Me devolvió ella un buenos días exótico, de sonoras reminiscencias eslavas, mirándome de refilón desde unos ojos azulados en bálticas aguas. No, ni se nos fue la luz, ni nuestro ascensor se paró de golpe entre una planta y otra. Eso sólo pasa en las películas malas, por más que a gritos sordos yo allí al Destino un percance así le implorara. Total, por un día sin darle al blog tampoco iba a acabarse el mundo. Iba yo, mirando los números de los pisos que descendíamos en el marcador digital, un poco obnubilado, la verdad.
Sí nos ocurrió que en otra planta el ascensor volvió a detenerse y al separarse las compuertas tuvimos a un palmo nuestro a un par de barrigudos vestidos de futbolistas, cada uno con un balón en la mano, que al vernos y comprender ellos que con tan tremebundas barrigas era imposible en la cabina acoplarse, rehusaron con gestos mudos el entrar. Fue curioso, pues advertí en los barrigones, a quienes tampoco de nada conocía, un ramalazo de mal disimulada envidia en la última mirada que ambos me dispensaron. No sé, pero cuando se cerraron del todo las puertas, de soslayo la rubia y yo a través del espejo nos sonreímos.
Iba el ascensor a llegar al sótano, desde donde se accede al aparcamiento, y por tanto se acercaba ya el final del viaje en común a ninguna parte, cuando me acordé del vecino de las canillas peludas. Bah, no me decidí al final a contárselo a la rubia, como en un rapto de súbita sociabilidad en esta última parte del trayecto había y todo tenido tiempo para fantasear. Quizás hubiera conseguido yo, añadiendo alguna truculencia sobre la marcha, ganar el interés de la rubia y que se detuviera un rato conmigo a charlotear. La indignación compartida une mucho, según creo. Hubiera seguido aspirando, antes de que se disipara, aquel olor tan natural y arrebatador de su piel limpísima.
No me atreví, ya digo. Supongo que el sentido de la realidad se ocupó de susurrarme entonces: quita, quita, esta clase de tiparracas no están hechas para ti, José Antonio. ¿Qué ibas a hacer tú, después de charlar, con ella? La dejé salir delante de mí, claro. Seguía intacta tras ella, como una Vía Láctea olorosa, como una vía dolorosa también, la estela del rocío en su piel recién duchada, en sus cabellos mojados. Me adelanté, con torpe precipitación, a abrirle la antepuerta metálica. Grassiass, dijo ella. Me adelanté otra vez, con más torpe precipitación si cabe –a poco me estampo, como el Rey de España, la hoja contra la cara- a franquearle la propia puerta después. Grassiass, de nuevo. Se sonrió por lo bajini, la muy eslava. Nos separamos luego, cada uno ya en dirección a su respectivo coche.
Sólo que entonces ...uff, demasiadas emociones ya, lector, no abuso más por hoy de tu benevolencia; mañana terminará mi grandiosa tragicomedia, que está ya bien tanta vaina.
Espero intrigado, José Antonio.
ResponderEliminarNo se..no debía ser una fulana porque no se, eso de ducharse y volver ponerse la ropa del día anterior no me convence ¿o se llevan mudas para estos casos? desde luego cuantas lagunas tiene una.
ResponderEliminarPues cada vez estoy más impaciente por saber si es ella la dueña del Mercedes. Esperaré a mañana!!!
ResponderEliminarAbrazos!!!
Mañana....finiquitamos jaaja Besos
ResponderEliminarAquí estaré, como un clavo. ¿Vendrá con al eslava?
ResponderEliminarMaestro; esto, salvando todas las distancias a su favor que el caso requiere, me recuerda a aquella televisión, progre por cierto, de la que me retiré en ese mismo instante, hace diez años; en el faldón se leía cada minuto algo así:" en breves momentos fulanito contestará a menganita después de las declaraciones que esta ha realizado". Seguían las chorradas de programa y de nuevo el faldón recordándonos que tragásemos lechuga hasta que llegase el solomillo. Y finalmente llegó el solomillo y salió el interfecto diciendo: "no tengo nada que replicar a lo dicho por menganita".
ResponderEliminarMecagoenlá, como no saques una cita te castigaré con mi indiferencia por lo menos todo el fin de semana.
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ResponderEliminarEsto va creciendo.El final debe ser apoteósico, no espero otra cosa. Hasta mañana. Saludos. Bieeeeeeeeennn no tenemos palabrejas inútiles. Felicidades
ResponderEliminarAl final te la dejas escapar, si lo estoy viendo. Intimidado claro.... es lo normal. ¿Pero y si te atrevieras?.
ResponderEliminarSaluditos.
Aayyyy no, porque nos haces esto... qué más sucedió.
ResponderEliminarRegresaré para saberlo.