“Una última cosa he de decirle…”
continúa declamando Redford, pero
justo entonces, como llevando lo que entre ambos está ocurriendo -el demorado
contacto de las manos recorriendo la piel de ese cuero cabelludo, todas esas
terminaciones nerviosas masajeadas- a un plano muy íntimo, a la vez que alcanza
la jofaina de agua, mientras ella mantiene cerrados los ojos y ondea la cabeza
como si dentro de un sueño anduviera, le susurra: “Incline la cabeza”, y a un mismo tiempo ella, en efecto, la
inclina y conduce él hacia atrás esa cabeza.
Comprende ella que le va a caer un alud de agua desde lo alto, y es asombroso
como se las apaña Meryll para
expresar la anticipación de ese intenso placer que se anuncia, sólo
entreabriendo los labios hacia el pico imaginario de la jofaina. “Reza bien… quien bien ama… al Hombre, a la
Bestia,…y al Pájaro…” susurra él, nada casual ese preciso verso, mientras
la cámara encuadra el bellísimo rostro desnudo, sobre el que se derrama el agua
en un plano de una sensualidad desbordante, pues lo borda la Streep para, casi inmóvil como se
halla, ofrecernos, con dos nuevos estremecimientos de los labios entreabiertos,
todo el remolino de sensaciones placenteras que la están embargando y casi
anonadando, así consigue Streep trasladarnos
como por dentro va digiriendo y saboreando el clímax de la situación, al
encadenarse y desencadenarse ahí ya todo: Redford-la
piel refrescada-la caricia del agua limpia-el verso de amor-el júbilo de la
sensual existencia. Es precioso ese rostro, ese pelo mojado, esa boca frutal,
esa maduración íntima de la experiencia y degustación del placer, como si en elipsis
estuviéramos en realidad asistiendo a un acto de amor del que más bella aún
emergiera.
Oscila al cabo un poco ella la cabeza, como en un interior espasmo, -qué
decir del riachuelo jabonoso, blanco, que vemos deslizarse entre ambos, a qué
alude, mejor no lo digamos, que erotismo es sólo eso, rodear, no nombrar la
cosa- mientras le sujeta Redford la
nuca entre su mano… abre ella los almendrados ojos, casi despertando de una
idílica ensoñación… y sí, ahí está Redford.
Cómo le sonríe ella entonces, entregada, con cuánta gratitud y Amor mira ahora
a quien sólo lavó su pelo. “Perfecto”, remata
el galán, atractivo y risueño, la escena, el delicado misterio que entre ellos
dos se ha abierto.
Memorias de África,
yes, anímese, Reyna Sofía, hágala suyas, y que al Borbón zambombo mucho le vayan dando.
Post/post: gracias a Jackie, a José Mª Araujo, a Winnie0, a Mónica, a Sylvia Reguero, a Javir, a Luisa, a NVBallesteros, a Fernando Santos (seguidor nuevo del blog, puro oxígeno para continuar escribiendo) por bloguear a mi lado ayer. GRACIAS
Bellisima ella, bellísimo él y bellisimo su texto. Gracias por compartirlo con nosotros. Saludos
ResponderEliminarYa te dije que era mi peli favorita y esta escena es la repera ¿quién iba a imaginar que un hombre lavando la cabeza a una mujer, podría ser de lo más sensual?
ResponderEliminarImpagable
Un abrazo
Eres grande Jose.
ResponderEliminarMe parece emocionante esta detallada descripción de una memorable secuencia de una brillante película.Este si que es un acto de amor tuyo hacia esos protagonistas,al gran Pollack y a todos los cinéfilos que compartimos todos los momentos mágicos que el cine nos dió y que,en realidad,si son el delicado misterio que nos abrazará siempre.
Gracias.
PD-En cuanto a la Reina....que haga lo que tiene que hacer.Todo el mundo lo entenderia.
Eres grande Jose.
ResponderEliminarMe parece emocionante esta detallada descripción de una memorable secuencia de una brillante película.Este si que es un acto de amor tuyo hacia esos protagonistas,al gran Pollack y a todos los cinéfilos que compartimos todos los momentos mágicos que el cine nos dió y que,en realidad,si son el delicado misterio que nos abrazará siempre.
Gracias.
PD-En cuanto a la Reina....que haga lo que tiene que hacer.Todo el mundo lo entenderia.
Da gusto leerte...
ResponderEliminarMis felicitaciones.
SALUDOS.
Que escena tan intensa!!!!
ResponderEliminarbesos