miércoles, 4 de enero de 2012

Balada agridulce de Jimmy (In the Metro) Dos...


     
     Era Jimmy un chavalote negro –de un negro obamita, diríamos- de mediana estatura –era todo de tamaño medio allí en la mañanita novembrina- y regulares facciones, con un gorrito de flores a la cabeza y una hilera de dientes blanquísimos, perfectos como los de una película tramposa. Llevaba una guitarra en bandolera acoplada a unos aparatos amplificadores y una zamarra de lana multicolor a la cintura en la que ponía Viva Colombia. “Y bueno ya sin más dilación voy a interpretarles mi canción, que por cierto la pueden escuchar también en el yutub, que la puse yo ahí, y que lleva por título “Superar la crisis”, porque yo… yo reivindico la alegría, y pienso que si cada uno ponemos lo mejor de nuestro corazón y de nuestra intención saldremos juntos adelante, pues nunca jamás debemos perder la fe y la esperanza en el ser humano, por penosas y adversas que sean las circunstancias del presente”. Y empezó Jimmy entonces a atacar su canción.
     Fuera por los amplificadores, por la incomodidad del escenario trepidante, o por la calidad interpretativa del Artista, la Canción de Jimmy sonaba espantosa, a cacharros desbaratados chocándose, desconocedoras tanto la guitarra como aquella voz de esenciales notas de armonía. Pensé incluso que en cualquier momento sayones metropolitanos irrumpirían y se lo llevarían preso en la siguiente parada, por de aquella manera atentar contra el sagrado nirvana.  Sin embargo, la gente no pestañeaba. En efecto, los ecos del speech previo, el precario vaivén, la magnífica sonrisa de Jimmy, el sol entrando a raudales lo hacían todo, embellecían el error, sobredoraban la realidad, así es que cuando el Artista remató de improviso la obra, unos cuantos aplaudieron con ganas, toda una hazaña entre un público tan exhausto a ese uso como es el del metro madrileño.
     Ni por un instante abandonó Jimmy su magnífica sonrisa de estrella del celuloide mientras, sin comprometerles con un hosco ademán, pasaba la bolsa entre los viajeros. La mayoría le echaba monedas, y los inmigrantes en mayor cuantía que el resto, como si proyectaran en Jimmy ellos sus propios  deseos de éxito. En un alto entre la fila de asientos, desde el lado derecho llegó ex profeso hasta él una mujer teñida de rubio chillón y con humildes trazas. Sí, la calculé también cincuenta castañas. “Es que desde allí no se oía muy bien”, le dijo con fingido gesto de pena, pero le echó a la vez varias monedas al zurrón. Como quiera que a su vez Jimmy le propinara entonces muy de cerca el clamor de su sonrisa, a aquella señora delante de todo el mundo se le encendió de grana el rostro y… ¡le besó!, deseándole además mucha suerte, antes de volverse por su lado. Parecía todo aquello una película, mediana, sí. Como si más que a llantar, a un estreno de barrio me hubieran convidado mis antiguos camaradas facultativos.
     No acabó ahí la estela de la balada agridulce de Jimmy. Entraba el metro en el largo túnel que antecede a la estación de la Plaza de España, seguía él pasando entre la concurrencia la bolsa, cuando por el flanco izquierdo compareció medio a la carrera, encimando a Jimmy, una joven morena de rasgos latinos y muy curvilineas formas en los muslos y en los pechos tremolantes. Las ropas ajustadas remarcaban esos volúmenes en toda su espléndida pujanza: una Jennifer López del suburbano, dijéramos, que no supiera entonces que llegaría después a tanto. Llevaba una bolsa de trabajo al hombro.  Como si para nada hubiera esperado esa mañana verle y mucho a ella le complaciera el súbito encuentro, aislándole del público circundante  besoteó los pómulos de Jimmy muy de cerca. De sobra se notaba, en el modo en que lo miraba, embarcándolo, centrifugándolo con los ojos marrones, hablándole sin parar, recordándole uno tras otro cercanos antecedentes que sin duda a ambos reunían, que a la latina tremolante le molaba mucho aquel negrito cantarín. El negrito la atendía, desde luego, pero con artístico equilibrio, de solayo cumplimentaba a la vez a su público. Qué quieren, sentí la punzada violenta de la pura envidia y, cuando Jimmy pasó la bolsa delante de mí, con cuáquero gesto ni un mísero céntimo le doné...

15 comentarios:

  1. Yo creo que hay muchos jimmys....besos JOse Antonio

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  2. Anda que...ni un mísero céntimo, y eso que le ha ayudado a escribir dos entradas ¿le parece a usted bonito?

    Por mi parte puede darse por besado como artista literario bloguero espontáneo, lo de la latina tremolante eso ya lo va a tener que poner otra..

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  3. Aunque yo nunca niego un euro,por poco que lleve, a quien me tiende la mano en la calle....es un texto estupendo.Feliz Año nuevo.

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  4. Querido, te ha picado la envidia.

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  5. Comparto la opinión de Winnie...
    Y yo tampoco suelo dar dinero, no por nada, sino porque no veo que aporte una solución. Prefiero hacer donativos concretos.
    Besos

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  6. Que haría usted por los Batanes.
    Saluditos.

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  7. Yo creo que hay más Jimmys que donantes. Cuando yo estaba en Madrid los "Dientes de Oro" rumanos eran ya legión y por lo que a mi respecta ni in céntimo mío fue a parar a su bolsillo.

    Es lo que tiene el efecto llamada. Por cierto no habrá ya vagones de metro suficientes para tanto cantautor.

    Un saludazo.

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  8. yo lo siento por el tal jymmi pretesku o ad dulaya son todos ( bueno abra excepciones ) unos asalariados de mafias y gentuzas aqui tenemos un ejemplo claro de lo que hemos convertido ex-paña un pais de pobres pedigueños y gentes que no buscan mas que el euro facil ....¡ podeis llamarme racista !...pero antes de hacerlo pasaros por ese gueto que llaman el gallinero KM 17 autovia de valencia a las 8,30 de la mañana vereis dos cosas muyyyyyy bonitas
    1ª manadas de rumanos cojos y tullidos que apoyados en muletas cochambrosas os pediran una limosna en cualquier semaforo de madrid corriendo como locos para coger el autobus que les lleva a Madrid centro
    2ª vereis a dos autocares gran lujo recogiendo a los hijos de estos currantes a tiempo parcial para llevarles al colegio donde ademas de enseñanza gratis , libros y material gratis , les dan comida y merienda gratis mientras vosotros-- nosotros pagamos subidas de impuestos
    3ª vereis coches de alta gama a las puertas de chavolas infames las cuales limpian dos veces por semana el selur con el dinero de nuestros queridos impuestos recien subidos
    4ª en estas fechas ellos no penseis que pasan frio ...¡ no ! ellos estan enganchados GRATIS a la luz electrica que pretenden subirnos peo que ademas les han reforzado el transformador para que no salte como hace dos años ....¿ que como afirmo esto asi de gratuito ?.....convivo con ellos todos los dias ...pero si dudais podeis pasar por alli
    un saludo Jose Antonio

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  9. Hombre, no dices que todos podemos salir de la crisis aportando buena voluntad y lo mejor de nuestro corazón? y ni un mísero céntimo...
    La envidia es muy mala consejera, aunque tanto extranjero ya...
    Me ha gustado la frase!"centrifugándolo con los ojos marrones"- muy visual y potente.
    un abrazo.

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  10. La descripción del momento y de su protagonista es colosal, como siempre; tu destreza narrativa hace que el lector se meta de llano en la historia y la viva ens u propia piel; pero anda que no eres tacaño... Ya te vale, pobre chaval.

    Un beso a secas.
    ;)

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  11. Me encanta tu entrada, cuantos Jimmys nos encontramos en el camino y solo les miramos sin mirarles.

    Besos

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  12. Lo siento por tu envidia porque presupongo no era sana. Nunca lo es. Siempre cochina. Es lo que pienso cuando la siento yo.

    Espero que cuando a muchos nos toque emigrar, allá donde vayamos no nos topemos con personas que piensan de un modo concreto con respecto a los que dejaron su hogar. Pocos serán los que lo hacen por gusto, puesto que si por él fuera, no lo abandonarían. Eso seguro.

    Saludos, José Antonio.

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  13. Qué malo que ni un céntimo de donaste a este genio colombiano que tienen buen gusto con las mujeres.... ¿Fue por desidia, mesquindad o envidia?

    (jajajajaa no
    me habas caso que es broma).

    Un abrazo

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  14. Mira que ni un mísero céntimo.... Estamos en Navidad.. ¿dónde está su generosidad?

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