Me reñía mi abuela en agosto, cuando volvía yo a su casa, sudoroso y con la sonrisa bien dibujada en la boca, como un niño que aún se relame de cuanto acaba de disfrutar, justo a la hora de comer. “Ah, bobón, ya has estado trillando otra vez. ¿No ves que ése es su trabajo? Y mientras tanto ellos, tan ricamente a la sombra. ¿A que sí? Como vea a la María, me va a oír, me va a oír”. “No te enfades, abuela, si me encanta trillar con los burros”. Y le decía entonces yo a mi abuela nada más que toda la verdad.
Existe un paisaje que a todos avasalla sin duda para rememorar los días felices de agosto en el pueblo de Segovia: el cegador esplendor de la era en verano, el rubísimo mar de oro puro que parecían las mieses deslumbrantes, extendidas por todo el erial bajo el clarinazo del sol en la mañana. La señora María, con sus ropajes negros y largos siempre, su ancho sombrero de paja sin cintita de color alguna, bajo el que ponía un pañuelo blanco que le colgaba hasta los hombros. Sus labios tan resecos y exangües, por el calor y por la edad, sus ojos oscuros, hundidos al fondo de las cuencas. Tenía a su cargo un hijo mayor, y no estaba muy bien de la cabeza el pobre, así que a ella le tocaba bregar en la era. “¿Anda, quieres ponerte un poco con los borricos, majo?”.
Y se abría entonces para mí un mundo entero y del todo nuevo, sentado sobre el duro tablete del trillo, dando sólo vueltas y más vueltas al círculo de la mies, en un tiempo sin Tiempo, con aquellos dos burros parsimoniosos y remisos, que me miraban de lado, puede que algo neuróticos ellos mismos, filósofos achicharrados al cabo ellos también en la era verdadera, por obligarles nosotros a darle tantas vueltas a la cosa.
Me daba la señora María a última hora un chorro del agua del botijo que se guardaba a la sombra de la montaña de paja. Ella misma me lo inclinaba desde lo alto y como no sabía yo del todo beber en botijo, me atragantaba un poco y me rebullía el agua pescuezo abajo. Asomaba entonces al rostro de la señora María una sonrisa de dientes desiguales y cariados, pero la risa también le rejuvenecía mucho de golpe el rostro. Nunca jamás licor alguno me ha sabido tan rico como aquel agua calentorra, que a mí me parecía fresquísima.
Cómo explicarle a mi abuela entonces que no me importaban nada ni el mazo del sol en la era, ni siquiera el pegajoso sudor adosado al pañuelo largo, acoplado a su vez al sombrero de paja de la señora María, que ella misma se quitaba y me encasquetaba en la cabeza sin posible discusión. Cómo contarle que esa mañana me había creído yo un indómito vaquero de novela de Marcial Lafuente, trajinando por desérticos parajes de Arkansas, que cruzara con el ganado el mismo río Pecos, sólo que era éste el río amarillo y reluciente de la parva sobre la era. “Abuela, no te enfades, anda, si me encanta trillar, si me voy a comer ahora mismo todos tus fideos, ya verás”.
a mi me encantaba subirme al trillo y dar vueltas en la era
ResponderEliminarbs
Bonito recuerdo de una infancia en que los hechos que se vivieron no volverán a repetirse.
ResponderEliminarLa Castilla agosteña es brutalmente castigadora pero el trabajo en el campo con animales venía a ser el emjor endurecimiento personal, imagino.
Yo soy norteño y no he vivido eso pero he conocido, de pasada, los homéricos sufrimientos de aquellas gentes que desde el mismo amanecer se lanzaban a la era.
Los que nos criamos en el campo recordamos la historia de modo distinto, nuestros veranos pasada la corta niñez, eran para trabajar y no precisamente subidos al trillo, aunque algunas veces también.
ResponderEliminarSaludos.
José Antonioooooooooooo pero bueno!!!!! vives en Aluche y yo cerca, y ahora vienes que tu abuela era de Segovia!!!! y yo también provengo de allí....
ResponderEliminarYo no viví esa época de trillar, nací un poco después, pero si recuerdo ir con mi madre a espigar para despues de que cosechaban, para darle lo que cogieramos a las gallinas.Madreeeeeeeeee que tiempos!!!! una avrazo.
Un bello recuerdo en una impecable narración. Se vive mientras se lee, se ve, se huele, se siente el calor... Felicidades.
ResponderEliminarUn beso.
Era como el Scalectric, pero desde dentro y más pausado y encima lo guiabas tu, no me hubiera cambiado ni por Fitipaldi en aquel momento y luego comprobar la sabiduría añeja popular pues te metías en el chozo de ramas de roble y la temperatura descendía de golpe diez grados, dejando el agua del botijo fresca como recien sacada del manantial, vaya, si llego a saber que me enrrollo tanto, hubiera hecho un post propio.
ResponderEliminarUn abrazo
Yo también pasé mi niñez en el campo. Mi padre era agricultor, tengo muy gratos recuerdos del verano, de las tareas propias de la estación. Con tus hermosos relatos me haces desplazarme de nuevo al pasado y revivir aquellos momentos. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo, feliz día.
¿De verdad sabías que estabas trillando o acaso imaginabas que conducías una cuadriga como si de un Charrlton Haston mesetario se tratara?
ResponderEliminarPor cierto, el "ancho sombrero de paja sin cintita de color alguna"...es la imagen misma de la sobriedad castellana.
Un abrazo
Me engancha tu forma de escribir...
ResponderEliminarUn beso.
Me encanta este verano de otra época, que parece que aún tiene mucho que escurrir. Tienes historias para todo y todo con tus palabras parece mejor.
ResponderEliminarSon recuerdos que permanecen imborrables de un tiempo que jamás volverán.
ResponderEliminarA pesar de que eran vacaciones y veranos de trabajo, la infancia todo lo edulcora y lo mantiene como una añoranza perpétua.
Saludos.
De trillos poco ,pero de beber en botijos y botas un rato. Lo llevaba mi abuelo a la huerta y allí todos los nietos alrededor dale que dale. Yo tampoco sabía beber y me bañaba más que otra cosa.Saludos José Antonio.
ResponderEliminarDesconozco totalmente el mundo sacrificado -y a la vez gratificante- del campo y su gente, así que me dejo llevar por tu mano y me quedo rememorando tu agosto y tus recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Puede que esos tiempos no estén tan lejanos. El Estado del Bienestar parece que camina hacia el jamelgo y no hacia el Ferrari.
ResponderEliminarLa izquierda siempre cumple sus promesas; siendo yo adolescente prometían la “sociedad del ocio” y ya la disfrutan cinco millones de españoles.
No cabe duda de que el rucio supone un avance, un innegable bienestar, respecto a la vaca de mis recuerdos. El cagajón es más compacto que la boñiga; recoger la tifa para que no contaminara la trilla era una operación complicada que se convertía en peligrosa si el animal tenía el vientre suelto. El ataque de tos de un bóvido en tales circunstancias es algo que no se olvida.
¡Que preciosa historia de verano! y que singular debió de ser la época de la trilla... yo la he escuchado en la casa de mis abuelos, una localidad preciosa, agrícola, pero ya todo aquello de lo que hablan los mayores, no existe.
ResponderEliminarQue recuerdos tan bonitos te han quedado, me quedo con que mereció la pena pasar tantísma sed,por poder revivir, momentos tan bonitos.
Un abrazo.
Hola Jose Antonio:
ResponderEliminarMil gracias por su hermosa presencia en mi espacio http://unionconlaluz.blogspot.com/
Te invito a recibir un premio que he preparado con mucho cariño.
Un abrazo
Rosa E.
Emotivo relato de la niñez en el campo que recuerdos ... de niños se disfrutaba en la eras con el trillo como enanos , cuando los mayores nos dejaban subir a el.
ResponderEliminar"Trillando voy trillando vengo y por la era como loco y feliz con el trillo dando vueltas me divierto"
Amigo José Antonio mil gracias mil por tu huella bloguera.
Un frarernal abrazo de MA.
Quienes tenemos la suerte de haber tenido experiencias de ese tipo en la infancia, las guardamos en nuestra memoria como un tiempo delicioso, porque para quienes lo hacíamos de manera esporádica, aquello era cualquier cosa menos un trabajo y, casi siempre, lo convertíamos en un juego divertido, en una aventura en la que nuestra imaginación volaba a recónditos parajes para vivir sueños de película, como muy bien has reflejado en tu magnífica entrada
ResponderEliminarEs un recuerdo precioso José Antonio. Nunca he visto directamente, trillar el trigo de la era pero leer tus palabras es como ver un fotograma de la mejor historia posible: la película de tu vida. Siempre es muy placentero leerte.
ResponderEliminarun abrazo bloguero o no :)
Me has hecho recordar mi niñez,
ResponderEliminares un placer leerte.
feliz semana.
Si te digo que me haces recordar a Miguel Delibes no te parecerá mal, espero.
ResponderEliminarCreo que hay muchos escritores de oficio que carecen de tu estilo. Enhorabuena.
¡Y qué fresquito y qué rico sabía ese chorro de agua que salía del botijo!
ResponderEliminarQué bonitos recuerdos nos has traído hoy, José Antonio, y para las personas que hayan estado en contacto con el campo les habrá resultado muy agradable volver a estos recuerdos.
Pero qué distintos son ahora los tiempos ¿verdad? si nuestros abuelos levantaran la cabeza...
Un beso.
Hola,nos estás enganchando aún más si cabes a tus relatos,estas vivencias de los veranos,se me hacen cortos, a la vez que recordamos esos tiempos un poco lejanos,meses de vacaciones y de trabajo para algunos.No lo he llegado a trillar pero sí ver hacerlo y luego hacer las alpacas,ver cómo estaban pendientes del cielo por si llovía recogerlas.Todo muy bien escrito y se nota que parece que lo estabas reviviendo.Un saludo y buen miércoles.
ResponderEliminarPreciosos y preciados recuerdos. que pena que la infancia pase tan rápido. Yo también he trillado, aprovechaba cuando se iban a cazar, pero no podía si no estaba el mediero vigilando (menudo genio gastaba).
ResponderEliminarY no me daban del botijo porque le echaban anís.
Pero bueno, si ahora resulta que somos casi paisanos. Me ha encantado tu escrito sobre la trilla ¡¡como a cambiado la vida!! yo soy de Avila, y he conocido todas la labores del campo y no solo las he conocido sino que las he practicado, y no precisamente por capricho, sino por necesidsad.
ResponderEliminar¡¡Un fuerte abrazo Jose Antonio!!
crupropy
Me encanta este relato, me has traído recuerdos de cuando, de pequeñita, pasaba temporadas en el campo de mis abuelo. Me gustaba especialmente subirme a los árboles a coger albaricoques, que me comía prácticamente verdes, o de cuando mi abuela me dejaba un cestito y me iba al gallinero a buscar los huevos. Recuerdo, incluso, el olor de los tomates recién cogidos.
ResponderEliminarBesos
Cómo dice la canción: Qué tiempo tan feliiizzz!!! Qué suerte haber vivido esa època que yo de Madrid no he salido...
ResponderEliminarUn saludo!
Un placer leerte.En aquella época no había tiempo de aliarse con "Indignados, Perroflautas"
ResponderEliminarUn relato maravilloso. Muy bien contado.Recuerdos hermosos.Saludos cordiales.
ResponderEliminar-jinquer: somos dos ya. bs
ResponderEliminar-Tellagorri:era un trabajo de sol a sol en verano durísimo. Yo no lo hice, eh.
-Helio:y tienes razón, claro. saludos
-Metamorfosis:ya no vivo en Aluche, pero sí soy segoviano. ¿Ibas a espigar? eso tenía también lo suyo.Abrazo
ResponderEliminar-Laura:también lo que tú escribes se ve, se huele, se acalora uno. Gracias. Otro.
-José Antonio: hazlo, tío, haz un post propio sobre el scalextric de la era, que lo bordas. También trillé con mulos (alucinante velocidad) y con vacas (que se salían con su fuerza). Otro
-Aurora:gracias, yo creo que es bonito recuperar lo bueno, tu padre, esos recuerdos. Abrazo
ResponderEliminar-Javir: imaginaba sobre todo; bien vista esa sobriedad castellana a veces áspera incluso, así somos. Otro
-Kayla: pues nos enganchamos pero ya. Otro
Que bonita remembranza, por un momento me sentí ahí, dando vueltas en la era.
ResponderEliminarExcelente relato, saludos blogueros José.
José Antonio como siempre, magistral con tus artículos. Enhorabuena y saludos.
ResponderEliminar-Meme:¿todo con mis palabras parece mejor? No me digas eso, que puedo desmayarme, te lo digo en serio. Gracias
ResponderEliminar-Natalia: imborrables del todo. Saludos
-Cris Ham:¿tu abuelo a currelar y vosotros a darle a la bota en la huerta? No creo, todo entre todos, seguro. Gracias por dejarme tu recuerdo. Saludos
yo no hr trillado, pero si he visto tirar del trillo.
ResponderEliminarY me has recordado la cantidad de novelas que leí en Logroño de Marcial Lafuente Estefanía esperando a mi marido que salía de viaje con frecuencia.
Haciamos cambio en el kiosko...anda que no ha llovido :))
-Neogeminis:muchas gracias, porque hacerlo así es muy de agradecer. Otro
ResponderEliminar-Secundino:muy bueno el apunte, y que las vacas te podían también arrear una coz.
-Lore:muchas gracias, te suena porque lo has escuchado, de niño se idealiza todo. Otro
-RosaE: muchas gracias por la tuya en el mío, y por el cariño con que me distingues. Gracias por el premio. Otro.
ResponderEliminar-MA:eso, con el trillo como un potrillo.Gracias. Abrazos para tí
-Trecce:has dado en el clavo, lo hacíamos un rato y era aventura. Gracias
-Esilleviana: gracias,gracias por el fotograma y por el placentero. Abrazo bloguero, sí.
ResponderEliminar-Ricardo: gracias, en común entonces. Feliz semana, amigo
-Xesús:gracias, si te recuerdo a Delibes, si te gusta mi estilo... pues gracias a los dioses sois que así sea, me llena de alegría. gracias, amigo mío
-María: así sabía, cierto. Los niños tendrán ahora sus propios recuerdos los suyos, creo que los tiempos son distintos y a la vez parecidos. Otro. Gracias
ResponderEliminar-Mari Carmen: ¿lo conociste en vivo? qué bien, hermosos recuerdos indudablemente, gracias infinitas a tí, por escribirme desde Goteborg con ilusión. Saludos
-Marian: gracias,¿se te hacen cortos? ¡bieeen! es lo que más quiero, y es verdad las alpacas enormes, que subían con las trébedes a los carros. Muchas gracias, Marian
ResponderEliminar-Candela:¿también has trillado? qué bien, qué curioso lo del mediero, no lo conocía, ¿le echaban anís? en castilla creo que no, la austeridad, ya sabes
-Burladero:hombre, paisanos, que abulenses y segovianos prácticamente lo mismo somos,¿te tocó hacerlo por necesidad? pues escribe, si te apetece sobre ello. Un abrazo
Esas historias de nuestras vivencias en los veranos, que pasábamos en el pueblo es algo que uno recuerda siempre con cariño y añoranza.
ResponderEliminarAquellos veranos eran algo muy especial y en algunos casos casi mágicos.
Me alegro de conocer tu blog y que tu visites el mio.
Un abrazo.
-María: gracias, subirse a coger albaricoques debe ser también bonito, esos aromas, los tomates, el cloqueo histérico de las gallinas. Besos
ResponderEliminar-ion-laos:pero tú tendrás los tuyos, y bien bonitos de contar, házlo. Saludos
-Mayos RosaMª:muchas gracias, vuelva, hágase seguidora mía, plis
-VillaMaría:muchísimas gracias. Un abrazo
-Juan Ojeda:muchas gracias, si eso conseguí, ya estoy pagado. Un abrazo
ResponderEliminar-Rafa:gracias y saludos, amigo
-LauraM:yo leí cientos de aquellas novelas, sí las cambiaba por diez céntimos, que si ha llovido. Muchas gracias por venir a contármelo, de verdad.
-iglesiasoviedo:especiales y mágicos aquellos veranos, desde luego. Te sigo yo también. Un saludo
Hola José Antonio, ya veo que en ningún momento nos abandonan los recuerdos, los de la niñez… los mejores, había tantas cosas por descubrir que seguro que nos gustaría volver por lo menos unos días.
ResponderEliminarYo estuve una temporada en una huerta con amigos de mi padre, y recuerdo haber trillado con ellos, yo quedándome entusiasmada con trabajos tan “interesantes” o al menos a mi me lo parecía.
Bueno que me ha gustado mucho tu entrada. Un abrazo.
Hola José Antonio que bello relato un recuerdo muy hermoso de infancia que se llevan por toda la vida una bella entrada la imagen es muy hermosa, a sido un gran placer leerte, gracias por dejarme tu huellas para llegar hasta acá, espero vuelvas por mi espacio me quedare para seguir visitándonos.
ResponderEliminarUn gran abrazo que estés muy bien.
FULLLLL, TREMENDO RELATO. ME TRAMA.
ResponderEliminarUN ABRAZO
-Lola: ya lo creo, apetece volver unos días. Que muchas gracias. Otro
ResponderEliminar-Gladys:muchas gracias, te sigo, por supuesto
-Reltih:muchísimas gracias. Otro
Yo no me crié en el campo, pero nunca se me olvidará la primera vez que fui a casa de los padres de mi ex-marido, que me dio por ponerme a desgranar maíz, acabé con las manos destrozadas, y aguantado el cachondeo generalizado entre mis cuñados...
ResponderEliminarUn millón de gracias por tus palabras en mi rincón José Antonio.
Un saludo sincero desde los Pirineos.
Marta.
Un precioso recuerdo de infancia de esos tan entrañables, gracias por darme la mano y conducirme a tu espacio.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, te dejo el camino a mi mundo de letras. Has estado por cierto en mi mundo de hadas.
http://rosanapaishadas.blogspot.com
http://poemasrosana.blogspot.com
Preciosos estos recuerdos tuyos que nos regalas y adornas Jose Antonio. HE visto ese brillo al trillar leyéndote.... un beso
ResponderEliminarMe ha encantado tu historia!! Y qué hermosa canción de Camarón! Muchas gracias por tu comentario, que me ha traído hasta aquí :)
ResponderEliminarQué grato recuerdo esa ternura de niño, que buscaba el equilibrio para no enojar a la abuela. Cuánto sol dibuja ud en esas imágenes, sol ausente en los infantes siglo XXI, que crecen a sombra de edificio.
ResponderEliminarLo he leído gustosa al tibio rayo.
http://enfugayremolino.blogspot.com/
Hermoso recuerdo, cuando viene a Nuestra memoria, momentos asi..
ResponderEliminarIncluso, llega a ti ese olor Peculiar..Muy emotivo, me ha Gustado, y que aún en ti conserves Eso...Gracias por tu visita, y Dejar tus palabras..
Besitos de brujilla
Esos recuerdos de la niñez que siempre estarán con nosotros. Lo has expresado muy bien y casi te veía tirando de los bueyes.
ResponderEliminarCómo explicar que nada molesta cuando estás bien, cuando gusta lo que estás haciendo.
Enhorabuena
Un abrazo
Me ha encantado tu relato, y al son de la música que le pusiste más agradable se hace leerte.
ResponderEliminarUn Saludo
Que deleite leer lo que escribe, ví su blog en el blog de Jordi Boldó.
ResponderEliminarFelicitaciones
Yo de pequeño recuerdo haber trillado solo garbanzos ya que la primera máquina trilladora en Bailén que separaba el grano de la paja la compró mi abuelo. Los veranos del instituto, de los 10 a los 14, los pasé trabajando en la era. Felices veranos.
ResponderEliminarUn abrazo
De nuevo por aquí en tu casa.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Los días dorados de los recuerdos son a veces el alimento de los momentos presentes. Es un texto muy rico y recoge el pensamiento.
ResponderEliminarBesos
-Una soñadora más:desgranar maíz tiene que ser la caña también.Gracias a tí,chica pirenaica.
ResponderEliminar-Rosana:gracias a tí, un abrazo, chica hada
-Winnie: gracias, amiga, por escribirme desde el paraiso y todo. Otro.
-galmar:me alegro te haya gustado. Gracias
-soylaura0:muchas gracias, grata chica, por leerme con gusto
ResponderEliminar-brujilla:ese olor peculiar, cierto. Besitos y gracias
-Princesa 115:gracias, sí, cuando algo gusta, no duele. Un abrazo
-RosaE:eso quería, acertaste, que se me leyera al son bajito de la canción de Camarón. saludos
-
-Norma Torres: gracias por venir acá y por contármelo
ResponderEliminar-Juan: ¡sólo garbanzos! Felices, ya lo creo. Otro para tí
-Hiperion: saludos, gracias
-Ana Galindo:es también otra clave, alimento del presente. Muchas gracias.Besos
Ahora caigo, el año pasado en Rascafría hicieron un amago de recuperar la tradición (este año no lo han hecho) y lo puse en mi blog, pásate a verlo:
ResponderEliminarhttp://elcofredelchirri.blogspot.com/2010/07/fiesta-de-la-siega-rascafria-2010.html
Es hermoso mirar atrás y dejarnos arropar por los aromas de la infancia...
ResponderEliminarDía tras día,yo cruzaba unas viejas vías de tren, para llegar hasta mi querido "Almirante Churruca" que me abría sus brazos de cemento y letras... No sé por qué, al leerte, se me vino de nuevo a la memoria...
Me ha encantado asomarme a esa ventana abierta que nos dejas. Un abrazo José Antonio
los recuerdos de infancia, de esos que con solo leerlos te queda un sabor distinto sobre las pupilas
ResponderEliminarme gusta sentir eso, gracias por compartirlo :)
un saludo
Precioso lo que escribes. Me ha traido recuerdos de mi infancia, cuando en los veranos nos veniamos con mis abuelos, y estabamos un mes entero en el campo trillando. Y el olor tan agradable a paja seca que había por todo el lugar al pasar el pesado trillo con las piedrecitas que trituraban la paja para liberar al trigo. Graciassssssss por hacerme este rato ran grato.
ResponderEliminarHr¡ermoso cuadro. ¿Es de Van Goh?
Saludos
-Ángela:esos aromas, viejas vías de tren, tan melancólicas, tambien. Gracias. Otro
ResponderEliminar-José Antonio: volando voy
-Kristel:sabor en las pupilas, grande, poeta grande tú. te sigo yo también, claro
-Isa Ramos: gracias, ¡un mes trillando! es verdad, el olor de la paja reseca. Gracias. Yes, de Van gogh. Saludos
Te leo y me embriagan los recuerdos de un ayer que jamas volverá de un abuelo que se perdió en el tiempo de los campos de alfalfa que aun percibo su aroma me llegan aires de los campos sembrados de trigo que tiempos aquellos.....
ResponderEliminarGracias por tus comentarios en mi blog
Besos
Nina
Es lo bueno que tiene el pasado, que casi siempre se recuerda con un barniz maravilloso que ilumina,
ResponderEliminarda color, y entusiasma, sobre todo las tarde veraniegas de nuestra infancia.
Estoy segura que cuando nuestros hijos cuenten las suyas , en blogs o en la palma de su mano ( que a saber la tecnología cómo andará en unos años) estarán también teñídas de ilusión y de luz, aunque a nosostros, los mayores, nos parezcan ahora tan insulsas (nada que ver con las nuestras).
bonito texto, evocador...
Un abrazo Á.
es una tienda que hay cerca de mi casa, hace días, en otro de los escaparates ponían, bien grande: adiós alfombras, cambiamos de tema, cada letra, del tamaño de dos palmos (es un escaparate grande) y me pareció curiosísimo porque se veía enorme desde el otro lado de la acera, y el otro día, al pasar, descubrí que habían puesto este folio (bueno,eran varios) y me gustó su redacción, por eso le hice la foto :))
ResponderEliminaramigo del pozo, gracias por tu visita en mi blog.
ResponderEliminarlas abuelas eran muy listas y sobre todo trabajadores y tenian una vision muy real del futuro, la cual les hacia prevenir cualquier circunstancia, buena o mala, pero ellas sabian que cuando toca hacer las cosas es porque es el momento, porque lo hecho no espera es wel futuro del presente y esto ellas lo tenian muy claro.
sin mas amigo del pozo, condor te manda un abrazo y gracias por tu visita.
Gracias por el post, me trae muchos recuerdos de mi abuela, sus ravioles, las delicosas masitas caseras italianas que nos hacía, sus escrupelos, sus pizzas. Nuevamente gracias.
ResponderEliminar-NVBallesteros:gracias por traer acá el recuerdo de tu abuelo entre los campos de alfalfa y el aroma de ese tiempo. Besos
ResponderEliminar-Ángeles:sí, yo tembién creo eso de nuestros hijos; gracias. Un abrazo, Ángeles
-Galmar:muy curiosos, sí
-el7ºdeyahve:muy listas y trabajadoras, es verdad. Gracias. Otro
-Norma:me alegro de suscitar recuerdos de ravioles, de comidas italianas. Gracias a vos
Qué infancia tan diferente a la que ahora se estila, ¿eh? Pero qué divertida era :-)
ResponderEliminarSaludos.
Jajaja. Pero cuidado con los burros presocráticos.
ResponderEliminar-SCid:diferente y divertida, ya lo creo. Saludos
ResponderEliminar-Vagoletrado:peor serían los nietzschianos, ¿no?
Los recuerdos de la infancia siempre afloran. Tú has plasmado recuerdos en esta maravillosa entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarHe pasado los veranos de mi infancia en un pueblo de Castilla, y me has hecho revivir tantos recuerdos. Me he llegado a subir al trillo tirado por mulas, son experiencias inolvidables. También recuerdo la suplantación de esta técnica por la llegada de las cosechadoras. Todo un acontecimiento. Ellas lo hacían todo.
ResponderEliminarMe ha encantado tu blog. Agradezco la visita al mío y tu valioso comentario.
Un abrazo
Has escrito un poema amarillo. Como una fuente de higos maduros.Como el color de la mies en la era. Como una tarde de verano. Como ese cuadro de Van Gogh.
ResponderEliminarGracias José Antonio.
Tiene usted una forma de escribir preciosa
ResponderEliminarLe sigo desde ya :)
Gracias por pasarse por mi blog y comentar :)
Yo tambien recuerdo el trillo cuando en los veranos acudia al pueblo de mis abuelos. Era un auténtico placer dar vueltas y mas vueltas...
ResponderEliminarMe gusta mucho la riqueza con que describes los personajes de tu relato, puedo ver a cada uno de ellos a través de tus palabras, perfectamente. Eso es el arte de la escritura, te felicito!!
La memoria nos trae estos pedacitos de vida de la infancia y parece que estamos de nuevo allí, trillando, con el mazo de sol en la cara. A mí me llevaban a vendimiar, pero siempre terminaba yéndome de paseo y hablando sola con los terruños de barro y los pámpanos de las vides.
ResponderEliminarAsí tengo la cabecica!!!
Besos.
Hola José Antonio, me encantó el relato, con toda la frescura de un tiempo que ya no es. Yo tampoco lo he visto en mis campos; otra ha sido mi experiencia de la trilla. Pero ese cuadro costumbrista que nos dejás proporciona un momento de placer y nostalgias con su lectura.Besos
ResponderEliminarMe ha encantado el relato. Nos metes de lleno en los campos de segovia, en ese rubísimo mar de oro que parecían las mieses.
ResponderEliminarTodo el relato transporta. Has sabido hacernos mirar desde la perspectiva de ese niño tan majo.
Una maravilla de texto.
un abrazo.
El cuadro de Van gogh acertadísimo.
-Alma Mateos:siempre afloran. Gracias.Otro para tí
ResponderEliminar-Atenea: inolvidables, ya lo creo.Muchas gracias y otro para tí
-Tecla:la mies en la cara, sí. Gracias a tí, Tecla
-Laura: muchas gracias. Hago yo lo mismo con vos
-Maripaz: gracias por tu comentario tan preciso y que tanto te agradezco
-Merche:hablando sola con los pámpanos de las vides, eso es maravilloso. Besos
ResponderEliminar-Haydée:placer y nostalgia, me alegro mucho de eso. Besos
-Mariola: gracias,muchas gracias, cierto, cuando la escritura funciona transporta. Un abrazo
Hola José Antonio. Me ha encantado la narración que ha hecho pues, aunque mis recuerdos de infancia no transcurren en ningún pueblo, me ha enseñando mucho sobre ello.
ResponderEliminarMuchísimas gracias y mil felicitaciones.
Abrazos. Rosa.
¡Qué bello relato que me lleva a un tiempo sin tiempo y todo dorado y tranquilo!
ResponderEliminarEn la columna de la derecha está.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminaryo siendo niña me escapaba por el postigo a las eras de Marta y me subía a los trillos. Me gustaba tambien aventar aunque llegaba a casa llena de paja y mi madre notaba enseguida y me daba unos azotes (y no estoy traumatizada) Cogía espigas para hacer blondas y en invierno elaborar puntillas que no servían para nada. Mis abuelos, por cierto eran de un pueblo de Segovia y yo de uno de ciudad real. ¡Enhorabuena por tu blog! me gustaría tener uno pero no sé como hacer.
ResponderEliminar-RosaMª:muchas gracias por escribirme y por decírmelo, deverdad. Abrazos
ResponderEliminar-Myriam:gracias
-Sara:ok
-Nieves:aventar, qué recuerdos también. Gracias por poner los tuyos. ¿Un blog? métete en blogger y sigue los pasos, no es muy difícil, si no te sale, insiste. Antes, eso sí, hazte seguidora mía, anda. Gracias
ya soy seguidora tuya y te podría recordar cosas de antaño para que tú con tu sabia pluma lo relataras con tu estilo.:
ResponderEliminarLos juegos,(la pídola, el guá, el trompo, la vara y el mocho, etc.) los oficios:( los pregoneros, los guarnicioneros, las enjabelgadoras, los serenos, los "paragüeros lañaores", los afiladores, los aguadores), los cuentos, .. En fin muchas cosas que recuerdo y que no quiero olvidar. ¡los dichos de mi pueblo!. Bueno no te canso más pero que sepas que soy seguidora tuya,antes de hecho, ahora de derecho. Gracias