lealtad, tan reconfortanye
-Sin Rastro:gracias, sigo tu rastro en la nieve de los bló
-Hiperion:ya ves. Otro.
ResponderEliminar-Marina: gracias. Igual para tí. Otro
-Herep:es verdad con la bici habría para escribir una buena tacada, házlo Herep, házlo tú. ¿Guardas la primera bici? qué buena idea. Muchas gracias por tus ánimos
-Mapi:gracias a tí, me alegro te haya molado
ResponderEliminar-Inés:pues tuviste un montón de sueños, y eso habla de un corazón grande y una imaginación despierta, ya sabes, algunos se cumplen, otros no. Y gracias por apreciar mi conducción
Linda manera de evocar la infancia!
ResponderEliminarSaludos.
hola jose antonio te agradezco tus palabras y te felicito por la entrada un saludo
ResponderEliminar-Neogéminis: gracias. Saludos
ResponderEliminar-goge:gracias... y gracias. Otros.
José António, magnifico conto que nos leva às memórias de infância.
ResponderEliminarAgradeço muito as tuas palavras deixadas lá, no meu Oceano.
Um forte abraço
oa.s
MUY DISIENTE POST. UN GUSTO VISITAR SU ESPACIO.
ResponderEliminarUN ABRAZO
¿Y por qué no unos mocosos de Aluche no pueden ser eso y más?
ResponderEliminarDevuelvo tu amable visita a La Acequia, en la que espero hallarte siempre que lo desees.
-Reltih: gracias, igual. Otro
ResponderEliminar-Pedro Ojeda:esp, dí que yes. Gracias, un placer
Recuerdos de la infancia... ¡qué lindos son, José!
ResponderEliminarExisten personas que quisieran volver a su infancia y se como se era en aquel entonces.Sin embargo, humildemente creo que absolutamente todos guardamos y somos ese chica/o (acá decimos así al niño)que solíamos ser. Lo que pasa es que nos empeñamos en taparlo para que nadie lo lastime.
Saludos blogueron!
La visión de esa infancia es el tesoro de los adultos que logramos evocarla.Y alli está, siempre dentro nuestro como un diamante que guardamos celosamente y de vez en cuando volvemos a ver, atónitos por su belleza y perfección.
ResponderEliminarTuve una infancia parecida, con esos pequeños desvelos...Me la has hecho recordar. Me ha conmovido.
Buenas tardes, me ha gustado mucho,recuerdos muy parecidos a los míos,será porque no nos llevemos muchos años,el flash,la verdad no me gusta,prefiero el bombón helado.Con tus relatos,nos están haciendo revivir nuestra infancia y un poquito más .Un saludo y buen martes.
ResponderEliminarQué enternecedore recuerdos. He disfrutado como un pequeñuelo la deliciosa narración.
ResponderEliminarMil gracias por estos momentos tan placenteros.
Un abrazo.
En algún momento de mi vida yo también fui Paula.
ResponderEliminarSoñé con ser poeta.
Aún lo sigo soñando.
Gracias José Antonio.
Yo no tengo Paula en mis haberes, tal vez algún Cesar
ResponderEliminarEstoy de vuelta de mi misma y me hago su fiel lectora de agosto como pedía usted en la entrada anterior por estos lares me pasearé a saborear relatos de este mes áureo
Besos
Que maravilla de relato! Cuantos recuerdos de niñez me ha traído a la memoria!
ResponderEliminarBesines
-OcéanoAzul:muchas gracias. Otro bien fuerte para ti.
ResponderEliminar-La que vive al lado:es bueno taparlo, pero no perderlo. Saludos
-Liliana: es un tesoro a abrir de cuando en cuando. Muchas gracias
-Marian:Gracias;el bombón era entonces lujo asiático.Muchas gracias, Marian, por ese poquito más.Sakudos
-Julio: gracias por venir, por disfrutar, por decírmelo. Otro
-Tecla:es seguro que fuiste Paula, es seguro que eres poeta. Sigamos soñando. Gracias
ResponderEliminar-40añera:pues muchas gracias por esos saboreos prometidos. Besos
-Vane: gracias, recuerdos a espuerta que se abren de golpe, sí, y que teníamos quizás en un ángulo oscuro. Besotes
Olá, boa noite!
ResponderEliminarEstou a passear pelas tuas postagens.. Amei..
Beijos
Selia
Hola José Antonio, me ha encantado leer su relato, lleno de recuerdos, de ternura, de encanto.
ResponderEliminarOjalá pudiera yo narrar algo similar, pero carezco de vivencias, de expereriencias. Pero me ha encantado leer su extrardinaria narración.
Abrazos. Rosa.