Por supuesto que duele ver a la Reyna Sofía tratada así, como un trapo, por el Borbón rijosote, y casi nada más desearíamos que ver de nuevo al Monarca con el ojo a la virulé, y que así se lo hubiese dejado de un torniscón la Reyna Sofía, y que luego largárase al Serenguetti ella con el mismísimo Robert Redford, que le hiciese allí él sobre la cabeza la misma deliciosa ofrenda que en aquella memorabilísima escena le hacía a Meryl Streep, y que al menos así un poco se equilibrasen las cosas. ¿Se lo recreamos juntos tú y yo, lector, como si la Nada de un blog casi anónimo pudiera servir de desagravio a toda una Reyna? Intentémoslo al menos, dame tu mano, lector, va. Como dicen los toreros, Majestad, va por Usted:
La escena es todo un tratado fílmico, atiborrado de sensibilidad, sobre la distinción entre el erotismo y la pornografía, que debería ser enseñada en todas las escuelas mil veces antes que cualquier burda iniciación a la sexualidad. Se desenreda malamente Meryll las crenchas –estamos en el asfixiante y pegajoso desierto- y Redford, que la ve, aparta su propio quehacer, “creo que puedo ayudarla”, señalando de paso ya el espíritu de colaboración que toda aproximación sincera necesita.
Les vemos ya en el plano siguiente inmersos ambos en una muy especial intimidad entre ellos desplegada pese a estar oficiando una experiencia diríamos que puramente funcional y externa: el lavado del pelo. Pero, atención, tiene ella cerrados los ojos, tiene dibujada ya una sonrisa sobre los labios cerrados; escucha así, con esa intensidad receptiva multiplicada, las frases festivas que le está él pronunciando a su espalda, mientras le frota con las manos todos los ángulos de su cabeza enjabonada. Abre ella un poco los ojos, sonríe, los cierra. Sigue Redford declamando para ella. Tras ellos, las aguas del río, del río de la vida, claro, discurren ahora pacíficas, nemorosas, que diría Garcilaso.
“Se está saltando versos”, le interrumpe ella, en amable queja, como ese niño contrariado que no quiere que avance el cuento que de sobra se conoce y que desea saborear al completo. “Suprimo los trozos aburridos”, responde él, también como ese niño impaciente que quiere llegar ya a la parte de mayor emoción. La misma a la que llegaremos tú y yo mañana, lector, si aquí me sigues y tomas mi mano de nuevo, que no quiero ya más por hoy abusar de tu preciado tiempo.
Post/ post: gracias a El Hada de los Cuentos, a Alejandro Pérez, a Lobo Solitario, a misael, a George Orwell, a Sylvia Regueiro, a José Antonio, a Winnie0, a Anónimo, a CSPeinado, a El fugitivo (gracias por los versos,poeta), a NVBallesteros, a Victoria Eugenia Canela, a 90.000 ciudadanos, por bloguear conmigo en domingo, por dejarme el agua limpia de su colaboración en este blog, que es también vuestro.
A mi me parece que ella lo disfruta bastante, Muy buen video, Gracias por compartir, Como siempre una entrada Excelente! Bendiciones!!
ResponderEliminarDivertido e ingenioso. Parabéns!!
ResponderEliminarMe encanta esa escena..¡quien fuera ella! jaja Besos
ResponderEliminarEso,Winnie quien fuera ella y disfrutar de Robert. No me imagino a la Reina disfrutando, gozando de su "Corino" en medio de la selva africana. Saludos, genial el texto, espero el de mañana. Gracias
ResponderEliminarEvocar esta escena, es volver a disfrutarla, y cada una sentirnos Reina .
ResponderEliminarGracias otra vez
El quid está en los ojos de ella: abiertos, cerrados; cerrados que se abren...veremos mañana
ResponderEliminarUn abrazo
Que lavado de cabeza...no se si me importaría que Robert Redford me lavase la cabeza, creo que hasta con champú de caballo xDDD
ResponderEliminarSaludos.
Simplemente ERÓTICO....
ResponderEliminarBesos