Tenía muy difícil salida política el Rey tras su malhadada aventura africana. Amontonábansele muchas y muy espinosas cuestiones en su contra, con el fregado del Nóos casi en su cenit. Le había demandado el PSOE –del que depende vitalmente- una explicación. Medios monárquicos habíanle esta vez torcido el gesto. Pero contra todo pronóstico, en la hora decisiva de dar una explicación ante la Opinión Pública que le permitiera salvar la cara –quizás también la Corona- tuvo un ramalazo de inspiración sencillamente portentoso, de esos que desarman al enemigo más pintado y acrecientan una leyenda.
“Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”. Lejos de abundar en justificaciones “fabricadas” o leguleyas, eligió el Rey, con rostro apesadumbrado y cercano a la lágrima, el registro óptimo para la Política en los tiempos de la sociedad del espectáculo: un muy medido sentimentalismo que para ser eficaz debía resultar veraz. ¿Por qué, creo, consiguió proyectar la escena visos de lograda verosimilitud?
Porque era la primera vez que de modo estricto jugaba el Rey a su edad esa carta, porque no se esperaba en primerísima persona el público reconocimiento del yerro y el ofrecimiento de disculpas, porque la propia escenografía, contra esa austera pared en blanco el monarca expuesto, como a la misma salida de la habitación, confería un aire de despojamiento y espontaneidad esenciales para lo que se buscaba transmitir. Por la propia sencillez de las palabras empleadas, reconocibles por todos; también por la propia credibilidad actoral del Rey en la escena, que una vez más demostraba su habilidad sorprendente para traspasando rangos, envaramientos, protocolos y distancias de todo tipo, con la mágica campechanía que de vez en cuando al Rey le adorna, hablarle directo al oído del ciudadano medio. Si le añadimos a ello el colofón de su figura casi en solitario perdiéndose hacia el fondo, como en las películas de Chaplin, con muy lastimosos pasos y ayudado de muletas, vulnerable en extremo por tanto, el conjunto resultó de una lograda emotividad.
Pues, ante qué a la postre había conseguido el Rey situarnos: no ante la grave irresponsabilidad de un mandatario, sino ante una simple chiquillada de la que, cual adolescente inmaduro azotado por el impulso irresistible a las calaveradas en esa edad en la que las feromonas andas disparadas, una vez pillado in fraganti, muy abatido se arrepentía. Pulsaba así una nota muy sentida y muy vivida en el inconsciente colectivo de todos, muy asumible y reconocible por todos. Un rey que más que un abuelo salpicado en turbias connivencias parecía un truhán arrepentido, lo que no dejaba de tener su magnetismo emocional en este país de pequeños y grandes pícaros.
La transmutación y la inversión de las edades y los status respectivos era en verdad prodigiosa, pues mientras el pequeño Froilán abandonaba el hospital enfundado en una seriedad senatorial impropia de sus trece años, saludando mayestático desde el auto, el septuagenario Rey Juan Carlos lo hacía como un revoltoso efebo y maltrecho, arrepentido acaso de su líbido adolescente. Como si también anduviera persiguiendo él, como el Dioni, como yo mismo el otro día en el Hospital, como casi todo quisque, un misterioso zambombo por los confines del África tropical.
Post/post: gracias a Candela, a Winnie0, a Carlos, a Bego,a Mamuma, a NVBallesteros, que hicieron ayer este blog with me. GRACIAS
Excelente. Nadie lo ha comentado mejor.
ResponderEliminarCierto, el rey parecía un hombre contrito. A pesar de quienes se preguntan si lo que no volverá a suceder es que se tropiece y se caiga, porque la cirugía de nuestra ( y pronto de pocos) Seguridad Social haga milagros.
ResponderEliminarLo has percibido con todo detalle; te faltó decir que el elefante murió de un ataque de campechanía.
Aún no tengo claro si fue una disculpa sincera o una orden de la PSOE...
ResponderEliminarSaludos
Cierto que el Rey ha sabido salir del paso, cierto que es un consumado actor, cierto que sabe manejar el sentimentalismo y cuando dejar el protocolo.... Pero tambien es cierto que la edad no perdona y que estos no son buenos momentos para la corona. hay una cosa que la gente no puede (aunque ni siquiera se den cuenta de ello) perdonarle: El no saber cuando se ha pasado su momento. Y su momento hace mucho que se ha pasado, hace tiempo que su puesto sería de privilegiado consejero del príncipe tras abdicar en este la corona; cre que nos habría ido mucho mejor a todos, a la corona y al pueblo.
ResponderEliminar¿Pero entonces era por lo del elefante?
ResponderEliminarY yo que pensé que había pedido disculpas por saltarse la lista de espera en las operaciones de trauma...
Con una sociedad idiotizada con la inteligencia (m)emocional y la empatía, la solución ha sido chapeau! Poner cara de pobrecito y todo el mundo se ha sintonizado con él. Aunque no haya dicho realmente nada.
ResponderEliminarSomos como críos pero sin el como.
Yo soy partidario de que el rey haga lo que le salga de ahí, que ya tiene edad para permitirse ciertos lujos y el contrato AVE Medina-La Meca bien merece unas vacaciones.
@rabiesan
Hola José Antonio: El trilero nace, no se hace. Hubiera dado igual que nos contara un chiste de Gila, los lameculos se hubieran conformado y estará justificado, pero ¿quién ha pensado en la Reyna? ¿en qué lugar la ha dejado?.
ResponderEliminarVamos a justificar a estas alturas por ser el Rey lo de "la pata quebrada y atada a ¿la pata la cama?.
Un sinverguenza lo mires por donde lo mires. No se puede humillar más a una gran señora.
Y toda la sociedad española se ha retratado, además de él mismo, como verdaderos hipócritas.
Lo de la Casa Real es de traca, pero anda que lo de los exigidores de disculpas...Virgencita, Virgencita.
ResponderEliminarDios guarde al Rey
ResponderEliminarJose Antonio... muchos besos y un hasta pronto!
ResponderEliminarEl retrato es certero,
ResponderEliminarDel regio gesto.
Todavía espero,
–Y seguro desespero–
Que otros sin cetro,
Pero con rostro pétreo,
Pidan siguiendo su ejemplo
Perdón al pueblo.
FugisaludoS, compañero.
<lo siento mucho. me he equivocado. No volverá a ocurrir..??? El qué? Romperse la cadera? Irse de cacería de elefantes? Que le pillen in fraganti???
ResponderEliminarMuy feo, sí señor, muy feo...
Besos,
Le faltó aclarar el por qué pedía disculpas... un pequeño detalle que pasó desapercibido para aquellos que deseaban perdonarle.
ResponderEliminarLo que me detesta es la desfachatez con que le es infiel a la reina. Vomitivo.
Cada vez hay más esperando un motivo para bajar el hacha. ¿Que un rey ha ido a cazar elefantes a África o pingüinos al polo? ¡pero, hombres de dios, qué sorpresa! Ay, ay...¿puede decirme alguien el trabajo que hace un rey, cualquier rey? A ver, que levante la mano todo el que esté molesto por no haber sido él el rey, mecachis
ResponderEliminarCreo que es buen actor, deberían de darle un Oscar...
ResponderEliminarBesos