Porque he demostrado ya sobradamente a los robots que teletejemanejan todo este lío de la ciberesfera que no soy yo como ellos, yo me rebelo. Me niego a que sea todo tan fugaz, a que se vaya cuanto hacemos y vivimos, sin apenas haberlo saboreado entre la yema de los dedos, en remolino turbio por el desaguadero del tiempo. Si pasé todos estos días viviendo peligrosamente al lado de una rubia voluptuosa de ojos azulados en aguas bálticas, cerca de un vecino mohíno y de peludas canillas al que le habían ocupado SU plaza de garaje justo cuando volvía de un viaje, junto a un puñado de heroicos lectores cómplices a los que he sentido alegrarse, enfadarse, decepcionarse o emocionarse conmigo y con el extraño suceso que me ocurrió, qué ley me obliga a lanzarme ya en tromba sobre un nuevo y estéril afán.
Al contrario, quiero que todo eso se me pose y me colme por dentro; fue para mí maravilloso vivirlo y escribirlo (sobre todo esto último), te lo reconozco, lector, sin presunción alguna, pero con mi humilde verdad por delante, como si tuviera mi corazón y el tuyo entre las manos y quisiera empapar ambos de lo en común vivido. Volver a leerlo, a saborearlo, a revivirlo, con sus fotos, con sus músicas envuelto, llenarme con ello mi entendimiento y mi sensibilidad, que crezca y ocupe algún espacio imborrable y participado solo por ti y por mí.
No, no todos las semanas me ocurren cosas, ni mi pobre inventiva da siempre para algo contábile. Igual que uno de esos perros callejeros que encuentran un hueso pelado y después de mirar desconfiados para todas partes a un rincón se lo llevan, solo por el placer de darle a la taba unos lengüetazos más, a la que siempren encuentran ellos un rico saborcito nuevo, así quiero verme. Cómo disfrutan. ¿A quién hacen mal? Ese es mi plan para el día de hoy, lector: recrear un rato más, prolongar en mis entretelas a ese apurado vecino, esa eslava que divinamente olía a gel del súper, su coche rojo y flamante, los aspavientos del segurata, los futbolistas barrigudos, el misterioso mecenas, el arte con el que se me despidió la rusa, mi penoso azoramiento, todo eso, que no se esfumen tan pronto, que sean algo más que ocurrencia del día, que perseveren en su conato de dignidad. Si puedes y quieres tú también hacerlo, lector, tendremos ya entre los dos un secreto compartido, y seremos entonces, tú y yo, al menos en algo indestructibles.
Tambien me rebelo!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarun abrazo
Yo tambien me rebelo.... Aunque me temo que es una batalla perdida de antemano.
ResponderEliminarA tu lado..... Besos
ResponderEliminarEstás en tu real derecho de rebelarte y nosotros de seguirte, o no? Saludos
ResponderEliminarTienes tanta habilidad con las palabras que escribas lo que escribas provocas el deseo de leerte a todas horas.
ResponderEliminarBrindo por tu rebeldía.
Un beso lector ( o dos).
Yo también me rebelo. Y constantemente lo digo.
ResponderEliminarUn abrazo
Enhorabuena por tu rebeldía.
ResponderEliminarPues participemos, entonces, de ese secreto compartido, que la vida nos vaya dejando su poso, que no pase de largo sin que disfrutemos de cada vivencia.
ResponderEliminarUn saludo y felicidades por tu blog.
Me quedo de seguidora.
La báltica nos acompañara ya siempre.
ResponderEliminarSaluditos Sam. Tócala otra vez.
Yo soy rebelde de nacimiento, así que no necesito apuntarme.
ResponderEliminarSaludos
Tus relatos tienen ese punctum, no será tan fácil olvidarlos.
ResponderEliminarAún me falta valor para esa rebeldía, pero me alegro que tú lo hagas, lo disfrutes y te llenes de ganas por hacerlo.
ResponderEliminarMuy buen post.